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Agüimes

Elena C. M. había amenazado con llevarse a los vecinos "por delante"

La mujer que voló su casa en Agüimes tenía atemorizado al vecindario - Había advertido varias veces con pegar fuego a dos bombonas

"La jefa soy yo", "aquí no va a escapar ni uno", o "si me tengo que marchar, con dos bombonas me los llevo a todos" son frases que los vecinos atribuyen a Elena C. M., la mujer que el lunes voló su casa en el casco de Agüimes y perdió la vida, sin lograr cumplir su promesa de acabar con sus vecinos. De los supervivientas, nadie lamenta la pérdida de la mujer que aseguran les hacía la vida imposible, al revés, se sienten aliviados tras vivir durante años "en un infierno".

Según varios afectados y como asimismo corrobora el propio alcalde de Agüimes, Óscar Hernández, la fallecida vivía "absolutamente enfrentada con el resto del vecindario, no solo con los residentes del mismo bloque".

Añade que Elena C. M. acumulaba muchas quejas y denuncias, "por lo que los Servicios Sociales emitieron informes, además de mantener ayudas económicas y asistencia médica".

Su historial conflictivo y sus antecedentes policiales dieron lugar a la redacción de distintos expedientes "que remitimos a Fiscalía", añade Óscar Hernández, quién subraya que al tratarse de "un conflicto civil, el Ayuntamiento no es la administración competente para tomar otra serie de decisiones". También añade que a pesar de esos documentos, "nunca pasó nada", en relación a la una posible respuesta ejecutiva de la autoridad judicial.

Francisco Santana, que vive en el citado bloque desde su nacimiento, ya que fueron sus padres los que compraron la casa "poco a poco", con pequeñas aportaciones dado que se trata de viviendas construidas en los años 50 del siglo pasado por el Patronato Francisco Franco, relata una interminable relación de fuertes desencuentros con Elena C. M.

La fallecida, que tras una discusión con una vecina fue vista momentos antes del incendio con un bidón de gasolina, ya había pegado fuego, según subraya Santana, a la puerta de su propia casa en una ocasión anterior, además de romper los bidones del inmueble, las tuberías de agua, "o dejarnos los coches rallados como un gato".

En otros momentos dañaba las zonas comunes con "un martillo y un escoplo, cuando no apuntaba con un cuchillo a más de uno".

Por todo esto Santana asegura que "vivíamos con miedo". Tras lo ocurrido el lunes cobraba sentido alguna de las amenazas que, según la misma fuente, profería a los que vivían a su alrededor, con frases como "la jefa soy yo", "aquí no va a escapar ni uno", o "si me tengo que marchar, con dos bombonas me los llevo a todos".

Esta situación de permanente tensión la corrobora Alberto Brito, quién al salir de la rápida incursión a su casa, ubicada en el segundo piso de la derecha, se lamentaba de todos los trabajos y esfuerzos para reformarla se iban a saldar con el abandono de la vivienda, antes de conocer que según las primeras impresiones de los técnicos va a poder volver a ella.

En 2004, "el 18 de abril", había estrenado el hogar junto con Pilar Rada, gracias a que es propiedad de la familia de ella.

"Un golpe más"

Brito muestra otro catálogo de agravios. "Un día pinté el techo con pintura contra las goteras y tiró tierra encima antes de que se secara". Lejía en la ropa tendida y "continuos golpes, portazos", o una angustiosa gotera proveniente del piso superior que venía a salir justo por una de las bombillas de abajo, sin que las constantes quejas dieran resultado alguno.

Tantos eran los trancazos y portazos, que incluso cuando la fue la explosión, que a él fue uno de los únicos que le ocurrió estando dentro, "pensé que era un golpe más hasta que vi como se derruía la fachada y ya estaba todo el muro encima del coche".

Otros vecinos de la calle confesaban un indisimulado alivio tras la situación en la que "afortunadamente no se ha llevado a nadie ajeno por delante", para recordar que desde su llegada a la calle Alonso Quesada se había convertido en una presencia a evitar.

