Juan Pablo Oropez Trujillo, de 37 años, falleció ayer en el Hospìtal Negrín tras sufrir un ictus irreversible en Agaete, donde vivía con sus padres y su hermano. Juan Pablo, que sufría algunas discapacidades desde los doce años, agravadas tras sufrir otros ictus hace cuatro años, era una persona muy querida en la villa marinera, aunque él nació en Gáldar. Su familia ha decidido donar todos sus órganos antes de la incineración.

"Tuvo un derrame cerebral, se le inundó de sangre el cerebro y no se pudo hacer nada. Mi hijo es minusválido desde los doce años, con ataques de epilepsia. Hace cuatro años le dio un ictus sin sangrado, pero el de ahora fue con sangre y se le inundó el cerebro. Lo operaron de urgencias del viernes para el sábado en el Hospital Negrín. Lo limpiaron todo, pero el problema es que tenía una enfermedad, vasculitis, y se le rompían las arterias con facilidad. Le repararon una sola, pero se iba a quedar sin hablar, sin mover mucho la pierna derecha y alguna otra lesión que se le quedaría. Pero se le inundó todo el cerebro y le pillaron todos los movimientos", señala su padre, Paulino Oropez, motorista jubilado de la Guardia Civil.

"Aparte de eso, cuando nos dijeron que no había nada que hacer y que si lo operaban se quedaría en estado vegetal, habría sido como darle de comer a un televisor, y lo digo con pena como padre. Él no iba a sentir ni nada. Mi otro hijo conoce bien el tema este porque trabaja en un hospital y me dijo que era mejor no operarlo. ¿Para qué, para hacerle otra perrería que no le sirva para nada? Lo que decidió mi mujer, y luego toda la familia, fue donar los órganos para que con los órganos de él alguien se beneficie y se puedan salvar otras personas".

Juan Pablo Oropez Trujillo vivía con su familia en Agaete, donde estaba empadronado, aunque nació en Gáldar en la antigua clínica de Pedro Martinón, "aquel hombre famoso que había en Gáldar". En la villa marinera ha vivido casi toda la vida, exceptuando el tiempo que la familia vivió fuera de la isla (Lanzarote, Huesca...) debido al destino de Paulino, que era guardia civil, aunque hoy está jubilado desde hace más de cinco años.

Juan Pablo tenía otro hermano de 27 años que trabaja de auxiliar clínico en el Hospital Santa Catalina. Tras la información dada por los médicos tras la operación de su hijo, sus padres decidieron donar los órganos "porque es una pena que sepas que hay por ahí gente que pasa calamidades con una calidad de vida pésima, y a lo mejor con un trasplante pueden mejorar. Ya que con mi hijo no se pudo, que sus órganos lo aprovechen otras personas necesitadas".

El 14 de junio de hace cuatro años le dio el primer ictus pero no fue sangrante y se recuperó. "El doctor Arturo Gómez le pinchó una toxina botilínica. Lo llevó a rehabilitación y le activamos la parte izquierda. Se pudo recuperar algo pero ya era imposible. Primero se quedó sin andar apenas nada. Le dije: Juan Pablo, si te levantas te hago un papahuevo para La Rama de Agaete".

"La alegría mía de hacer todo esto es poque a él le habría gustado seguro. Su infancia fue bien, sacó su graduado escolar, estudió hasta los doce años, hizo cursos en el archipiélago para estar documentado. El ordenador lo manejaba mejor que yo. Lo que pasa es que su última lesión le afectó al cerebro, que es donde tiene la vasculitis esta en las arterias. Si fuera en un brazo no pasaría nada pero era en el cerebro".

Hace cuatro años tuvo el ictus primero y empeoró. "Le dije lo del papahuevo y lo llevamos al siguiente año a La Rama de Agaete, y al segundo también. Disfrutaba con La Rama y con cualquier fiesta. De bromas le decía: Juan Pablo, te voy a comprar una caja de turrón de La Moyera para que vayas a todas las fiestas. A él le gustaba ir a todas las fiestas, le daba igual. Le gustaba guardar los programas de todas las fiestas. Toda la gente que lo conocía, y lo conocía todo el mundo, le mandaba los programas de las fiestas para que estuviera enterado".

