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Entrevista | Fernando Wangüermet

"Es complicado reconocer que no sabemos qué ocurre a los pacientes"

"Con mi trabajo quiero quitar la angustia de portar una mutación que causa muerte súbita", reconoce el especialista en Cardiología

El doctor Fernando Wangüemert en su consulta de la clínica Cardioavant. ANDRÉS CRUZ

La investigación para concluir que los casos de muerte súbita pertenecían a la misma familia parte de Carmelo Pérez, presidente de la Fundación Umiaya. En 1997 aparece en la Clínica El Pino, donde usted trabajaba ¿qué pensó?

Apareció contándome una historia terrible de fallecimiento en personas jóvenes de una mima familia, y eso hizo sospechar que había algún componente genético que condicionaba esas muertes. En aquella época apenas existía la genética, e inicialmente solo hicimos pruebas médicas, pero el problema es que si el corazón es estructuralmente normal, difícilmente podemos seleccionar qué miembros de la familia tienen la enfermedad y cuáles no.

¿Qué piensa después de tantas pruebas sin éxito?

Fue frustrante tanto para los médicos como para las familias. Entre 1997 y 2007 hubo unos dos fallecimientos súbitos al año en distintos grupos familiares. Trabajábamos a contrarreloj. En esta familia han muerto 37 personas súbitamente; el fallecimiento más antiguo que encontramos y que enlazamos en el árbol genealógico data de 1840. Probablemente hayan más, pero no los hemos registrado aún. Y el más reciente es de 2010, fue una persona que por distintas razones consideró que esto no era importante.

¿Cuál es la sintomatología?

Se pierde el conocimiento súbitamente y se recupera enseguida. Es un "on-off". El paciente se da cuenta porque se despierta, aunque se encuentra perfectamente. No hay síntomas previos ni posteriores al síncope. De los 37 fallecidos, el 94% había desarrollado algún tipo de síntoma previo. Una pérdida de conciencia es un marcador de mal pronóstico de la enfermedad.

En 2007 encuentran en el gen de la Rianodina una mutación que provoca la muerte súbita. ¿Cómo recuerda ese día?

Me llamó Josep Brugada, cardiólogo a quien habíamos enviado muestras de sangre de la familia afectada, y me comenta que había encontrado una mutación en un gen que produce este tipo de fallecimientos y que podría ser la causa. Fue una gran satisfacción, porque llevábamos 10 años sin saber qué ocurría. Es muy duro como médico tener que reconocer nuestra ignorancia, y esto ya nos daba una herramienta para descartar a todas las personas que no tenían la mutación y proteger a los que sí.

¿Cómo se inicia todo el proceso después de conocer la causa?

Fue complicado. El Servicio Canario de Salud se enfrentaba a una enfermedad que no tenía precedentes y, aunque costó mucho, finalmente creó una comisión de seguimiento en la que participo como colaborador. Y allí elaboramos un protocolo, porque teníamos 1.500 personas que no sabían si tenían la mutación, y en ese caso, si desarrollarían o no la enfermedad. El laboratorio de los hermanos Brugada nos lo puso fácil y, a pesar del coste del trabajo realizado, un acuerdo de colaboración permitió que este estudio genético se realizara con cargo a una fuente de financiación suya. Si no, no habría sido posible hacerlo tan rápido. Elaboramos un protocolo también para que los pacientes supieran que todo lo que hacíamos era consensuado entre un grupo de profesionales preocupados por que no continuaran muriendo súbitamente.

¿Qué incluye el protocolo?

Consiste en revisar cada tres meses a los pacientes portadores a través de una prueba de esfuerzo, con la que se monitoriza el tratamiento del Propranolol, el betabloqueante que toman, y se comprueba que es el adecuado para reducir el número de pulsaciones en caso de sufrir una arritmia. Con eso hemos comprobado que el nivel de arritmias disminuye. En caso de que el paciente no tolere el tratamiento o que con las dosis máximas que tolera no se consiga el objetivo, el protocolo contempla la implantación de un desfibrilador, un dispositivo que emite una descarga eléctrica que vuelve a activar el corazón cuando se paraliza. Aunque antes de llegar a este extremo podemos administrar otro fármaco, la Flecainida.

¿Cómo funciona el aparato?

El aparato detecta la arritmia cuando el corazón alcanza las 220 pulsaciones por minuto. El paciente pierde la conciencia a los 10 segundos, momento en que el aparato detecta la arritmia en tres segundos, y entonces empieza a cargar la electricidad. Tarda unos 15 segundos entre que detecta la arritmia y actúa. Cuando el paciente despierta debería acudir al hospital.

¿Está mereciendo la pena el sacrificio?

Sí. Ahora lo que me gustaría es poder encontrar algún factor que permita decirle a los 219 afectados vivos que su posibilidad de fallecimiento por muerte súbita es muy baja.

Siguen apareciendo casos. ¿Qué deberían hacer?

Hacerce un estudio genético para determinar si se es positivo o no, sobre todo si se tiene hijos, porque la penetrancia de la mutación es incompleta y seguimos sin saber por qué hay quienes llegan a los 80 años sin que le suceda nada. Haber alcanzado la edad suficiente como para reproducirse ha permitido que esta mutación genere una familia tan grande.

¿Hay miedo? ¿Cuándo fue la última muerte?

Bastante. Esta mutación marca al paciente para desempeñar determinadas profesiones, como la de policía, conductor o piloto. Hay quien decide no hacerse la prueba, pero hay que entender las condiciones de cada familia. En todo caso es un fracaso por no haber explicado bien en qué consiste esta enfermedad y sus consecuencias. El último caso fue en 2010. Pero la última muerte súbita recuperada ocurrió en 2016 en una paciente que desconocía que era positivo en el gen. Y de esa familia han surgido más personas positivas.

¿Se han encontrado casos de esta mutación fuera de la Isla?

Sí, hay un joven en Japón, otro en Península y un tercer caso en San Antonio, en Estados Unidos, donde hay una colonia de canarios importante. Deben pertenecer a ramificaciones de algún isleño que emigró.

En noviembre nació la primera niña libre de este gen. ¿Se abre la puerta a eliminar definitivamente la mutación?

No. Es una fórmula más. El diagnóstico preimplantacional tiene una serie de consideraciones éticas. Hay quien decide tener a sus hijos de forma natural aunque sea positivo, porque el proceso es largo y se debe estar psicológicamente preparado, ya que tienen que estimular hormonalmente a la madre, extraerle óvulos, fecundarlos, que los embriones negativos progresen y luego implantarlos. Pero la comisión nacional de diagnóstico preimplantacional consideró que esta mutación justifica el proceso y se lo ofrecimos a los pacientes portadores del gen.

¿Podemos bajar la guardia?

Jamás. Quienes se han sometido al protocolo hacen una vida normal y hemos frenado el número de fallecimientos. La mejor noticia es que no hay noticia.

¿Hacia dónde caminamos?

Creemos que existen otros factores genéticos que modulan la enfermedad y que aún no hemos encontrado. Queremos que en esta familia la muerte se produzca como tiene que ser, primero los padres y luego los hijos, y no al revés.

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