Su ponencia en las Jornadas se titula Phoenix Canariensis H. Wildpret, embajadora de las Islas Canarias en la horticultura global, ¿ realmente está tan extendida por el planeta?
La verdad es que luego pensé titularla Un viaje de ida y vuelta. Como han puesto de manifiesto los trabajos de los profesores Pedro Sosa e Isabel Saro, la palmera canaria entró en el Archipiélago mucho antes que el hombre y se desarrolló en todas las islas. Hace unos 150 años, cuando era desconocida en el resto del mundo, y debido a una serie de horticultores afincados en las islas, especialmente Hermann Wildpret, empieza a difundirse como una especie ornamental a escala mundial. De hecho, hasta hace poco, ha sido considerada como la palmera más elegante, representativa y significativa como especie noble en jardinería. Se plantaron en palacios, grandes plazas o avenidas de Europa, Estados Unidos o Australia. Por desgracia, la plaga del picudo está destruyendo todo esa buena imagen y dentro de poco volverá a ser una especie casi exclusivamente afincada en las Islas Canarias. Afortunadamente, aquí tienen un refugio gracias a las medidas que se tomaron en su día para evitar que el picudo rojo las destruyera.
¿Es, entonces, el picudo rojo el mayor peligro de la palmera?
Ahora hay otro picudo que la ataca, que es la diocalandra, también muy dañino. Nosotros, que en colaboración con la Universidad Miguel Hernández, investigamos la colección nacional de palmeras de género phoenix, hemos visto que el problema más grave es el picudo rojo. Es una batalla en el continente europeo y lo tenemos muy complicado. Ciertamente es la mayor amenaza, aunque aquí lo erradicaron a tiempo. Si no, hubiera sido una verdadera desgracia.
¿Por qué fue la preferida en la jardinería?
Es una palmera que destaca sobre otras, no porque a alguien se le ocurriera en un momento dado, sino porque tiene unas características, tanto en su cultivo como estilísticas, que hicieron que fuera la favorita de muchos jardines, como los más famosos palacios de la Costa Azul, la Riviera italiana o los jardines botánicos de Roma, Palermo o Cagliari. Y muchos de los ejemplares que hay por allí son de más de cien años, porque las primeras plantaciones importantes se hicieron a partir de la década de 1860 en el sur de Francia e Italia.
¿Y en la Península?
También hay otro fenómeno precioso en la cultura peninsular española, que es la casa de indiano. Los que emigraron a América y volvían con algo de dinero, sobre todo gallegos, asturianos y cántabros, plantaban una palmera al volver, pero no una palmera americana, sino canaria. Y es por una razón que pocas veces se ha dicho. Realmente, el primer recuerdo de los emigrantes peninsulares no era América, era Canarias. Hemos hecho estudios en pazos y casas de indianos y hemos descubierto palmeras plantadas en 1890 que todavía están vivas.
En las islas existen palmerales abandonados y deteriorados. ¿Son conscientes los canarios de los valores que tiene su palmera autóctona?
En algunos sitios sí lo veo claro, pero en otros percibo que los canarios no son completamente conscientes de la importancia y riqueza. Por desgracia, una parte de esos palmerales está ligado a la actividad humana. Antes, los campesinos utilizaban la palmera para todo, para la cestería, para proteger las viviendas y como alimento suyo y del ganado. La támara es pequeña, pero algo da de comer. El campesino ya no está presente para conservarla. Además, la sequía continua requiere tomar medidas para protegerla. Aquí en Gran Canaria hay palmerales extraordinarios, unos son más naturales y otros fueron plantados en diferentes épocas históricas, pero todos son un patrimonio de la isla y en el mundo se valora mucho.
