"En apenas media hora", cuenta Elías Lorenzo (80), el fuego de Tejeda alcanzó las terrazas de cultivo de Cueva Grande. Las llamas, que superaron los 20 metros de altura, arrasaron con árboles, viñedos y casas. Norberto Naranjo perdió el pasado miércoles además de la cosecha de ciruelas, que estaba a punto de recoger, el patio exterior de su vivienda de fin de semana. "La maleza" que acumulan las tierras abandonadas de la zona les "jugó una mala pasada", según explican los vecinos, por ser "pura gasolina".

A diferencia de Camaretas y otros barrios altos del municipio de San Mateo, el pago de Cueva Grande deja entrever en sus laderas la huella del horror. Una espesa capa de ceniza recorre sus cercados, de Norte a Sur, y se cuela por las ventanas de sus habitantes.

"Ahora toca lavar mantas y cortinas, aunque aún así el olor no desaparecerá hasta en un par de semanas", espeta con resignación y cepillo en mano Luz María Déniz, esposa de Naranjo y afectada por el incendio.

La presencia indiscriminada de zarzas, matos silvestres y hierba seca ha provocado que este caserío de la cumbre de Gran Canaria saltara por los aires con ayuda de los alisios como si fuera "dinamita".

El fuego, que "brincó como una chispa" sobre castaños, pinares y todo lo que se interponía en su camino, según pudo ver Lorenzo a corta distancia, "no había quien lo parara" cuando rebasó la zona conocida como "La Asomada".

"Aquello era un horror", relata Lorenzo tras el incendio junto a su yerno Ángel. Como este agricultor, "nacido y criado" en Cueva Grande, nunca había visto "algo similar" en su vida no dudó en avisar a su mujer e hijo y salir en estampida en dirección contraria a las llamas. Ya tenía incluso el "bolso preparado" porque antes de que se desatara la tragedia tenía en mente ir a la "romería de San Mateo" y pasar la noche en su casa del casco urbano.

Al llegar a la altura de Montaña Cabreja, se cruzó con su yerno que acudía a su auxilio desde Las Palmas de Gran Canaria. Juntos pasaron en casa el "mal trago" del miércoles y ayer, desde una estepa calcinada, observaban con tristeza el negro fúnebre que ha teñido los campos de Cueva Grande. "Por fortuna" el fuego no llegó hasta su casa por estar el cercado "limpio y húmedo". "Al estar la tierra arada, el fuego no alcanzó nuestras fincas", desvela Ángel, quien recuerda con nostalgia junto a su suegro aquellos años en los que los animales transitaban por el camino de la Era Alta de Cueva Grande y los surcos de las terrazas actuaban casi de "cortafuegos".

La falta de limpieza de los campos aledaños a la familia Naranjo provocó precisamente que el fuego se extendiera a sus anchas por el patio trasero de su casa. Se llevó por delante techo, puertas y cristales de ventanas. Maquinaria y herramientas de labranza. "Menos mal" que Naranjo no guardaba en su taller productos inflamables y que las puertas de metal impidieron que las llamas se apoderaran del interior de la vivienda.

Sin embargo, sus ciruelos no corrieron con la misma suerte. A punto de acabar la temporada, las ciruelas de Naranjo yacen en el suelo carbonizadas y arrugadas, como pasas de un pudin de navidad. "Con esta pinta solo pueden servir como abono de la tierra", decía algo desconsolado mientras caminaba por sus perales y manzanos también abrasados por el incendio.

Y eso que aún no había valorado con calma los daños que le ha ocasionado el fuego en otros cercados que tiene en zonas aledañas, como Las Mesetas. En los próximos días, "cuando ya hayamos logrado retirar las cenizas y limpiar los escombros", matizaba, "comenzaremos con el recuento".

A su paso por el terreno de Naranjo, las llamas arrasaron las mangueras de agua, el corral donde antiguamente aguardaban los cochinos y el motor que alimentaba el riego de los árboles.

Un nivel por debajo de la propiedad de esta familia, el incendio no mostró perdón alguno. Dejó una finca y una casa antigua con techo a dos aguas completamente destrozadas. Naranjo intentó sofocar el humo, que aún desprendían los cimientos de esta vivienda abandonada cuando llegaron a Cueva Grande, pero ni con el agua de un "bidón" fue posible extinguirlo.

Este vecino de Tafira, pero residente en Cueva Grande los fines de semana, se enteró de la dimensión del incendio por los medios de comunicación. El miércoles intentó subir hacia su casa para comprobar el impacto de las llamas, pero la Guardia Civil le impidió el paso "por razones de seguridad" tras dejar atrás el casco de San Mateo. No fue hasta el siguiente día cuando por fin abrieron la puerta de la vivienda y encontraron a su perra Luna, sana y salva.

Estas vacaciones de verano han dejado en la familia Naranjo Déniz un "sabor agridulce". Agrio por los bienes materiales que han perdido y dulce porque tras el merecido descanso "afortunadamente" no han tenido que lamentar ningún daño humano.

En las próximas horas, los vecinos de Cueva Grande y sus alrededores recuperarán la electricidad en sus viviendas. Para algunos como Agustín Rodríguez, dueño del restaurante El Labrador de la carretera general, cada minuto sin suministro "sale caro". Aunque aún no ha dado tiempo para hacer los "cálculos", el establecimiento ha perdido en estos tres días sin nevera más de 80 kilos de carne y pescado.

A plena luz del día, los farolillos y las velas arrojan luz y algo de esperanza en la barra del bar. Tras el incendio, este otoño no va a haber muchas castañas que asar ni naranjas que exprimir. "Solo esperamos que este invierno sea generoso", anhelan en el bar, y deje a su paso por la cumbre brotes verdes.