La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Arucas Fiestas de San Juan 2017

Arucas a través del visor

La ciudad ofrece una exposición fotográfica con imágenes de la localidad desde el XIX hasta la actualidad

Una Arucas de 1893 con la imagen de la iglesia anterior al actual templo de San Juan Bautista; unas mujeres recolectando cochinilla en unas pencas de tuneras en 1928; la llegada de las espectaculares calderas de la fábrica de destilados San Pedro, tiradas por cinco yuntas de bueyes en 1884, o una sorprendente salida de misa con las mujeres enclaustradas en sus mantillas en 1933 son algunas de las imágenes recopiladas por el área de Patrimonio del Ayuntamiento de la ciudad norteña, y que se muestran con una amplia documentación en el programa de mano de las fiestas de San Juan y en la exposición que se abre hoy miércoles a las 11.30 horas en el salón de actos de la Casa de la Cultura.

Se trata, en su conjunto, de un auténtico viaje en el tiempo y una delicia visual que recorre la evolución de la localidad desde la mirada de sus fotógrafos, desde los que llegaron buscando el exotismo de unas islas perdidas en el Atlántico a finales del siglo XIX, a los que hoy en día dan estafeta de las noticias que genera el municipio día a día.

La colección de imágenes está acompañada de un exhaustivo trabajo de investigación realizado por los historiadores del mismo departamento, Alicia Hernández Padrón y Antonio Jiménez Medina, titulado en ambos soportes I mágenes que forman parte de nuestra historia: la fotografía en Arucas (1867-2017).

Según detallan, de la llegada del novedoso arte y la técnica de retratar se tienen referencias desde 1840 en la ciudad norteña, con imágenes que inmortalizan a sujetos o actos sociales, como primeras comuniones, y "que tienen como protagonistas a las familias más pudientes de Arucas", así como de paisajes, cuyas obras más antiguas que se han conservado "datan de la década de los setenta y ochenta del siglo XIX".

Las grandes empresas exportadoras de frutas que operaban en Gran Canaria también se sirven de este material documental para exhibir sus plantaciones en sus sedes continentales, y es así como las vegas de Telde, Gáldar y Arucas, "se convirtieron en iconos fotográficos". A medida que pasan esos primeros años no queda casi nadie sin pasar por las vetustas placas fotográficas de aquellos primitivos aparatos: "hacia finales del siglo XIX", exponen Jiménez y Hernández citando a Gabriel Betancor responsable de los Fondos Audiovisuales de la Fundación de Etnografía y Desarrollo de la Artesanía Canaria, "el fenómeno se extendió rápidamente por la isla", y ni los "jornaleros pobres de las medianías de Gáldar pudieron esquivar el interés del objetivo de los fotógrafos, locales y extranjeros, que cada vez alcanzaban con sus cámaras rincones más recónditos de nuestra geografía".

El texto recoge el nombre y fechas de esos pioneros. Así, Luis Ojeda Pérez, cuya obra está fechada entre 1880 y 1910; el noruego Carl Norman, en 1893; José Alonso García, entre 1905 y 1910; Rafael S. Martínez, de 1912 a 1915; Leopoldo Prieto, 1927; los alemanes Adolf Jessen (1925-1930), Teodoro Maisch, en idénticas fechas, y Kurt Herrmann, en 1927; Fernando Baena, de 1925 a 1930; F. Batista, entre 1930 a 1933; los portugueses Jordao Da Luz Perestrello (1905-1910) y Antonio Passaporte (1931-1933); y por último Abelardo Auyanet Romero, con estudio propio en la ciudad y con una obra firmada entre los años 1915 a 1930.

Reconocimiento social

Los fotógrafos foráneos, según explican los dos historiadores, "bien para asistir a fiestas, bien de paso durante sus viajes, o incluso por encargos específicos", capturaron los principales hitos del municipio, como la propia montaña, su barranco y el Puente, "la fábrica azucarera y las destilerías de San Pedro, las Casas Consistoriales y el antiguo Parque de los Gansos", a lo que se añade la plaza de San Juan, el mercado municipal, el mercadillo de la plaza o la fuente del pilar.

Tampoco escapan del objetivo los cultivos de tuneras o plataneras, así como "el proceso de obtención de la cochinilla, algunos barrios como Montaña de Cardones o Bañaderos, el antiguo templo parroquial de San Juan Bautista, así como el nuevo templo neogótico, incluso su proceso de construcción", además del palacete y los jardines de la Marquesa de Arucas.

La sociedad de la época veía gran mérito en estos precursores si se atiene a la biografía de Luis Ojeda Pérez, que fue el primer fotógrafo aruquense. Nacido a mitad del XIX, algunas de sus imágenes se convertían en postales "con fines turísticos", y son enormemente valiosas desde el punto de vista etnográfico e histórico. Logró ser nombrado como fotógrafo de la Real Casa y Corte, fotógrafo de cámara del Obispado de Canarias y Caballero de la Real y recibió la Distinguida Orden de Carlos III.

También destaca por su contribución al legado de la imagen de la ciudad norteña Abelardo Auyanet Romero, un galdense que nace en 1874, que se especializó en el retrato y del que Patrimonio destaca las fotos de grupos captadas en distintos paisajes de la localidad, e incluso otra serie en la que Auyanet mezcla "influencias teatrales y cinematográficas del momento", como la que ilustra esta página en el centro con su hijo Abelardo Auyanet Sánchez, José Manuel Pitti y otro joven en la izquierda apuntando a ambos con una pistola.

Su hija Memela Auyanet Sánchez cogió el geito de su padre, considerándose, "que se sepa", según puntualizan Jiménez y Hernández, la primera mujer que se dedicó de manera profesional a la fotografía, sobre todo en la toma de imágenes de tamaño carnet, "así como retratos familiares con la vieja cámara de su padre".

Pero mención aparte se merecen otros dos fotógrafos que se encuentran en la memoria de todos los aruquenses, y de los que el trabajo ofrece detalladas referencias porque no sólo retrataron la ciudad, sino que formaron parte de su propio paisanaje e idiosincracia.

Son Manuel Santana Pérez, Manolín, y Pedro Sosa Suárez, Periquín. El primero, nacido en 1938 y fallecido en 2015, y que recibió la medalla al mérito social y cultural de Arucas en 2007, fue el primero en montar un laboratorio en color. Con su tesón llegó a sorprender con revelados de hasta ocho metros de largo por dos metros de alto que lucieron durante años en bancos, "hoteles, apartamentos y restaurantes", además de retratar, se podría decir, a todos y cada uno de los aruquenses durante su rica vida profesional.

No menos sustanciosa es la biografía de Sosa Suárez, fallecido en 2016 y que arrancó su trayectoria con una máquina que logró en una promoción publicitaria del jabón Mar de Espumas. A base de bodas y fotos de carnet de familias numerosas y de DNI, y con un don de la ubicuidad con el parecía estar en varios sitios a la vez, logra abrir varios estudios, con el mérito de innovar a la misma velocidad que la técnica, de ahí sus laboratorios de fotografía digital con el que personaliza todo tipo de objetos.

Por último la muestra también ofrece trabajos de excelentes fotógrafos en activo como José Carlos Guerra, con una contundente La zafra del ron; Gustavo Martín Lorenzo, con El Mar; Mónica Rodríguez Medina El queso de Paca; Almudena González Díaz, Figura femenina; Marcos Batista González, ¿Tú que ves?; y David Cabrera Guillén, con La cuarta torre.

Compartir el artículo

stats