El motivo principal por el que el pintor austriaco Arnulf Neuwirth se había desplazado hasta el Puerto de Las Nieves, según cuenta en una de sus cartas fue "porque me había enterado de que en la capilla de Las Nieves había un cuadro de una Madonna del pintor flamenco Van Eyck. Esta pintura resultó después ser falsa. Pero me quedé en Las Nieves como pintor y muy interesado en la arqueología canaria."

Don Luis Delgado el guardamuelles, también le había presentado a don Manuel Alonso Luján, el cura párroco en aquel tiempo, con el que Arnulf Neuwirth entablaría buena relación, no en vano, don Manuel también era un amante del arte y de la cultura en general.

A él le debemos algunos cantos y textos teatrales de nuestra tradición que o bien introdujo o contribuyó a mantener vivos, como son Los Gozos y el Adiós Reina del Cielo que se cantan en el novenario a la Virgen de las Nieves; el Auto de los Reyes Magos que mi generación conoció y llegó a representar, la quema de Judas y tantas obras de teatro que conocidas con el sobrenombre de "las comedias del señor cura", se representaron durante su larga estancia en Agaete.

La buena relación que establecieron párroco y pintor, permitiría a este segundo no sólo observar con detenimiento el cuadro central del Tríptico Flamenco de Las Nieves, que lo tenía al lado de su vivienda, sino al resto de los cuadros -los laterales y los medallones- guardados en la casa parroquial de la Iglesia de la Concepción, en el casco urbano de la Villa Marinera.

Una observación que le reafirmaría en que no se correspondía la imagen de la Virgen de las Nieves con el resto según cuenta en otra carta. Es más, como la tertulia sobre arte la habíamos dejado para la sobremesa, ya me había advertido de antemano que teníamos una "Virgen falsa", según recordaba de su estancia en Agaete.

Fue en esa sobremesa cuando le mostré el Tríptico Flamenco tal y como lo conocemos en la actualidad, contándole que tenía razón, cuando hizo su observación en 1939, acerca de que el estilo y pincel de la pintura de la Virgen no se correspondía con el resto de los cuadros flamencos, pero que en el año 1963, gracias al atrevimiento del cura párroco don Teodoro Rodríguez y Rodríguez, apoyado por el obispado, se realizaron los trabajos de limpieza y restauración que dieron como resultado la aparición de la pintura primigenia, cuya autoría sin lugar a dudas corresponde al pintor flamenco Joos Van Cleve.

Los conocimientos pictóricos de Arnulf Neuwirth según me contó, le guiaron a fijarse en los laterales del cuadro central, observando en ellos la influencia de Patinir, de hecho en la corta pero fructífera relación epistolar que mantuve con él, escribía diciendo que, "ya en el tiempo de mi estancia en Gran Canaria (1939-1942) reconocí en ese cuadro la mano del pintor flamenco Joachim Patinir. De esa misma mano tenemos en el Museo de Historia del Arte en Viena uno de sus delicados y coloreados World Landscapes (o paisajes imaginarios), titulado un Bautizo de Cristo en el Jordán".

Unos meses antes de visitarle en Eggenburg, tuve la oportunidad de ver en el Museo del Prado una exposición bajo el título Patinir y la invención del paisaje y también de adquirir el "catálogo razonado con detallados estudios de las 29 obras que se atribuyen al pintor", según reza en la contraportada del mismo, de lo que se desprende la acertada opinión de Arnulf Neuwirth, no en cuanto la autoría pero si de la influencia que ejerció Patinir como primer artista europeo especializado en pintar paisajes idílicos, como así son los que aparecen en cualquiera de las piezas que conforman el conjunto pictórico flamenco de Las Nieves, recordando que por su procedencia, la región de Flandes, no sólo no tiene montañas sino que está situada por debajo del nivel del mar.

