Aríñez parece un pueblo fantasma. A primera hora de la tarde, apenas algunos vecinos recorren sus cuestas o contestan al timbre. Casi todos duermen, tanto los habitantes desalojados como los resistentes, tras una noche en vela por el incendio desatado el miércoles que amenazó su pueblo.

Las llamas alcanzaron la parte alta, sobre todo, Risco Prieto, aunque sin quemar ninguna vivienda, salvo algún cuarto de aperos. Alrededor de 5.000 euros, precisamente, estiman Ricardo y Clara que perdieron en herramientas y bicicletas al calcinarse un cobertizo de madera y chapa cercano a su vivienda. Junto a sus hijos de 15 y 7 años, la pareja aún conserva en el fregadero de la cocina, a última hora de la mañana, los platos con arroz y pescado a medio comer que abandonaron para huir del incendio hacia San Mateo. "Salimos con lo puesto por patas, excepto mi hijo, que agarró el ordenador, la Play y los libros", recuerda Clara junto a Ricardo, que resistió hasta el último momento para mostrar a los equipos de emergencia las casas habitadas e instar a sus propietarios al desalojo del núcleo.

Muchos de los vecinos evacuados se refugiaron en el bar Mateo, en la parte baja del pueblo, que habitualmente solo permanece abierto de viernes a domingo. Sin embargo, el propietario, Mateo Rubio, decidió abrir sus puertas a las 20.00 horas para acoger alrededor de medio centenar de personas desplazadas por las llamas, sin cobrar desde cafés y chocolates a bocadillos y dulces, con la excepción de las bebiads alchólicas. Hasta las 10.00 horas, el bar Mateo ofreció cobijo a la gente gracias a la atención del hijo del dueño, trabajador en el siniestrado negocio El Refugio de la Cruz de Tejeda que transformó en un refugio el local de su padre.