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Los papagüevos montan el jolgorio en Guía

Papagüevos grandes y pequeños se citaron en el tradicional pasacalles

Los papagüevos en el frontis de la iglesia Juan Castro

Gueppetto y su 'hijo' Pinocho, un hippie, un panadero, Sulley de Monstruos S.A, un diablo, varios jugadores de la Unión Deportiva Las Palmas o el capitán de la UD Guía, se citaron en el día de ayer en las calles de Santa María de Guía para bailar al ritmo que marcaba la banda junto a ellos no faltó la tradicional canaria o la 'negra'.

Los papagüevos son una tradición que pasa de padres a hijos, como se desmuestra cada vez que salen a la calle y se inunda de pequeños apréndices que tienen mucha práctica. En el día de ayer, los pequeños se convirtieron en los grandes protagonistas. Ataviados con sus papagüevos, que en algunos casos eran más grandes que ellos, de sus personajes preferidos como Olaf, Guepetto o Sulley, y otros fruto de la imaginación de sus abuelos recorrieron las calles del centro histórico del municipio junto a la banda.

Una tradición que se lleva en la sangre y que aflora desde la infancia. Es así, como numeroso grupo de niños de entre seis y ocho años fueron los encargados de encabezar la comitiva festiva.

Los papagüevos pequeños y sus dueños esperaban ansiosos el comienzo de la fiesta y la llegada de los papagüevos grandes, sus 'referencias' e inspiración. Emily Tejera, de 6 años, se mezclaba y observaba de cerca el papagüevos de sus compañeros, pero no perdía de vista el que le había confeccionado su abuelo Antonio Afonso. "Tardé alrededor de tres meses en hacerlo y fue porque lo pidió para su cumpleaños". Emily Tejera acumula tres años de pasacalles junto a su policía y ya piensa junto a su abuelo en renovarlo. "Ya estamos pensando y pronto empezaremos a trabajar en el próximo".

A medida que se acercaba la hora del pasacalle los nervios que acompañaban a la ilusión iban creciendo. Adriel Mendoza, a sus 7 años, ponía en práctica los conocimientos adquiridos en el colegio y contaba una y otra vez los papagüevos grandes presentes. "Hay 15, pero igual viene alguno más, como ayer fue la cabalgata no sabemos". A sus siete años la tradición por los papagüevos le viene de lejos. "Cuando era pequeño tenía un papagüevo de mano, que está bien para salir y no cansarte pero este año me regalaron uno grande". Un hippie de tamaño mediano que es más grande que él, pero que "no le pesa nada. Me lo regalaron el día de reyes, yo tenía esa idea en la mente, pero no me lo esperaba cuando lo vi". Un hippie , que era su referencia, "cuando nos lo pidió nos dijo como tenía que ser", añade su padre.

Gueppetto y su dueño, Eric Trujillo, llevan juntos casi tres años y no se pierden ningún pasacalles. "Me encanta salir y bailar con el resto de papagüevos". Y en su caso tampoco nota el cansancio. "Estamos alrededor de una hora y media, o más, pero lo bueno es que tenemos descansos". En su caso, un gusto atípico puesto que en su familia no hay tradición. "Al único que le gusta es a mí". Mientras, recuenta los papagüevos grandes y apunta, "hoy han salido dos que son poco habituales, como la negra y la canaria".

Son 21 papagüevos los que alberga la Fundación Canaria Néstor Álamo, encargada de custidiarlos. Mientras que la Asociación Amigos de los Papagüevos intenta inculcar la tradición entre los más pequeños. "Cada vez hay más niños que les gusta y que salen a bailarlos, hemos calculado que habrán entre 40 y 45", apunta el secretario de la Asociación, Daniel Miranda.

Entre los más pequeños destaca el hombre de las nieves, Olaf, ataviado con sus medias a juego. "Se me ocurrió la idea cuando vi la película de Frozen y pedí este papagüevo". Su dueño, Javier Padrón, hace un año que lo tiene y le encanta "salir a bailarlo".

Los nervios se disiparon y con todos los papagüevos grandes reunidos en el frontis de la iglesia comenzó el pasacalles. Pequeños y mayores se adentraron en sus papagüevos cuando los acordes de la banda empezaron a sonar. Los más pequeños danzaban al ritmo de la música mientras sus padres los obeservaban atentamente. Los más atrevidos se animaban a adentrarse entre los papagüevos grandes. Un jolgorio que se transmitía a los padres, abuelos y hermanos que se habían congregado para ver el espectáculo que se formó en las calles de Guía.

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