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Agala, vinos de tiempo y paciencia

La bodega de Cuevas Caídas, Tejeda, obtiene el segundo premio de Tinto Joven en la cata insular de Gran Canaria

Sandra Armas, de Bodegas Agala. JUAN CASTRO

Bodegas Agala se alzó con el segundo premio de la XXII Cata de Vinos de Gran Canaria en la categoría de tinto Joven, con el Agala Altitud 1175, un caldo que según la bodeguera Sandra Armas hace homenaje a la uva, conservando el sabor "de la fruta de donde viene".

Y viene de muy arriba, justo desde ese mismo guarismo que representa los metros de altitud a la que se cultivan sus vides, en Cuevas Caídas, en el municipio de Tejeda, donde hace 23 años su padre, el conocido empresario Juan Armas, desalojó papas y otros cultivos para comenzar a formar las líneas de vides que le han provocado un efecto secundario que está comenzando a dar problemas, el de estibar los sucesivos galardones que se llevan sus tintos, blancos y dulces.

"De la cata insular ya tenemos unos 25 premios", cuenta a ojo Sandra, que siempre "representan para la bodega una continuidad, de año tras año, en la calidad de nuestros vinos".

Según detalla para la elaboración de este premiado 1175 se toma por separado las tres uvas que participan del mixturado y que se vendimian en septiembre. "Un 50 por ciento de baboso negro, y otro 50 por ciento repartido entre tintilla y vijariego negro, que es la formula mágica de este vino".

Luego las pasa cuatro meses en barrica de roble francés, y "le damos un reposo la misma cantidad de tiempo en botella de cristal para que se redondee el vino, y de ahí para el concurso", en el que presentó un cosecha de 2016, año que en términos de cantidades, que no de calidades al menos para la empresaria, "ha sido horrible, el peor de los últimos 20 años".

Un invierno que de repente se creyó verano, luego primavera temprana y lo remató con un frío que llegó tarde, lo que cambalachó a la uva, "transformando el ciclo de la planta". El resultado fue una producción menguante, pero que no afectó al regusto del asunto.

Tal es así que "tanto el blanco como el tinto joven ya lo tenemos agotado, lo sacamos a la venta en febrero y en mayo teníamos todo vendido, lo que para nosotros supone un récord". Pero entre toda su gama también guarda otra joya, un crianza, el Agala Altitud 1212, que no entra en concurso porque no existe categoría en el certamen al no existir suficientes bodegas que lo saquen en la Isla.

Y es que la bodega de Agala también es una joya en sí misma. Hace dos veranos emprendió una importante reforma con la adaptación de una zona en cuevas labradas para atender a la clientela o a aquellos visitantes que se interesan por la producción y elaboración de unos caldos que son unos de los más altos de España. Allí "les explicamos el proceso a todos los que nos quieran visitar, tras unas enormes cristaleras con vistas a los roques que también suelen impresionar bastante al público".

Como las propias "cuevas centenarias hechas a mano, en una de las cuales reposan 24 barricas de 225 litros cada una".

Esa misma bodega y sus peculiares condiciones climáticas ayuda a dar personalidad a los Agala. "Influye en la calidad del vino que la bodega esté bien cerca de los cultivos porque así la uva no sufre el maltrato del transporte, y luego como se trata de una serie de cuevas naturales con temperatura estable todo el año que ofrecen maceraciones más lentas, ya que estamos hablando de un frío de 11 grados, lo que le confiere más aromas".

Ese mismo ambiente facilita una elaboración más ecológica, "lo somos en el cultivo y en la bodega", subraya Sandra Armas, en una combinación que en su conjunto se traduce en "tiempo y paciencia".

Con esa fórmula logra unos "tintos que son fáciles de beber pero que no pierden esa nota de sabor de la propia uva, y con un ligero toque de la madera".

Con nombre propio

En copa se muestra con un color de capa media, aunque "en estos momentos es muy violáceo debido a su juventud". Por esto mismo, según explica, "habrá que esperar unos meses más para reposarlo en botella, porque es fundamental respetar el mismo tiempo en botella que en cristal".

Quién también esta de buen ver es la salud general de los vinos canarios, que según afirma, está viviendo en estos momentos el inicio de una ascensión que parece imparable, a tenor del conocimiento de los propios consumidores sobre los productos isleños.

Lejos quedan los tiempos en el que se pedían los vinos de manera generalista por el nombre de la islas. "Ahora los conocen por sus marcas propias, si bien haría falta una mayor promoción que aumente su consumo".

Pero no solo de vendimia y reposo vive el bodeguero. En estos momentos se encuentran en pleno proceso de experimentación con los dulces, en concreto con su Dulce Elena, "emprendiendo una elaboración totalmente diferente, en la que hemos pasificado -de hacer pasa-, a la uva en la propia planta. Luego", añade como dando la receta, "la seguimos deshidratando dentro de la bodega, tendida, para que siga concentrando todas sus propiedades, y ya luego comenzamos a elaborarla".

El resultado es un vino "que es dulce de manera natural, y que no pudimos presentar aún a concurso porque continúa en barrica, de hecho, como es un ensayo no sabemos cuando saldrá al mercado, pero sí que estará riquísimo".

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