Me preguntó Arnulf Neuwirth si llegué a conocer a don Manuel el cura y le contesté que sí, que con él hice la primera comunión y que llegué a asistir a algunas de sus comedias, elegidas entre aquellos textos de la Galería Dramática Salesiana, de las que aún recuerdo algunos números musicales como: "He nacido en Holanda, en una aldea y los mozos me dicen que no soy fea. Tengo poca experiencia y no lo entiendo. Estoy durmiendo el sueño de la inocencia". O aquella otra cuya anécdota superó a la propia comedia en sí, protagonizada por Demetrio Santana, más conocido como Tito el de Felicita y que le costó un gran disgusto a su madre con Pinito, la abuela de mi amiga Mari Pino Amador, cuando haciendo el papel de zapatero cantó: "Voy a hacer unos zapatos de tan fuerte construcción que no los pueda romper ni la bala de un cañón" y Tito, ni corto ni perezoso, sustituyó la bala de un cañón por Pinito la Amador aprovechando la rima.

También recuerdo aquel coro de espigadoras de la zarzuela La Rosa del azafrán, cuando llegado el momento donde el coro de espigadoras canta el: "¡ Ay ay ay ay! Qué trabajo nos manda el Señor?"

El movimiento de las componentes del coro hizo que el brazo del pick up, colocado sobre el escenario para mejor audición, comenzara a dar saltos pa'lante y pa'tras y entonces sí que de verdad el Señor nos dio trabajo y risas a la vez, para entender aquel galimatías, sin olvidar tampoco otra función memorable cuando cantando el famoso "jamalaji, jamalaja, jamalajata, el sultán tenía una pipa de oro y plata", desaparecieron de repente de la escena- por hundimiento del endeble escenario-, el grupo de bellas huríes del edén, ataviadas ad hoc para la ocasión, no sabiendo distinguir qué fue más cómico, si la letra o el momento de la caída, de la que por suerte no hubo daño alguno que lamentar.

Fue el momento en el que Arnulf Neuwirth me comentó que había pintado algunos decorados para las obras de las que don Manuel era el mecenas y también algunos cuadros para los amigos que con tanta amabilidad le habían acogido y a los que sólo podía corresponder con su arte; cuadros la mayoría de pequeño formato- alguno de los cuales he localizado- acordes con la precaria situación en la que vivía.

También le comenté que la iglesia de mi niñez fue una escuela de canto para los niños y niñas que teníamos buena voz y voluntad para asistir a los ensayos- que éramos bastantes- cuestión nada extraña para el pintor austriaco debido a la tradición musical centro europea en la que los rigores del clima- además- propiciaban las actividades a cubierto, entre las que se encontraban las musicales y corales.

Somos bastantes los de mi generación que le debemos dichas enseñanzas a don Tomás Martín Trujillo- Tomasito- y también a mi primo Juan Lorenzo Godoy, como el aprendizaje de la Misa en Fa bordón, cantada en latín en Nochebuena, acompañada del armonio, percusión y pajarillos, también la de Pío X y, sobre todo, el Miserere del Viernes Santo, cuando siendo unos chiquillos, nuestras voces que aún no habían cambiado, eran el contraste perfecto con la del coro de hombres.

A partir del Concilio Vaticano, en el que los curas dejaron de darle la espalda al pueblo para celebrar la misa frente a él y hablándole en su idioma, llegó lo que se llamó entonces la Misa Comunitaria y aquel: "Vayamos jubilosos al altar de Dios"? con Tomasito dando la nota de entrada desde el coro de la iglesia para que cantara como solista desde el presbiterio y sin desafinar.

