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San Mateo/Santa Brígida

La Vega de las 70 iglesias

Pedro Socorro y Pedro Quintana recopilan en un libro las ermitas, oratorios, cruces y calvarios de San Mateo desde el siglo XV hasta hoy

Pedro Socorro y Pedro Quintana señalan en el libro La Vega: oratorios, ermitas y cruces, editado por Beginbook, que la cristianización de La Vega no se limitó sólo a esos edificios, ni siquiera a las cruces conmemorativas o calvarios alzados junto a los caminos, sino también a otros espacios relacionados con descansaderos de muertos, rutas de romerías, vías procesionales o manifestaciones del mal -brujas, muerte, diablo-, lugares de aquelarres, bailaderos, etcétera, que sin duda sobrecogieron a los antepasados.

El nuevo libro será presentado el próximo miércoles 25 de octubre, a partir de las 19.00 horas, en la parroquia de la Vega de San Mateo. "Lo que hemos intentado es un poco ver todo históricamente, hasta el presente, cómo ha ido evolucionando todo este proceso de cristianización de un espacio, de La Vega, lo que antes comprendía Santa Brígida y San Mateo. Se hace una recopilación de todos los datos que tenemos, la historia de cada ermita, incluida la de San Mateo hasta que se convierte en parroquia", según señala Pedro Quintana.

La actual parroquia de San Mateo comenzó siendo una ermita, pero en el año 1801 se convierte en parroquia.

"Las ermitas surgen por la cristianización de la isla, pero no solo por eso. También por tener una ermita propia o un oratorio particular. Era una forma de demostrar a la población quién tenía propiedades. Nadie en aquella época levantaba y sostenía una ermita o un oratorio si no era porque tuviera una renta buena. Era una forma de demostrar a la población, o incluso a Las Palmas ya que muchos eran vecinos de la capital, que tienes propiedades arriba y que eran grandes personajes con recursos o bienes", añade.

Unos son canónigos, otros son grandes propietarios agrarios. La investigación histórica abarca desde la conquista castellana de la isla, en el siglo XV, hasta el presente. "La Vega tenía el mismo nivel de cruces que el resto de la isla porque las zonas se cristianizan de manera sencilla: solo hace falta colocar una cruz. En cambio, en ermitas y oratorios dentro de las viviendas, nos ha sorprendido la gran cantidad que hemos encontrado. Sumando ermitas y oratorios pudimos encontrarnos con más de 60 o 70. Esto es importante porque sería equivalente a los que habría en Las Palmas capital, no tanto en ermitas como en oratorios".

"Eso significa cómo hasta qué punto en las zonas muy ricas había gente de Las Palmas que se trasladaba a La Vega, en verano sobre todo, y quería que la misa se celebrara en su casa para no desplazarse a La Vega o a Santa Brígida porque veían como un desdoro codearse con el pueblo. Por eso muchos piden a los obispos de la época que se les permita crear en sus casas un oratorio donde se pueda celebrar misa. O en algunos casos, como sucede en La Atalaya y en lo que antiguamente era el Monte Lentiscal, se van creando ermitas particulares, aunque al final cedan para que pueda acudir la gente a la celebración de la misa sin tener que desplazarse a Santa Brígida", añade.

Así, las familias importantes, en esos momentos de las cosechas, se convierten en la elite de La Vega. "Por eso hay tantas ermitas y oratorios, porque en el fondo es para no igualarse a la población del lugar y se convierten en una elite que tienen sus propias haciendas, sus propias casas, sus propias ermitas y sus propios oratorios como forma de diferenciación con la población del lugar. Pero la población es muy parecida a la del resto de Gran Canaria. Lo que pasa es que los intrusos que vienen de Las Palmas querían crear una hacienda isla, aislarse del resto de la población".

El libro, que contiene más de 700 páginas y un centenar de imágenes, ratifica al antiguo lugar de La Vega como el municipio de Canarias donde quizás más ermitas y oratorios privados se construyeron. "En el siglo XVIII, las ermitas y oratorios se incrementaron en paralelo a la presencia de los grandes propietarios con haciendas más o menos extensas en las que trabajaban algunos de los vecinos circundantes", afirma el cronista Pedro Socorro.

En La Vega se localizaba entonces el 7,2 % de todas las ermitas de la Isla, equivalente al porcentaje representado por su población dentro del conjunto insular.

Los autores constatan que la mayor parte de estas edificaciones estaban unidas a la explotación de la tierra, "mostrando las ansias de sus propietarios por hacerse alguien entre sus vecinos, pues aparte de alzar majestuosas haciendas o restaurar viejas casonas no dudaban en erigir oratorios u capillas dentro de ellas, en busca de una más íntima, y más diferenciada religiosidad".

