"Le dije a mis padres que venía yo", explica la joven Judith Suárez Morera ante el nicho donde están los restos de su hermano, Raúl, que falleció el pasado mes de agosto, con tan solo quince años de edad, tras quedar electrocutado cuando saltaba de una torreta eléctrica a un estanque. Es el primer día de Todos los Santos para esta familia de Firgas después de la dolorosa y reciente pérdida de su hijo y hermano pequeño, que conmocionó a todo este pueblo del norte de Gran Canaria donde el chico era muy querido.

En el cementerio parroquial de Firgas donde la mayoría de los vecinos que han acudido se conoce, y en muchos casos, están hasta emparentados, todos se esmeran en cumplir con la tradición de limpiar las lápidas, poner flores y hasta hablar, después de los respectivos saludos, en silencio, con sus seres queridos.

Los padres de Raúl, el joven que jugaba en el Huracán, acudieron poner flores a su hijo, el pasado domingo, según señala Judith. La joven, de 20 años, con una gran entereza, coloca cada uno de los detalles que ha preparado la familia. El crisantemo matizado en rojo y blanco y la gerbera amarilla, son de su otra hermana, Joseni, de 25 años, y de su sobrino Erick; la tarjeta en la que se lee: "Hijo, nunca dejaré de quererte" es de sus sus padres. Y otras, la suya y de su hermana: "Siempre te guardaré en mi corazón"o "Cada día que pasa te extraño más". También le pone otras pequeñas tarjetas, relacionadase con su pasión por el fútbol: una con el escudo de la Unión Deportiva y otra con el del Barcelona.

Durante todo este ritual, la joven se muestra serena, mientras su amiga Claudia, llora, pese a sus esfuerzos por contener el dolor que le produce recordar tantos momentos con el muchacho.

"Lo hago todo por él", añade sin deternese un momento Judith. Hasta una foto, en la que se ve al joven sentado en un sillón junto a sus hermanas ha traído de casa. Con cuidado y esmero le pone unas gotas de pegamento para fijarla a la izquierda del nicho, en el que ya estaba otra pequeña foto del joven, junto a su nombre, y la fecha de su fallecimiento, porque en esta tumba del cementerio de Firgas descansan antes los restos de otras personas de la familia Suárez Peña.

Son muchas más las familias que tienen en este cemenerio de Firgas a sus muertos compartiendo sepultura. María del Pino Marrero Pérez acaba de dejar lista la tumba donde reposan su tía Candelaria y su marido, y otro tío. Fue su prima, la hija de Candelaria, la que le pidió que le hiciera el favor. Le queda poner los crisantemos y esterlitzias que tenía plantadas en un pequeño huerto de su casa en la tumba de su padre Antonio Marrero y la de su madre en donde también descansan los Marrero Pérez.

"El día que muera, que me quemen" sentencia esta vecina de Firgas de 73 años, que da por hecho, que llegado ese momento, ella no va a tener quien cuide su tumba como hace ella con la de todos sus seres queridos.

Entre cristantemos, la flor tradicional del día de Todos los Santos, y siemprevivas, estaba Teresa García Rivero acompañada de su marido Agustín y su hermana Magdalena. En el mismo sepulcro en el que se enterró su abuelo materno están también su padre y su padrastro. Las hermanas también comentan que ellas han pedido a los suyos que les incineren, sobre todo porque están casi seguras que esta tradición se termina con su generación. Lo que dicen que no han hecho aún es preguntar a su octogenaria madre, que todavía tiene mucha energía, como quiere que sea el proceso funerario.

Todo lo contrario defiende Juan Salvador Díaz Melián ,que acaba de poner claveles a sus padres: Sebastián y María del Pino. "A mi que no me quemen, y que vengan a ponerme flores" apunta, al tiempo que añade que en su familia se mantiene vivo este culto, y hasta su hijo, que estudia en Tenerife y antes de ir se acercó a visitar la tumba de sus abuelos".

Aún en este campo santo, construido entre 1900 y 1903 siguen siendo más lo que se decantan por las pompas tradicionales: 29 entierros frente a 11 incineraciones, asegura Pedro, el administrador.

Se ha hecho la una de la tarde y el párroco, Germán Cristiano Fernández, hace el responso desde la puerta de la pequeña ermita, que se levanta en el interior. La llamada de atención que lanza el sacerdote sobre la preferencia del responso frente a la misa en los funerales, sobre todo porque cuesta más dinero, enfadó a más de un parroquiano. Cuentan los vecinos que antes se hacía misa y debido a que siempre llovía se trasladó a la parroquia, en horario de tarde.

Y fuera, el sepulturero, que cobra 450 euros, lo que le obliga a hacer estas labores en Trapiche y Cardones por 70 euros entierro, y 140 si hay que sacar restos ; se queja de que "como no ha empezado el frío se mueren menos personas y él tiene menos trabajo".