En lo que va de siglo, no ha habido ni un solo año en que Gran Canaria se librara del fuego. Así lo re-flejan los datos del Instituto Canario de Estadística con las cifras aportadas por la viceconsejería de Medio Ambiente del Gobierno de Canarias. Durante el periodo entre 2000 y 2015 se declararon 806 siniestros sin contar con los conatos que se produjeron cada año y que no llegaron a mayores. En dicho periodo se quemaron más de 20.278 hectáreas de superficie de las 156.000 hectáreas que ocupa Isla.

El peor de todos ellos fue el que se originó el 27 de julio de 2007 en Pajonales, en el municipio de Tejeda, que envolvió a la Isla en llamas y humo durante tres días desde la Cumbre al Sur. Más de 16.800 hectáreas calcinas y numerosos daños materiales entre propiedades, fincas y animales de corral fue parte del balance del siniestro. Precisamente, el vigilante forestal que provocó el incendio -Juan Antonio Navarro Armas- era juzgado hace unos días en la Audiencia de Las Palmas por un jurado popular por el desastre. Se enfrenta a ocho años y medio de prisión tras confesar el delito. Aún no hay sentencia.

A las estadísticas se este siglo se suman los cinco siniestros superiores a una hectárea de superficie que se apagaron durante el 2016 -datos del Ministerio de Agricultura y Pesca con los aportados por la comunidad autónoma- y el que se ha registrado este miércoles en la Cruz de Tejeda, que ha quemado ya cerca de 2.800 hectáreas, gran parte de ellas pertenecientes a la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria, y que ha dejado entre sus cenizas a la vecina sueca de San Mateo, Carin Ostman, de 59 años.

Desolación y tristeza. Son las palabras que mejor reflejan el impacto que produce visitar un espacio natural tras un incendio. Más si cabe, cuando las llamas provocan la muerte de alguna persona como ha ocurrido en el incendio de esta semana o el pasado año en La Palma, cuando el agente forestal de Melenara, José Francisco Santana Álvarez, pereció en acto de servicio. En la memoria de todos, se encuentra el siniestro de La Gomera de 1984, donde perdieron la vida veinte personas entre autoridades, personal de extinción y voluntarios. Cuando esto ocurre, el incendio adquiere otro matiz, más doloroso, y pone en evidencia el peligro y el riesgo que supone estar cerca de las llamas cuando se quema el monte.

Más de una treintena de incendios se registraron en Gran Canaria al iniciarse el siglo, de los 85 que se contabilizaron en toda Canarias en ese año. En total, se quemaron 426,66 hectáreas; 381,42 de las cuales eran superficie arbolada. El origen de la mayoría de aquellos siniestros fue la mano del hombre. Bien porque fueron intencionados (18) o por negligencia o causa accidental que actuó como mecha (8). Tan solo en siete de ellos no se pudo determinar la causa.

Los años más aciagos respecto al número de superficie quemada entre el periodo de 2000-2015 fueron los años 2000 y 2007, con 426, 66 y 18.700 hectáreas calcinadas, respectivamente.

Sin duda alguna, el que se declaró el 27 de julio de 2007 en Pajonales y que durante seis días mantuvo a todo los grancanarios en estado de alerta hasta que se logró dar por controlado y extinguido el fuego es el que más fresco está en la memoria de todos por las dimensiones que alcanzó en pocas horas.

2007 fue un año duro para el ecosistema grancanario ya que sembró de negro más de 18.700 hectáreas desde la Cumbre hasta el Sur, ya que el incendio logró llegar a Arguineguín y Venegue-ra. También para el Archipiéla- go, porque tres días después del siniestro de Pajonales se origi- nó otro en Tenerife. En concreto en Los Realejos, donde se que-maron 16.821 hectáreas y se tardó 17 días en ser completamente extinguido.

El incendio de Pajonales ocasionó 90 millones de euros de pérdidas materiales entre viviendas afectadas, fincas, animales, y otras propiedades. Sin olvidar el grave daño ecológico para Gran Canaria ya que afectó al Parque Natural de Inagua, reserva natural del pinzón azul, una de las aves protegidas de Canarias.

Pero 2001, 2004, 2005 y 2013 tampoco se quedaron atrás. En 2001 se calcinaron 112,11 hectáreas, mientras que en 2004 los valores alcanzaron las 226,19 hectáreas. En el año 2005 también se pasó la barrera de las 200 hectáreas -210,4- y, en 2013, casi se vuelven a traspasar -199,74-.

El del 21 de julio de 2005, precisamente, afectó al parque rural del Nublo, enclavado en el municipio de Tejeda, cuya localidad a punto estuvo de ser desalojada. En menos de dos horas, se declararon varios focos difíciles de controlar por lo encrespado del terreno y porque enseguida se echó la noche. Las zonas más dañadas fueron los parajes de Covacorcho, las Mesas de Galaz, Cazadores y Los Moriscos, poblaciones pertenecientes a Valleseco, Tejeda y Artenara.

También afectó a la zona cumbrera, el incendio que se desató el 24 de octubre de 2013. En aquella ocasión se levantó el nivel de alerta 2 debido a que el fuego no tenía un frente definido y por el viento suroeste. En aquella ocasión también hubo que desalojar el Parador de Tejeda en prevención, pero afortunadamente se libró de la quema. No ha sido así en este último incendio declarado en la Isla, donde parte del edificio se encuentra afectado.

Las Lagunetas, Montaña Galaz-Aríñez, la Degollada de Becerra y Cruz de Tejeda, en los municipios de Tejeda y San Mateo, fueron los municipios más afectados en aquella ocasión.

Entre los mejores años en cuanto a la ausencia de incendios en la Isla figuran: 2008, con tan solo 9,58 hectáreas quemadas; 2011, con un registro de 15,21 hectáreas arrasadas, y 2014, con un total de 13,2 hectáreas afectadas.

Lo más llamativo de todos los siniestros de este siglo, es que la gran mayoría están focalizados en la zona cumbrera y medianías, donde se encuentra la masa forestal de la Isla, y se concentra la población rural. Pese a que hay una mayor concienciación medioambiental entre la población y sensibilización sobre el daño que ocasionan los incendios, las principales causas que los originaron fueron la negligencia y la mala fe. Datos que invitan a pensar y a reflexionar sobre un fenómeno que lejos de desaparecer, se repite año tras año con mayor o menor virulencia.

Solo el incendio de Pajonales de los 806 siniestros declarados entre 2000-2015 fue catalogado como gran incendio forestal al superar las 500 hectáreas. El de la Cruz de Tejeda es muy probable que también lo sea, aunque el balance de la catástrofe aún no se ha terminado.

Incendios de similares dimensiones durante el siglo XX solo destaca el que se originó el 10 de septiembre de 1988 en Maspalomas, que arrasó 1.000 hectáreas de pasto en la Isla, según los datos registrados del Ministerio de Agricultura desde 1968 hasta 1999.

Ese mismo año, otras 200 hectáreas de pinares del parque na-tural de Tamadaba resultaron afectadas durante el verano. En aquella ocasión hubo que desa- lojar alrededor de 300 personas que participaban en unos campamentos organizados por la Cruz Roja Española. Aunque el más grave ese daño fue el de La Palma, donde quedaron arrasadas 5.000 hectáreas.