María Ortega tiene 86 años y lleva toda una vida en Risco Prieto, el lugar que la vio nacer y huir de las llamas el pasado miércoles. Estaba almorzando cuando un humo denso entró en su casa y el olor a quemado la puso en alerta. En cuestión de segundos sus nietos, que viven a pocos metros, la avisaron de que tenían que salir corriendo porque las llamas se acercaban a la velocidad de la luz hasta sus viviendas. "A lo largo de mi vida he visto muchas candelas, pero como esta ninguna", asegura la anciana, ya recuperada del susto y feliz por conservar su hogar casi intacto.

"De golpe se acercaron las llamas, corrimos hacia el coche y en menos de diez minutos vimos una legua de más de 20 metros. Estaba asombradita, yo pensaba que ardíamos todos aquí y casi no me da algo cuando vi que el fuego llegó a la puerta de la casa de mi nieta", relata María con las emociones todavía a flor de piel. El trayecto en coche también fue para no olvidar, "porque, aunque no había llegado a nuestros pies en la carretera, casi no podíamos circular por la humareda tan grande que había", agrega mientras afirma que "fue horrible, en la vida he visto correr el fuego tan rápido y sólo el que lo vio, como nosotros, lo sabe".

Por fortuna, pudo pasar la noche después de la catástrofe, junto a sus familiares, en un hotel en el Juncalillo que regenta uno de sus nietos. "Al día siguiente ellos regresaron al mediodía porque un vecino les dijo que ya estaba abierto, pero aquí, desde el incendio, no tenemos comunicación y no sabíamos cómo estaban las casas ni los animales", comenta la octogenaria que no puede evitar mostrar su alegría al comprobar que todos están a salvo y no hubieron males mayores. La peor parte se la llevó su nieta Elsa González y su pareja Aythami Rubio, ya que el fuego calcinó algunas plantaciones de su finca, tuberías de agua (por lo que se quedaron sin el suministro) y un container con materiales de regadío y construcción. "Por poco no se quemaron los perros y la yegua, pero están bien", resalta Rubio. Un final lo más parecido a feliz que, de una forma u otra, experimentaron todos los vecinos de Risco Prieto.

Como Estrella Ortega y Juan González, de 71 y 74 años. Este matrimonio está seguro de que lo que han vivido es un milagro. "Las llamas estaban por todos lados, por encima y por debajo, pero nuestra casita se quedó en medio y no le pasó nada", explica el varón con satisfacción en cada gesto.

Villa Los Abuelos es el nombre que esta familia ha puesto a la finca heredada de los padres de Estrella. "Era de sus abuelos, luego pasó a ellos y ahora a nosotros, que tenemos nueve nietos y un bisnieto", detalla la grancanaria a la vez que resalta el "gran valor sentimental" que tiene la vivienda. "La hemos construido nosotros mismos y es nuestro lugar de refugio de los fines de semana, porque nos venimos aquí y no molestamos a nadie", agrega.

Sin contar parras y coles quemadas, la casa quedó en buenas condiciones y la alegría volvió a este matrimonio que temió lo peor. "Fue un sueño, pero cuando la vi lloré de alegría y la cara me cambió", afirma.