Aquella historia aprendida en la escuela era luego reforzada por la catequesis, unida por el hilo conductor de la cruz, desde la de don Pelayo allá en Covadonga, hasta la de Santiago, pasando por la Cruz que luchó 800 años contra la Media Luna, la Evangelización de América o la espada al servicio de la cruz en tiempos de Carlos I de España y V de Alemania, sin olvidar el apéndice que contenía la Formación Político-Social y las Lecciones Conmemorativas- diferente para niños y niñas-, entre las que destacaré la Santa Infancia y el Domund, dos motivos solidarios para salir a la calle con la hucha que simulaba la cabeza de cualquier raza menos la blanca, a pedir por las casas con algunas niñas disfrazadas de monjas, subsaharianas y chinas, porque siempre hubo otra infancia, así nos decían, que vivían en peores condiciones que nosotros, que nos podíamos considerar afortunados porque nada más nacer tuvimos aquella especie de centro de pediatría en Santa María de Guía llamado la 'Gota leche' y porque según mi padre, la compra con cartilla de racionamiento acabó, al menos en Gran Canaria, el año en que nací.

También con la perspectiva que sólo el tiempo da, la iglesia de Agaete fue, sin duda, una escuela de aprendizaje cultural y organizativo en la que crecimos y aprendimos conceptos que aplicamos luego en nuestro compromiso con la casusa pública, primero con la tendencia teatral de don Manuel Alonso Luján, a quien le siguió don Teodoro Rodríguez y Rodríguez- el águila blasonada de la retórica eclesiástica grancanaria- y su gusto por la pompa y el boato vaticano, además de la simetría decorativa y escénica sin concesiones.

Tal es así, que siendo monaguillos y emulando aquel entorno de personas mayores, nos apropiamos del Callejón de los Pobres- actual calle Norte- y de la calle La Palma, para reproducir en la placilla del Grupo Escolar -actual plaza Fernando Egea- el simulacro de una Procesión del Encuentro de Semana Santa, dirigidos por mi amigo Pedro Armas, mientras que en la casa de mi otro amigo Pepe Juan del Rosario, con un telón de boca- como todo teatro que se preciara-, hecho con dos colchas compradas por su familia a Rafaelito el árabe, montamos un escenario a base de cajas de tomates- que eran muy socorridas- para representar Alí Babá y los 40 ladrones, con un decorado en papel simulando una cueva y un tesoro elaborado a base de piedras forradas en platina con una luz a pilas camuflada en medio para que el tesoro resplandeciera. La imaginación, desde luego, no escaseaba.

Quien dijera que andando el tiempo y, ante el estado de excepción decretado por la dictadura franquista en 1969, estando en una reunión de Acción Católica en los bajos de la iglesia de la Concepción, se presentó la guardia municipal con la orden de suspender el encuentro sin que el cura de turno pudiera hacer nada al respecto, a pesar de su posición y privilegios.

De la misma manera que descubrí en el Museo de Viena el cuadro de Arnulf Neuwirth, motivo e hilo conductor de este relato hecho pregón, he visitado a conciencia museos donde sabía que había alguna de las obras más importantes de Joos van Cleve. He de confesar que me he encontrado donde no me lo esperaba otras obras suyas como por ejemplo en Frankfurt, Schwäbisch Gmünd o en Basilea, donde se encuentra el cuadro con el Niño Jesús y San Juan, uno de los que inspiraron a nuestro Pepe Dámaso para su interpretación del Tríptico Flamenco. Los elementos leonardianos pictóricos del Sur, unidos al color de los primitivos flamencos, han hecho que Joos van Cleve sea considerado el Leonardo da Vinci del norte de Europa.

Agaete, el arte, la Rama..., de todo hablé con el pintor y, especialmente, hablamos de las fiestas. Son las de Agaete unas fiestas de subidas y bajadas. Subimos y bajamos a Tamadaba a buscar la Rama y sube y baja del puerto al casco la Virgen de las Nieves, creándose con esa movilidad espacios y momentos privilegiados para el encuentro, para compartir y departir con personas que quizá de otra manera nunca lo hubiésemos hecho. Momentos para la comunicación y la generosidad sin la cual sería impensable la reconciliación, primero la de cada cual consigo mismo y luego con el resto.

Qué me sabe cuando oigo una conversación que empieza o acaba con ¡nos vemos en La Rama!, ¡nos conocimos en La Rama!, ¿Vas a La Rama?