En el centro de Agüimes se relataba durante la mañana de ayer tanto en la calle como en los establecimientos el suceso que había conmocionado a la villa la tarde anterior, con ese aparatoso desenlace en el que se tuvo que movilizar a la Guardia Civil del puesto de la localidad, a tres unidades de los bomberos del Consorcio destacados en el polígono de Arinaga, al Servicio de Urgencia Canario (SUC) además de los propios agentes de la Policía Local y el juez de guardia de Telde. La explosión e incendio fueron vividos con evidente miedo por un vecindario que se agolpaba tras las barreras colocadas por los miembros de emergencias y seguridad, en unos momentos en que se temía que el fuego se expandiera por los demás inmuebles de la calle.

Elena C.M., -la hija de Maruca la comadrona como era popularmente conocida su madre en la zona-, y que había pasado por el centro penitenciario además de sufrir al menos un arresto domiciliario, solo cumplió parte de sus amenazas, la de pegar fuego, pero sin llegar a tener que lamentar ninguna otra víctima: "de pura casualidad porque si me coge bajando las escaleras", sentenciaba ayer un aún nervioso Francisco Santana, "yo le aseguro a usted que no escapo".

Tras haber escapado indemnes de la explosión y el posterior incendios provocados por Elena C. M., la inquietud de los vecinos es ahora regresar a sus casas. El alcalde de Agüimes asegura que las viviendas anexas a la siniestrada no sufrieron problemas estructurales graves que impidan su recuperación .

Hernández afirma que una vez que los agentes de la Policía Judicial hayan finalizado sus trabajos de inspección para determinar las causas exactas de la deflagración, tarea en la que se mantuvieron ocupados durante buena parte de la jornada de ayer, entrarán las cuadrillas de limpieza para eliminar los restos de estructuras que pueden causar alguna peligrosidad.

Una vez ejecutados esos trabajos se realizará un reacondicionamiento de los sistemas eléctricos dado que por la antigüedad del principal edificio afectado, utilizan unas canalizaciones comunes que también deben ser revisadas.

La misma fuente consideraba ayer por la tarde que los pisos del número 10 de la calle Alonso Quesada,que corresponde al edificio contiguo, podría ser ocupados a última hora de ayer, o durante la jornada de hoy.

Óscar Hernández indicaba que por las características de la explosión, que descargó toda su fuerza contra las fachadas norte y sur del edificio y no contra las paredes colindantes de ese otro inmueble, se evitó daños más serios en los bloques colindantes.

Ayer, el aspecto del tercer piso, el que ocupaba la fallecida, era el de un nivel prácticamente desaparecido, con toda la fachada y techo del lado de la calle principal destruidos y con una gran cantidad de escombros ocupando la vía a pesar de los trabajos realizados por los operarios municipales, que recurrían a un tractor para ir poco a poco retirando los materiales que quedaban expuestos o colgando por el frontis.

Ya no se encontraba el vehículo propiedad de una clienta del cercano supermercado que quedó sepultado por las piedras, con considerables daños que daba idea de la tragedia que hubiera supuesto el paso de viandantes o de otros coches por una zona que durante todo el día experimenta un constante trasiego.

El Ayuntamiento de la villa de Agüimes desde el día de la deflagración mantiene tres habitaciones reservadas en el hotel Los Camellos de la misma localidad para alojar a las siete personas que han tenido que abandonar sus casas, entre las que no se encuentra ningún pequeño. También les ha facilitado a todos ellos la manutención en uno de los restaurantes de la zona hasta que puedan regresar.

Horas de guardia

De momento ayer por la mañana y en distintos turnos pudieron acceder a sus viviendas bajo el estrecho acompañamiento de miembros del Consorcio de Emergencias de Gran Canaria para recoger alguna ropa y productos de higiene y primera necesidad, así como medicamentos para pasar las siguientes horas, si bien muchos de ellos hacían guardia en la misma calle Alonso Quesada para seguir la evolución de los trabajos y esperar noticias sobre si podían o no recuperar sus casas.

Esa era la mayor preocupación sobre todo de la pareja formada por Alberto Brito Rodríguez y Pilar Rada, que residen en el nivel inferior. Tras recoger unos pocos efectos personales poco después del mediodía ambos se fundían en un abrazo y rompían a llorar, tras muchas horas de tensión, pero también de años "viviendo un infierno".

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