La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Teror

Los secretos de la mantilla isleña

La fiesta del Agua de Teror homenajea una de las prendas más emblemáticas del ajuar canario

Grupo de mujeres con mantilla en la basílica del Pino, Teror, del fotógrafo Frank Hernández. JOSÉ PÉREZ CURBELO

Teror ofrece desde ayer por la tarde una exposición del fotógrafo oficial de las fiestas del Pino, Frank Hernández, que recoge unas cuarenta imágenes de mujeres ataviadas con mantilla canaria desde el año 2006.

La obra muestra la utilización de esta prenda originaria de Castilla, y que según la Fedac, también está emparentada con lugares "tan dispares como Nápoles y Venecia o en los países árabes del mar Mediterráneo".

Las imágenes que ofrece Hernández están 'reveladas' digitalmente con una técnica que lleva perfeccionando durante dos años y medio y con la que logra un efecto de gran dramatismo que se suma a un tema ya de por sí cargado de significado, especialmente las que captan a las mujeres de riguroso negro que participan de la procesión del Viernes de Dolor de Semana Santa.

Los otras dos grandes citas con la mantilla en la villa mariana tienen lugar el propio día grande de la fiesta del Pino y en la procesión de Las Marías, que también proyecta Hernández en la muestra que fue abierta ayer en el Palacio Episcopal, pero que se traslada a partir de hoy a la galería de exposiciones de las oficinas municipales y que permanecerá abierta durante el desarrollo del programa de las fiestas del Agua que celebra estos días la localidad.

La apertura de la muestra, no obstante, fue un ingrediente más al completo menú que ofrece el colectivo de mujeres Nisamar, que ayer presentaban su actividad social y cultural, además de nombrar como Dama de la Mantilla Canaria a la artesana de trajes tradicionales canarios Obdulia Montesdeoca González, también natural de la villa y de 77 años de edad.

También el cronista oficial del municipio, José Luis Yánez, recibía la distinción, cuando no el encargo, de documentar y asesorar a Nisamar en la promoción y defensa de este patrimonio en su nuevo papel como padrino de honor de la asociación.

Pero la jornada ayer no quedaba ahí, sino que comenzaba mucho antes, a las once de la mañana en uno de los locales municipales con un curioso taller en el que se impartía una 'clase magistral' del planchado de la mantilla, en la que se evidenciaba que el asunto no era precisamente coser y cantar.

La propia Obdulia Montesdeoca, que durante el desarrollo del trajín aún no conocía que sus compañeras de mantilla le iban a agasajar por la tarde con el título de dama, se entregaba a las explicaciones sobre el secreto de una pieza que requiere de un planchado de no menos un ahora de meneo, con tres dobleces, de los cuales destaca un centro muy perfilado, y los otros dos más suaves, y siempre del revés "para que se quede una punta marcada en al frente". ¿Y la temperatura? "La justa para que no se pegue la tela a la plancha".

Alumna del folklorista José Antonio, Teno, Pérez Cruz, que calificaba la pieza como "emblema patrio", Obdulia ofrecía las reglas básicas para la elaboración de una mantilla que merezca el nombre. Como su medida, que se coge desde "lo alto de la frente a las nalgas para saber el tamaño que se adapte a cada persona"; el fino recorte de su "patrón complicado", del que la propia Fedac ofrece en su página un archivo descargable; y la sustancia de su materia, la villela rizada, que antiguamente estaba compuesta de algodón y lana, pero ya difícil de encontrar ahora, que es cuando se utiliza una suerte de "tergal con lino".

Lucrecia Pérez, Juani González o Adolfina Medina se apuntaban a la tertulia post-planchado recordando el masivo uso de la prenda desde niñas en duelos, funerales y lutos. Aún con poquísimos años era de rigor en la muerte de un pariente el uso de medias negras, guantes y clarín, una especie de velo transparente de tela, o mantilla algo más suave, durante semanas, cuando no meses, dependiendo del calibre del disgusto. No escapaba de su uso ni la que con 14 años tenía que ir a trabajar, guagua arriba, guagua abajo, en señal de dolor y recogimiento.

Hoy la mantilla se reserva a los oficios religiosos, "y cada vez más", apunta el Frank Hernández, "en el que mujeres a partir de los 35 a 40 años retoman la cultura y costumbres de sus madres y abuelas".

Compartir el artículo

stats