A las 13.00 horas, con 33 centígrados en los termómetros y una iglesia abarrotada de feligreses, la imagen de Santiago Apóstol salió ayer a las principales calles de Tunte acompañada de empresarios, autoridades y vecinos. El día grande de las fiestas de la capital de San Bartolomé de Tirajana se impone como una cita para el reencuentro entre "amigos de la infancia y familiares". La procesión atrae a turistas en busca de "costumbres y rituales locales".

El "orgullo" de los tirajaneros reside en "la tradición" que desprenden sus montañas. "Ni playas ni hoteles". Para muchos vecinos "la joya" del sur de Gran Canaria se ubica a 890 metros de altitud sobre el nivel del mar y lleva el título de "capital administrativa" del municipio. "Nos encanta nuestro pueblo", aseguran las hermanas Cabrera Santos y aunque, como ellas mismas aseguran, han sido "malcriadas" en Las Palmas de Gran Canaria el día de Santiago es "especial y único en el año".

Cuando eran pequeñas iban a bailar al "kiosco de la plaza". Les gustaban las tardes de cine al aire libre, que celebraba el pueblo con motivo de las fiestas, y sobre todo estrenar "ropa bonita", recuerdan con nostalgia las hermanas. Ahora, que vuelven a casa por Santiago, llegan acompañadas de sus maridos e hijos. "No es un día para cocinar", sino para disfrutar de los amigos y "picar algo" en el bar D'romería de la esquina de Tunte, aseguran.

La fiesta reunió a empresarios con especial arraigo en Tirajana, como Santiago Santa Cazorla, autoridades locales y de municipios vecinos, como Santa Lucía, Mogán o Tejeda.

Tras desfilar por la calle Reyes Católicos y alcanzar la casa de Los Yánez, la comitiva encabezada por el Padre Báez, el cura Armando Ladeiro e Hipólito Cabrera, vicario general de la Diócesis de Canarias, regresó al templo.

Entre gritos de entusiasmo del vecino de Tunte, Antonio Morales, y repique de campanas la imagen abandonó la calle para adentrarse de nuevo por la nave central de la parroquia.

La jornada continúo con besos y abrazos para aquellos que, a pesar de la edad, continúan al pie del santo. A punto de cumplir 85 años, Nieves Ramírez se llevó a casa un baño de elogios de familiares y antiguos alumnos. Esta vecina, que enseñó a leer y escribir durante años a muchos niños de Tunte bajo la parra de su patio, encarna la "devoción" de un pueblo, que a pesar de recibir casi tres millones de turistas al año en la costa, mantiene intacta sus tradiciones en las medianías.