Que personas ciegas o con discapacidad visual graves expongan fotografías puede sorprender a más de uno. Y más viendo el nivel de las que se exhiben en el Centro Cultural Federico García Lorca en Ingenio. Una docena de personas con dificultades visuales participaron en un curso impartido por Tomás Correa para superar barreras y favorecer la integración. "Había hecho talleres así, pero nunca con personas ciegas", desveló.

Correa trabajó dos veces por semana durante tres meses enseñando a los asistentes los principios de la fotografía. "Hablábamos del sentimiento de las imágenes, más allá de lo que uno puede ver con los ojos", señaló Correa. Durante ese tiempo, salieron a visitar varios rincones de la geografía grancanaria para que pudieran desarrollar el proyecto. Abel González, trabajador de la ONCE, a penas puede distinguir lo que fotografía. Aún así, probablemente es uno de los que más ventaja tenía en el grupo. "Tengo un grado de visión del 10 %", reveló.

González podía utilizar el zoom de su cámara para detectar lo que quería fotografiar antes de disparar. "Me centraba en lo que quería capturar y luego volvía al plano general para sacar la foto", explicó. A González siempre le gustó la fotografía. "Con este curso aprendí mucho, porque Correa nos desveló otros muchos aspectos a tener en cuenta", aseguró. González expone hasta cuatro instantáneas suyas en el centro cultural. "Uno se siente artista por una vez, la verdad que tengo la suerte de poder ver algo del resultado", afirmó.

No es el caso de Armando Arencibia, que apenas puede distinguir la luz. "Fue una experiencia muy enriquecedora, volvería a repetir mil veces", aseguró. Arencibia lo tenía más complicado. "Fue todo un reto, porque jamás pensé que podía hacer fotos siendo ciego", explicó. Su historia de superación y ejemplo comienza en 2001, cuando perdió la visión y tuvo que ir a un centro de rehabilitación de la ONCE en la Península. "Luego regresé a mi vida normal, seguí dando clases en un instituto en Moya hasta que me jubilé", detalló.

Correa trabajó mucho con el grupo, que calificó de extraordinario. "Los resultados están ahí, y son mejores de lo que esperábamos todos", declaró. Correa aseguró que aprendió más de sus alumnos que ellos de él. "Al principio trabajamos aspectos básicos, como sujetar la cámara recta", señaló. El instructor desveló que se trabajaba mucho antes de disparar la foto. "Había que hablar, saber lo que se quería trasmitir, y la verdad es que personas como ellos lo consiguieron mejor que nadie", argumentó.

Tanto Arencibia como González disfrutaron el curso más de lo que pensaban. "La posibilidad de contar historias con fotografías fue una experiencia única", explicó González. Las imágenes permanecerán expuestas hasta el 25 de octubre. En ellas se puede observar el resultado del trabajo de este grupo dispuesto a superar barreras. Desde retratos de personas, momentos callejeros, paisajes, naturaleza y, sobre todo, muchos sentimientos plasmados en una instantánea que la mayoría de ellos no pueden observar. "Es un orgullo que otros elogien nuestro trabajo", aseguró Arencibia.

Porque la fotografía es más que el retrato de un momento. Hay algunas que traspasan fronteras, que trasmiten sentimientos sin palabras o sonidos. "Hay una, que es una foto negra entera, con un pequeño punto de luz en el centro, que es lo que quería plasmar el fotógrafo ya que es lo que él apenas llega a ver", aseguró emocionado Correa.

El curso consiguió que un grupo de personas ciegas retrataran lo que querían y podían ver. "Ha sido uno de los mejores talleres que he dado en mi vida", declaró Correa, que espera poder repetir la experiencia, al igual que los participantes. "Al conocer la historia detrás de cada foto, y de quien la sacó, te trasmite muchos sentimientos y te hace reflexionar más que una instantánea corriente", sentenció Correa.