El paso de las llamas ha dejado una estampa desoladora en la zona recreativa de Los Llanos de Ana López. Contenedores de plástico derretidos, pinos calcinados, madera quemada y una tierra que echa humo al caer la última lluvia del verano. Los vecinos de Cueva Grande, Las Lagunetas y Aríñez regresaron ayer a casa.

Como si del mismo Parque Nacional de Timanfaya (Lanzarote) se tratase, la cumbre de Gran Canaria es una olla a presión que dispara humo allí donde aún quedan restos del incendio. La tierra ha pasado de verde a un color negro, propio del infierno que viven en estos momentos sus habitantes.

Desde Cueva Grande (San Mateo) hasta La Cruz de Tejeda, el camino luce tenebroso. No solo por la neblina con la que despertó ayer el Pinar de Tamadaba, sino por el aire grisáceo que desprenden las cenizas de casas, cuadras de caballos, corrales de ovejas y pino quemado. Mucho bosque quemado.

Entre vehículos de Emergencias y algún que otro extranjero despistado que se echaba las manos a la cabeza al llegar a Tejeda, algunos vecinos paraban en las inmediaciones de Los Llanos de Ana López con gesto sombrío y lágrimas en los ojos.

"Esto es una maldición", exclamaban algunos, desde el interior de su vehículo al observar un merendero azotado por las llamas y una tierra, que a pesar de agradecer el rocío de la mañana, estaba de luto.

En las medianías de la Isla un rayo de esperanza comenzaba a brillar sobre el polideportivo de San Mateo. En el pabellón pasaron la noche decenas de familias, que fueron desalojadas por el incendio en los pueblos de Cueva Grande, Las Lagunetas y Aríñez.

Los primeros que abandonaron el campamento base, en el que se había convertido de forma improvisada el recinto, fueron los residentes de Aríñez y Las Lagunetas. No fue hasta las 11.00 horas cuando Mauricio Navarro, de 94 años, y otros residentes de Cueva Grande pudieron emprender el camino de vuelta a casa.

"Ha sido un horror", comenta Mauricio desde su silla de ruedas. En estos momentos "los cristianos estamos desorientados. No sabemos qué hacer ni a dónde ir. Solo espero encontrar mi casa como la dejé y el campo, que tanto nos da para vivir, vuelva pronto a lucir verde", asegura el vecino, que ha dedicado su vida a la agricultura.

Como Mauricio muchos vecinos del municipio de San Mateo salieron "con lo puesto" el pasado miércoles de sus casas tras de-clararse el incendio. Hoy toca "jornada de reflexión" en terreno ante los daños que ha causado la tragedia en cercados, cultivos y viviendas.