Pedro Cazorla falleció en Fataga con la única compañía de su perro Chanito. Durante el último año de su enfermedad, el animal se había convertido en su mejor amigo y en casi su única familia. El día que Cazorla abandonó el mundo terrenal, el perro veló su cuerpo en el centro intergeneracional del pueblo y permaneció dos días en el cementerio junto a la tumba de su amo. Ahora Chanito se ha convertido en el hijo adoptivo del panadero, Antonio Vicente Cazorla, y en la mascota del barrio.

La sombra de Pedro tenía cuatro patas. A donde quiera que iba el vecino, le seguía detrás un perro que se había traído de Los Portales de Arucas y que lo había bautizado con el nombre de Chanito, en homenaje a su hermana Sebastiana Cazorla. Era su compañero de vida de día y de noche. Dormía en la cama con el perro, pasaba a su vera las tardes en la plaza de Fataga e incluso iba en busca de agua a la fuente del Molino en compañía de su amigo.

Pedro, hombre de alma solitaria y vida inestable, vivía en una casa humilde a 100 metros de la panadería de Antonio Vicente. Durante una temporada ayudó a su vecino con el reparto de pan y al finalizar la jornada, Antonio Vicente siempre le traía al perro una bolsa con restos de jamón, chorizo y hasta solomillo que le regala algún comerciante de la zona baja del municipio de San Bartolomé de Tirajana.

Cuando la enfermedad privó a Pedro de caminar por el barrio, el vecino se sentaba junto a Chanito en el banco aledaño a la panadería. Allí, a la sombra de una buganvilla, encontró en la familia de Antonio Vicente una mano amiga para encarar el último tramo de su vida. Rosario Artiles, mujer del panadero, le llevada algún "potaje o estofado" de vez en cuando y el perro comenzó a tomar confianza poco a poco con el matrimonio.

El día que Pedro falleció, el animal se quedó huérfano y perdido por las calles de Fataga. Como si de un vecino más se tratase, Chanito se unió en la puerta del centro intergeneracional de Fataga al velatorio de su dueño. Allí permaneció tumbado en la puerta del edificio hasta que trasladaron el cuerpo sin vida de Pedro al camposanto del pueblo.

Durante dos días lloró la pérdida de Pedro junto a su tumba. El animal no se movió del cementerio en ningún momento. No sabía a dónde ir hasta que una mano familiar lo "engatusó" con sobras de embutido. "Es como si hubiera reconocido el olor del dueño en aquel sitio", aseguró ayer Antonio Vicente junto a su panadería.

Chanito vagó sin rumbo por las calles de Fataga bajo la atenta mirada de los vecinos hasta que un día decidió recobrar aliento en la puerta de la panadería. Con ojos tristes y gesto desconsolado conquistó el corazón de Rosario. "¿Cómo no me lo voy a quedar? Si es que se me arrancaba el alma al ver al animalito solo y desamparado", espetó la mujer de Antonio tras recordar aquel reencuentro.

El matrimonio enseguida le preparó con bidones y mantas una cama junto a los exteriores de la panadería. Lo adoptó sin condiciones y después de casi seis años se ha convertido en "uno más de la familia".

Chanito se despierta todos los días al alba porque sabe que su nuevo dueño comienza a las 6.30 horas el reparto de pan por el barrio. Lo acompaña en su periplo por Fataga y luego regresa a casa porque su avispado olfato le advierte de que en el segundo viaje a Maspalomas la furgoneta zarpa sin él.

Sin embargo, sigue los pasos de Antonio Vicente hasta la gasolinera del barrio, donde le despide hasta el mediodía.

A la hora del almuerzo va a su encuentro y por las tardes acompaña a Antonio Vicente al restaurante El Labrador, donde juega una partida a las cartas, o a cualquier otro sitio que se precie.

En los días de frío y lluvia de Tirajana, el animal se queda arropado en el interior de la vivienda de la familia Cazorla Artiles. Si antes de que el pueblo despierte, Chanito necesita salir fuera para satisfacer sus necesidades fisiológicas, da un salto y empuja el picaporte de la cerradura. "Ya no necesita ni que le abramos la puerta", matiza su dueña con orgullo.

Chanito, que solo tiene ojos para sus nuevos amos, encarna la fidelidad y complicidad que procesan los perros a sus dueños. Incluso más allá de la vida terrenal.

El destino le ofreció una segunda oportunidad a este perro para ser feliz junto a una familia adoptiva. Sin embargo, "no todos" los animales que se abandonan en la calle sobre todo durante esta época del año, "corren con la misma suerte".