El pasado mes de marzo frenó en seco la tendencia iniciada en enero, pero sobre todo en febrero, que logró dibujar el invierno de 2018 como uno de lo más lluviosos en años, ya que según el informe mensual que emite la Agencia Estatal de Meteorología, el último periodo de 30 días estudiado fue "seco", en comparación con la media histórica, llegando a caer en zonas como el litoral sur de Gran Canaria apenas un 10% de las precipitaciones esperadas.

De la criba solo se salvan las partes más altas de Gran Canaria, donde a pesar de la tendencia a la baja logró registrar en sus pluviómetros unos cien litros por metro cuadrado en ese periodo.

Esto supone la mitad de lo recogido en enero en la misma zona, primer mes del año que la agencia destaca como de "comportamiento pluviométrico húmedo", pero apenas una cuarta parte de lo que cayó en febrero, con unos ya importantes 400 litros por metro cuadrado en las mayores cotas de la isla, con cifras respetables en el resto del archipiélago que lo convirtieron en el más lluvioso desde 2010.

Y eso que este marzo pasado tenía elementos para dar continuidad a la fiesta. Como la borrasca Enma, que solo dejó lluvias torrenciales en Mazo, La Palma, donde cayeron 97,8 litros por metro cuadrado de forma torrencial en los dos primeros días del mes, o la borrasca Gisele, que también regó en la provincia de Santa Cruz de Tenerife, pero sin mayor incidencia en las islas orientales.

Para ver algo de agua en Gran Canaria hubo que esperar a los días 20, 21 y 25, cuando la entrada de unos alisios fuertes dejaron en Cruz de Tejeda 70 litros por metro cuadrado, un refresco que, apenas dos días después, el 27, se esfumaba por la intrusión de una calima que en Izaña fue capaz de reducir la visibilidad a solo un kilómetro y medio y que se convirtió, por su permanencia hasta el día 30, en inusualmente larga.