"Llevaba casi nueve años en las Islas como obispo, el mercedario Fray Valentín de Morán y Estrada, cuando el 15 de febrero de 1760 decretaba la clausura por ruina del templo que desde 1600 albergara en el valle de Teror la Santa Imagen de Nuestra Señora del Pino. Dos días antes afirmaba la necesidad de un nuevo edificio que, en justicia, diera custodia a la Virgen, ya que 'siendo este templo el más frecuentado de la isla y que justísimamente llama a si la devoción de los fieles, pues veneran en él a quien tantas veces han confesado deber su especial protección', era lógica la intención de construir en la Villa un templo con características artísticas y arquitectónicas dignas de meritar el honor de alojar la Imagen, advocación predilecta de los grancanarios".

Así arrancó anoche la conferencia de José Luis Yánez, cronista oficial de la Villa de Teror, para conmemorar el 250 aniversario de la construcción de la basílica del Pino, uno de los actos de las fiestas de la patrona de Gran Canaria.

Yánez realizó un recorrido histórico y sentimental, -"sobre todo sentimental", admitió horas antes- por este templo, tercero de los que desde el siglo XVI cobijara a la Virgen y que "es la continuación en el tiempo de esta línea que lo une al lugar donde se ubicaba el Santo Árbol en el que la tradición y la leyenda sitúa la aparición de la Imagen".

"Caminaremos", añadió el cronista, "por un itinerario en el que haremos hitos o paradas de reflexión en figuras de obispos, en el urbanismo terorense, en hermosos textos como los del fraile Diego Álvarez de Silva, que escribió en 1767: 'en breve tiempo se zanjó larga mina, más profunda, que los hondos cimientos, que se abrían para divertir a ella las aguas que los llenaban. Se hizo bautisterio, coro, duplicada sacristía, camarín, escalera con dos salas, tribunas, muros con algunos aposentos preciosos, poyos y pilar con sus acueductos. Asimismo casas con tan hermoso frontispicio que lo puede ser y lo es de un palacio".

Yánez recordó los siglos de edificaciones que se hundían en el barro en el que se construyó la Villa, y como siempre y por siempre "la sublime tozudez" de los hombres y mujeres de Teror se mantuvo empecinado en que (aunque hasta el obispo Verdugo ordenara lo contrario) la Virgen del Pino debía continuar donde el Pino había crecido, medrado y servido de primer trono a la Santa Imagen".

"Quizá hoy, día justo en que celebramos los 250 años de la maravilla hecha agasajo y casa, celebramos más el sentimiento de que con esto defendemos el milagro, no ya tanto de la Aparición, y sí de que la construcción mantenida en un hilo durante dos siglos por el empeño y la obstinación de un pueblo que quería estar y permanecer donde sus raíces se alimentaban de la misma savia del Pino que les dio razón de ser", resaltó.

El edificio tardó siete años en concluirse y el obispo Morán, ausente de las islas desde 1761, no llegó a verlo. El obispo Delgado y Venegas, que con el tiempo llegaría a ser cardenal, lo inauguró en un festivo fin de semana que se inició el 28 de agosto de 1767, onomástica de San Agustín, y culminó el domingo 30 de agosto de 1767.

"Cúmplense exactamente 250 años de aquel gozoso evento", proclamó Yánez, quien recordó que "un prebendado de entonces, don Diego Álvarez de Silva, sacerdote y catedrático de Gramática de nuestra Santa Iglesia Catedral, dejó constancia de todo lo que aquel día sucedió; desde las luminarias en las casas, hasta las hogueras en los campos, en su famosa Descripción de las fiestas de la dedicación del magnífico templo de Teror".

Tras siete años de grandes trabajos para los habitantes de toda la Gran Canaria, "era lógico que el pueblo quisiera fiestas porque los penares habían sido muchos para levantar el aún hoy en día, majestuoso templo", señaló.

"Con la edificación de la Iglesia de Teror, la Villa cambió completamente su ordenación urbanística y se generó la especial predisposición de construcciones, calles y plazas que ha llegado hasta nosotros. "Con los sobrantes de lo reunido para el templo se edificó a la trasera del mismo, el extraordinario Palacio del Obispo y se reconstruyó la vetusta Casa Parroquial de la calle de La Herrería. Además, el coronel de la Rocha edificó en su peculiar estilo la casa que ocupara el solar de los Pérez de Villanueva (fundadores de Teror) entre la Plaza y la Herrería; lugar donde se celebró el convite de aquel agosto festero", precisó Yánez. Tras la conferencia, el Cuarteto Camerana de Gran Canaria ofreció un concierto, con la soprano Judith Pezoa, e interpretó arias de óperas.