Propiedad privada

Tan sólo la ermita de San Mateo Apóstol será erigida en la parte alta del término tras una petición vecinal, la cual se sostendrá con la aportación de los feligreses, cuya presión continuará a lo largo del tiempo hasta lograr su elevación a parroquia en octubre de 1801. "Las otras ermitas eran de carácter privado, pero la de San Mateo fue creada por la población. Curiosamente en la zona de la Vega alta hay pocas ermitas y donde hay más es en la zona donde están las propiedades de la gente con mayor capacidad económica, a los que no les interesaba hacer parroquias porque tenían su propiedad privada. En cambio, a los vecinos de La Vega les interesa hacer parroquia porque así no tenían que desplazarse a Santa Brígida ni a bautizarse ni a casarse ni a enterrarse. Preferían una parroquia en San Mateo porque podía estar al frente de ella un cura del propio pueblo que se colocaban allí con unas rentas y podían trasladar a sus familias ese dinero. Se convertían en un eje productor y económico".

Tras la publicación el pasado año de su libro Historia de la Parroquia de Santa Brígida (1525-2000), los autores han vuelto a aunar sus conocimientos para describir en este nuevo trabajo los iconos religiosos -algunos desaparecidos- que se alzaron en el entonces término municipal de La Vega.

El libro, cuyo prólogo realiza Pedro Suárez Rodríguez, cronista oficial de San Mateo, se divide en ocho capítulos bien diferenciados: los tres primeros dedicados a una amplia introducción histórica de la población y economía de Gran Canaria y La Vega desde la Edad Moderna; en los tres siguientes se relacionan las ermitas y oratorios públicos o privados que se construyeron desde 1600 hasta 1960 en la Vega de Abajo (El Monte, La Atalaya y Santa Brígida), la Vega de Enmedio (El Madroñal y Pino Santo) y la Vega de Arriba: la ermita del apóstol San Mateo, la de Las Lagunetas, Santa Mónica de Utiaca, la ermita de María Auxiliadora en Aríñez o los desaparecidos oratorios públicos de San José, dentro de una hacienda rural de Utiaca, y la pequeña ermita de San Pedro, en el Roque Saucillo.

Finalmente, los últimos capítulos son dedicados a describir las cruces y calvarios existentes en ambos municipios, destacando entre ellos la Cruz de Tejeda, la Cruz de los Navegantes, la Cruz del Herrero, la Cruz del Montañón, la Cruz de Constantino o los calvarios de Las Lagunetas, de Lourdes y de Risco Prieto. Debe consignarse que cada una de las cruces que se describen han sido geoposicionadas y pueden ser visualizadas en internet gracias a un código QR que se ofrece. El libro contiene, además, un generoso anexo documental.

Cruces

"La mayoría de las cruces que se levantaban eran para cristianizar, se colocaban en lugares clave de cruces de caminos. Era una forma de simbolizar las zonas cristianas. Eran zonas de tránsito, donde podían haber asaltos o muertes. También era un lugar de parada de los fallecidos cuando se llevaban de un lugar a otro para enterrarlos en las parroquias", señalan.

"Luego están los calvarios, que no hemos encontrado tantos, pero posiblemente sirvieran para el descanso de los féretros. Además de eso se añade una serie de cruces que vienen desde el siglo XIX por las misiones, y luego cruces conmemorativas relacionadas con la Guerra Civil. Hay una en La Atalaya, donde una mujer ofrece hacer una cruz por unos hermanos que han ido a la guerra. La mayoría de las cruces antiguas son para cristianizar los lugares y para el descanso de los cuerpos en el tránsito de un sitio a otro. También se cristianizaban zonas consideradas de brujería", agregan.

Las cruces antiguas son mayoritariamente de madera, aunque se han ido renovando. Hay zonas donde se pueden apreciar trozos de las antiguas cruces de madera. "Hay cruces muy importantes como las del Gamonal, que en vez de ser una son tres, muy consideradas desde el siglo XVII, y por otro lado tenemos cruces de cemento o de hormigón, como las de La Atalaya".

La Cruz de Tejeda original también era de madera y así se mantuvo hasta los años 40 o 50 del siglo pasado, aunque sí que tenía un pie de piedra. "Tenemos referencias de ella desde el siglo XVI". Cuando se construyó el Parador de Tejeda, la Cruz se remodeló en hormigón y desapareció la primigenia de madera.

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