Qué a gusto me siento cuando un grupo de jóvenes agaetenses, con quienes me tropecé un año por casualidad posando junto a las letras de la Rama que están en la entrada del pueblo, me envían mensajes convocándome para repetir la experiencia, o cuando otro grupo reivindica la noche del día 2 de agosto para un encuentro tranquilo y sosegado, independientemente de los almuerzos del día 5.

A pesar de sus 95 años, Arnulf Neuwirth esperaba que nos volviéramos a ver, que el feliz vínculo con el "Caballero de la mano en el pecho", que así me llamaba, se conservara. El moriría a los cien años después de una vida plena y llena de variadas y ricas experiencias, reconocido profesional e intelectualmente por su país y su región de residencia. En Austria quedó su obra y en ella, retazos de aquel Agaete que lo acogió y, en mi corazón su recuerdo. Y siguiendo con las ausencias, este año celebraremos las fiestas en honor a la Virgen de las Nieves sin Cristo Rodríguez Armas y sin Juan Pablo Oropez Trujillo, dos personas de nuestro pueblo vinculadas con La Rama y que han partido a bailarla en otras estancias, dejándonos generosamente el galardón popular más preciado con el que el pueblo de la villa de Agaete reconoce a quienes son merecedores del mismo como son los papagüevos que encarnan a sus respectivas personas y que los eternizan para siempre.

Poco o casi nada que no tenga solución ha cambiado en las sesenta y dos Ramas y, en el mismo número de subidas y bajadas de La Virgen de las Nieves de las que tengo conciencia, excepto que, ciertamente, somos demasiada gente para el mismo espacio; pero también en la época de mis abuelos vi como en mi casa, donde normalmente compartíamos espacio seis personas, con ocasión de las Fiestas de las Nieves dormíamos treinta o más, pues según el dicho de mi abuela, que ya alguna vez conté: "cerrando la puerta de la calle toda la casa es cama".

Ciertamente, han pasado muchos años desde aquellas Ramas familiares y apacibles en las que las caracolas sonaban en la noche, junto a mi casa, convocando a la subida a Tamadaba; desde aquellos amaneceres en los que la vecindad iba anunciando el retorno de los romeros a golpe de voces y silbos según se acercaban al pueblo: ¡Ya vienen por La Abejera! ¡En la era de Guayedra Arriba ¡ Por el Lomo del Manco! ¡Cruzando el barranco! ¡Ya están en la Cruz!

Del mismo modo que en la subida de la Virgen se anunciaban con las consabidas expresiones de: ¡Ya viene por La Torre! ¡Por Los Granaderos! ¡Por la Palmita! ¡Por las Candelarias! ¡Ya está en el Puente Viejo! ¡Fuerte viento! ¡La corona no llega viva al pueblo!

En la puerta de los días principales de nuestras fiestas, en el Agaete de la mixtura, el Agaete de quienes aquí hemos nacido y nos hemos criado, el Agaete de quienes lo han elegido para vivir o trabajar, o sólo para pasar unas vacaciones o únicamente para la visita de un día, no sobra nadie. Contra viento y banderas y acomodados de otra manera en el Agaete de mi pregón que ahora es de ustedes, cabemos todas las personas que queremos vivir y compartir un año más la fiesta, bien sea bailando La Rama, acompañando a la Virgen de las Nieves en la subida o en su llegada al pueblo o en ambas cosas.

Desde mi condición de pregonero les invito a que vivamos y compartamos la fiesta, haciendo de ellas un modelo de inclusión por plural y diversa. Que tengan, paisanos, unas felices fiestas, que las vivan intensamente, que las disfruten.

Mención especial merecen el Museo de Viena (Wien Museum) y al Landesmuseum de Sankt Pölten por su colaboración, así como Rolando Davidson, Luis Valdés y Marisel de la Vega, por su ayuda como traductores.

Vecinos y vecinas de Agaete, visitantes que nos acompañan: ¡Viva la Virgen de las Nieves! ¡ Viva La Rama! ¡Viva el pueblo de Agaete!