Risas, lágrimas y fuertes abrazos para recibir a los 92 niños y niñas de los campos de refugiados saharauis de Tinduf, que, una vez más, han llegado para pasar los dos meses de verano en Gran Canaria. A eso de las seis y media de la mañana aterrizaron el casi centenar de pequeños en un vuelo chárter procedente del sur de Argelia. Las familias canarias de acogida esperaban con ilusión el reencuentro con los niños. El acto de bienvenida se realizó en el Nuevo Teatro Viejo de Arucas, organizado por el Ayuntamiento, uno de los organismos colaboradores en el programa Vacaciones en paz, el cual lleva casi treinta años trayendo a niños saharauis para que disfruten de un verano lejos de sus calamidades.

Una de las veteranas de esta iniciativa es Mapi Acosta, quien lleva casi dos décadas ayudando a familias saharauis. Reconoce que nunca podrá olvidar el momento en el que, el primer niño, pisó su casa de Teror. "Fue algo indescriptible, cómo veía el barandal de la escalera, con la madera brillando, cómo iba descubriendo qué era una nevera o una lavadora, viendo todo lo que no pueden tener allá", rememoraba esta señora.

Desde entonces no ha pasado ni un solo año sin que un menor saharaui pase el verano con ella. En 2006 una enfermedad obligó a una de sus hijas de acogida a someterse a una operación quirúrgica. La chica tiene hoy 21 años y vive felizmente con Acosta y los suyos. "No hemos parado de sacrificarnos para que su familia esté con ella, conseguimos traer a su madre hace unos años y pasó aquí varios meses, para que viviera que su hija era querida y estaba bien con nosotros", comentaba la terorense.

Ayer llegó al aeropuerto de Gando Mayuba, una de sus hermanas pequeñas, de once años. Su cara de felicidad era tan grande, como solo puede ser la de un niño. Las mayores alegrías llegaron cuando conoció a Aydel, la última nieta de Mapi. "El verano pasado la vio en una ecografía y ahora la tiene delante", dice la terorense, mientras observa a una emocionada Mayuba con la bebé en brazos.

Tras décadas de historia, el proyecto solidario Vacaciones en paz intenta aglutinar a familias del Archipiélago que quieren poner su granito de arena en la causa saharaui. Estos niños viven en los campos de refugiados de Tinduf, al sur de Argelia, y muy cerca de la frontera con el Sáhara Occidental. Su situación sigue sin resolverse después de más de 40 años de conflicto entre Marruecos y el Frente Polisario, quienes reclaman la autodeterminación de la antigua colonia española.

En medio del mayor desierto del mundo, los chicos pueden llegar a sufrir temperaturas de más de 50º. "El objetivo de su acogida es darles la oportunidad de recibir atención médica y poder recibir una alimentación adecuada", señalaba María del Carmen Cabrera, presidenta de la Asociación Canaria del Pueblo Saharaui. "Son muchos los que han tenido que operarse aquí y en cuanto a la comida, no disponen de alimentos frescos, carne, pescado y verduras", destacaba.

Durante el mes de julio el proyecto incluirá diferentes actos de recibimiento. El próximo 8 de julio habrá una concentración en el Parque San Telmo de Las Palmas de Gran Canaria. "Un momento en el que se les dará la bienvenida nuevamente y ellos actuarán de embajadores de la causa de su pueblo", señala Cabrera. El 29 de julio será en el Teatro Víctor Jara, en Santa Lucía, donde se celebre un acto benéfico para poder recabar apoyos a la causa saharaui.

Del casi centenar de menores, para 50 de ellos esta es la primera vez que pisan tierra isleña. Hace unos meses una amiga le recomendó la experiencia a Conchi Rosales. Ayer, ella y su familia estaban expectantes esperando el momento de poder abrazar a la niña que habían acogido. "No le pongo cara, mi hija si la tiene localizada, ahí entre todos", contaba esta vecina de Arucas. Efectivamente, su hija estaba entusiasmada, cámara en mano, intentando sacarle una foto a la niña.

Algunas familias canarias han dado un paso más allá en su afán por ayudar a los refugiados. Alejandro Rodríguez y Yolanda Díaz, junto a otros familiares, conocieron los campos de Tinduf hace seis años. "Para empezar, llegar hasta allí es una odisea, luego descubres las terribles condiciones en las que viven, sin luz ni las comodidades que tenemos; muchos aún viven en jaimas, otros tienen una especie de cuarterías", relataba Díaz, rememorando la dura, aunque conmovedora, experiencia que fue conocer a la familia de los niños que acogían cada verano.

Estos dos vecinos de Ingenio llevan nueve y ocho años, respectivamente, ayudando al pueblo saharaui. "Entre ellos son muy buenos, mientras los niños de aquí se quejan por todo, ellos son conformistas", explicaba Díaz. Su actual hija de acogida es Aichatu, una adolescente de 13 años que reconoció que le encanta la playa e ir al supermercado, se siente sorprendida al ver las estanterías llenas de comida. La cara de la chica cambia cuando Yolanda, su madre estas vacaciones, le recuerda el potaje de lentejas, no le gusta demasiado.

Como en tantos otros casos, Aichatu y su hermano mayor tuvieron que operarse al llegar por primera vez a Gran Canaria. El niño pasó ocho meses en la isla, por el postoperatorio, la niña si logró recuperarse más rápido. "Cuando fui a Tinduf no paré de revisarles la barriga a todos, esperando no encontrar una hernia como la de sus hermanos", explicaba Díaz.

Como la de esta familia del sureste, hay otras tantas historias. Gente como Laura Pérez que, tras cuatro años acogiendo a Adda, quien reconoce amar las gambas, se aventura a recibir a dos niños a la vez. En esta ocasión, Adda, vino acompañado por su hermano Omar.