"Antes no podíamos llevarlo a ningún lado porque yo estaba trabajando y la madre también estaba liada. Pero a las fiestas de Agaete ha ido siempre. Se enganchaba de mí, de la madre, del hermano, de quien fuera. Siempre lo hemos llevado. Este año por supuesto no sacaremos el papahuevo porque no estamos con ganas de sacarlo, pero en su entierro le va a tocar la banda Guayedra y el año que viene sí saldrá el papahuevo".

Él era una persona muy querida. "Pregunta por él en Agaete y verás. Cuando él estaba bien y andaba, hasta hace cuatro años, estaba siempre en la playa o caminando. A estos niños minusválidos la gente los aparta un poco, pero él tenía una cosa buena: el que lo escuchaba se hacía su amigo. Si tú hablabas con él y le mirabas a la cara, tenías ahí a un amigo para siempre".

Él hacía una vida normal, iba a todos lados, a la playa, salía, al médico, iba solo en la guagua, viajaba a todos lados. "A partir del ictus primero tuvimos que buscarle un colegio donde tuviera ayuda y los pusimos en el centro especial para minusválidos de Guía. Mañana tenían una excursión al sur y los chiqullos del centro, compañeros de él, la han suspendido. Y todos son minusválidos, nos han dado una lección. Los minusválidos somos nosotros. Vete a la actuación que hacen los minusválidos una vez al año en el teatro Víctor Jara de Vecindario y verás que los minusválidos somos nosotros. Ellos son capaces de hacer cosas que parecen imposibles".

Él quiso seguir la profesión de motorista de la Guardia Civil, como el padre "y nunca pudo el pobre, por por sus lesiones no podía. Ni siquiera tenía permiso de conducir. Nosotros tenemos una finca y en su momento le compré una burra, que ahí la tengo, para que él la sacara a pasear. Lo motivábamos con cualquier cosa para que el hombre estuviera siempre activo. La doctora me dijo hoy que le habíamos dado una lección porque preferimos no dejarlo en estado vegetal. Si lo sacamos del Negrín y lo ponen en una unidad concertada o un hospital y lo vamos a ver por la tarde y a darle de comer por sondas toda la vida, habría sido fatal, así no. El problema de quedar en estado vegetativo, como no sientes ni padeces puedes seguir así 20 o 30 años. Eso no es vida".La familia de Juan Pablo había preparado ir estos días al Hierro para ver la bajada de la virgen de los Reyes, "iba siempre con nosotros. En el último año no pudimos porque le dio el ictus y ahora le ha repetido. Hemos tenido que anular los billetes. Fuimos a pasar el fin de año en Fuerteventura, el año pasado fuimos a san Isidro en Valverde... no hemos parado, siempre nos ha acompañado a todos sitios con su minusvalía".

"Ahora estamos muy tristes pero siempre que pudimos hicimos cosas con él, lo llevamos a todos sitios. Él no sabía montar en bicicleta pero al final aprendió aunque nos costó un follón. No sabía nadar, lo matriculamos ahí y aprendió a nadar. Se ponía por una calle y Carmen la profesora le gritaba porque se pasaba cuatro calles por encima de las boyas. Empezaba por la primera calle y terminaba por la última", recuerda el padre emocionado.

"Tengo solo una pena, y es que su madre, su hermano y yo estábamos preparando las fiestas de san Juan y no pudimos hacerlo. Nadie se muere de dolor, de una enfermedad sí. Lo vamos a incinerar. Yo no puedo tenerlo en el cementerio pensando que hay muchos pasándolas negras esperando por un trasplante. El año que viene saldremos con los papahuevos porque sé que eso es lo que a él le hubiera gustado que se hiciera, diga lo que diga la gente. Hay que seguir viviendo" lo que a él la habría gustado", concluye Paulino mirando al futuro con esperanza, aunque su hijo Juan Pablo ya no esté con ellos.