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Gáldar

Cuando a las ofrendas a Santiago se iba con cachimba y un bigote

Las primeras romerías de Gáldar se formaban con tocadores y parrandas espontáneas

Tres pequeños romeros en 1981 entre piñas de platanos, y con boina y bigote dibujado.

Gáldar comenzaba el pasado fin de semana el margullo festivo de Santiago con la izada de la bandera y la presentación de los candidatos a Guayarminas y Bentejuís, cuya elección es uno de los platos fuertes del menú en la ciudad norteña, pero que tiene en la romería ofrenda al patrón el referente que ancla las celebraciones a la historia de la localidad.

Una romería que comenzaba en su formato actual, al igual que ocurre con la de San Benito Abad en La Laguna, o con la del Pino en Teror, en los años 50 del siglo pasado. Si bien en los programas impresos más antiguos que aún se conservan ya llevaban como título genérico el de Fiestas y romerías del señor Santiago.

El cronista oficial de Gáldar, Juan Sebastián López, aclara que antiguamente no tenían el carácter masivo que disfrutan en la actualidad, y que según el testimonio de los más mayores se celebraban en la víspera de Santiago por la tarde, los 24 de julio, apenas constituídas por parrandas espontáneas que llegaban desde los barrios con tocadores y solistas, si bien se recuerdan a sonados grupos que dieron vidilla a las primeras jaranas como el del maestro Ignacio Rodríguez -autor de Un bolero para Gáldar-, con la agrupación Princesa Tenesoya.

A medida que transcurren los años la cita se consolida, si bien va cambiando en según que fechas. Así a principios de los 70 se celebraban los domingos al mediodía, con un buen tenderete en la plaza de Santiago pero con derecho de admisión: solo para aquellos que acudían en perfecto estado de típico y no tiene su auge definitivo hasta que arrancó con la fundación del grupo folklórico Los Cebolleros, con el célebre Nicolás Colacho Rodríguez Molina al frente.

Es en 1979 cuando la ofrenda regresa al sábado, concretamente al sábado anterior a la fiesta principal, aunque como aporta López, con precisión de cronista, "en ocasiones se adelanta, como ocurre en este año, si coincide con una fecha en la que se celebra alguno de los actos tradicionales de la fiesta como el Volcán o la Cabalgata, para que no coincidan dos citas importantes en la misma jornada".

Las imágenes de la época muestran un prêt-à-porter romero tan definido como homogéneo. Son, para los que vestían de típicos, ternos de chaleco negro con pantalón de tergal del mismo color, camisa blanca nuclear, gran bigote pintado con carboncillo, cachimba y calabazas de agua a modo de cantimploras. Este modelo se enfajaba a niños y mayores por igual, mientras ellas se presentaba n con variaciones caseras del traje que rondaba en aquella época en el Pueblo Canario, con coloristas faldas de telas recias, un mixturado de chaleco con corpiño e indefectiblemente un gorro ladeado hacia la mano predominante de la portadora, entre las que no se excluían desde ceretos con flores a lecheras. Los que no vestían de típicos, sino que eran típicos por sí mismos, llegaban desde las medianías con bigote natural y burro ocasional con cerones cargados de frutas, quesos y alguna piña de plátanos encargada por el camino. En el caso del personal costero de Sardina y alrededores, pues con pantalones, camisas y chalecos de tonos algo más claros rematados por gorras de marinería, culminando el conjunto con un Mecánico atravesado. Eran tiempos en que las carretas también admitían la propulsión humana y donde tampoco extrañaba la presencia de un camello. El remate llegaba con María Mérida, algunas de cuyas actuaciones provocaba masivos añusgamientos con caideros de lágrimas.

En este contexto, a finales de los 70 y principios de los 80 se produce un cambio sustancial con la fundación de la escuela de folklore del municipio y gracias a la aportación del compositor Sindo Saavedra y el folklorista José Antonio Teno Pérez Cruz, autor de La vestimenta tradicional en Gran Canaria.

Uno de los talleres, organizados en la que hoy son las oficinas municipales de la Calle Larga, confecciona "una cantidad tremenda" de calzones de lucha canaria blancos para ellos, y mantillas para ellas.

Ahí toma un impulso la participación de la juventud, que también se implica en años sucesivos a decorar la plaza y a diversificar las prendas con el valioso asesoramiento de Teno.

Ante el rebumbio que va tomando el acontecimiento se suman a la comitiva prácticamente todas las asociaciones vecinales y colectivos de la ciudad, que hoy en día hacen de la romería de Santiago una de las más multitudinarias de Gran Canaria, en una imagen que contrasta con las fotografías más antiguas que se conservan de la ofrenda, en las que los escasos romeros eran observados de lejos por un público que se mantenía en su sitio observando la 'rareza', cuando no criticando a la sorrúa el porqué de tanta alegría y enralamiento.

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