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Mogán

"El mundo necesita de más acciones y menos palabras"

"Canarias ocupa la séptima posición de todo el Estado en padrinazgo, con 4.500 personas", manifiesta Lancy Dodem, portavoz de la Fundación Vicente Ferrer

Lancy Dodem, ayer, en la capital grancanaria. JOSÉ CARLOS GUERRA

Miles de intocables de la India están protestando contra el Tribunal Supremo por la rebaja de su protección legal con fuertes manifestaciones. Y ayer mismo dos nuevos casos de violación a niños ha convulsionado al país. ¿Hay más consciencia de justicia social en su país?

En la India son constantes las pequeñas revoluciones, con diferentes formas de protestas como la que usted comenta por la violación de una niña de ocho años en la que estuvieron implicadas ocho personas. Pero también hay protestas por los derechos de las mujeres, o por el acceso al agua, que es un gran problema, y que reflejan la complejidad de un país con más de 1.300 millones de habitantes y su relación con la religión, las costumbres, las castas, las tradiciones y el analfabetismo.

¿Cree que está cambiando?

En las grandes ciudades está cambiando muchísimo. Hoy un intocable puede ir a la escuela, y los hay médicos, profesores, abogados. Un ciego, rechazado por la familia o por la sociedad, tiene hoy acceso al Braille, al colegio e incluso puede representar al país en los certámenes deportivos. En Anantapur, donde se encuentra la sede de la Fundación Vicente Ferrer, que se convertirá en el segundo desierto de la India, la organización ha permitido aprovechar el agua de lluvia a través de embalses y repartir frutales y recurrir al biogás para proteger los bosques a través de la ecología. Eso es un cambio.

Que también potencia los famosos microcréditos.

Una mujer trabaja igual que el hombre, pero no solo gana menos sino que también tiene que darle al marido. Desde hace siglos no tienen terrenos, dinero, casa, joyas ni educación. Tienen que vivir a casa de los suegros como esclavas. Sin libertad, sin voz ni autoestima. Con los microcréditos de la fundación se forman pequeños grupos que deben resolver juntos los problemas del día a día. Y si demuestran estar unidas les ofrecemos microcréditos, porque un dedo no tiene fuerza, pero cinco, mucha.

¿ Cómo funciona?

Bueno, les permite abrir pequeños negocios. Compran un búfalo, unas cabras y a los seis meses venden y ganan dinero. Luego van devolviendo el crédito a un interés muy pequeño que marcan ellas según sus posibilidades. La Fundación mira, pero lo gestionan ellas, generando autoestima y riqueza, porque ahora son dueñas de sus negocios y de su dinero.

También han abierto un frente para construir casas.

Una casa cuesta 2.200 euros. Las construimos y las ponemos a nombre de la mujer, ya que si hay problemas de pareja el que sale es el marido. Hasta ahora hemos hecho 70.000 casas, pero quedan muchas aún por construir. También estamos dotando las zonas rurales de lavabos, en un proyecto del Gobierno que propuso a la fundación. Por el momento llevamos 40.000 dotaciones que sirven para evitar el peligro de acoso a la mujer y mejores condiciones higiénicas.

Su país se está revelando como un potencial Silicom Valley, ¿quizá puede convertirse en un horizonte de desarrollo?

El país es pionero en informática, con la formación de miles de personas pero que de momento no repercute en el país porque emigran a las principales empresas del mundo, salvo en algunas firmas nacionales que sí están generando un cambio pero en las grandes ciudades solo, y creando a su vez dos Indias, la moderna y la rural. La verdadera de ellas es la segunda, porque los pueblos siguen anclados en las religiones, las tradiciones, las castas y un analfabetismo que es del 70 por ciento en la población nacional. No obstante, en el Estado de Kerala, la escolarización ya es del cien por cien.

De esa India rural procede usted. ¿Qué se le pasó por la cabeza cuando llegó a Occidente?

Tenía 23 o 24 años, y me chocó mucho. Veía comida, ropa, techo, casas, pero no sonreían. En India no tienen nada y sonríen. Mi país lleva 70 años de independencia de Gran Bretaña, pero la verdadera libertad solo llegará cuando a una mujer sola no le pase nada, como en Europa. Y eso no existe todavía.

Usted fue el primer adoptado por Vicente Ferrer. ¿Cómo era el hombre?

Un padre. Es un hombre muy cercano, que solo pensaba en los demás a costa de su propia salud y recibe los problemas con una sonrisa. De él aprendí muchas cosas, las que no se pueden enseñar. Son aquellas que se transmite a través de las acciones. De él extraigo tres cosas. Creer en la providencia, en ti mismo y por lo que tú crees. Que el mundo necesita de más acciones y menos palabras, porque de esas acciones es cómo ha logrado ayudar a más de tres millones y medio de personas junto a su mujer Ana Ferrer. Y la tercera, es el perdón, que permite dar a las personas una segunda oportunidad.

¿Estima que su legado tiene continuidad?

La Fundación sigue adelante porque Vicente además de líder formó a líderes, y junto con su mujer y su hijo Moncho trabajan en la India más de 2.700 personas, junto a otras cien en España, a los que hay que añadir los 120.000 padrinos españoles. En ese aspecto Ferrer no ha muerto, porque las personas solo mueren cuando se deja de hablar de ellas, y se sigue hablando de su filosofía y su sueño: erradicar la pobreza.

Y dígame, usted estudió dos cosas de verdad, no como otros.

Yo fui un niño rebelde. Soy de la calle. De aprender con los golpes. Vicente estaba cansado de pedirme que estudiara, que sin ellos no podría vivir, y lo decía que podía ganar dinero de todas formas. Un día me dijo que aprendiera castellano, y lo aprendí en seis meses, para dar conferencias en España. En 2001 vine y la carencia se hizo más fuerte. Me casé y hoy tengo una niña, Yamuna, de ocho años, que cuando tenía cinco, yo sentado delante de la tele y ella dibujando me dijo: ¿sabes papá, la cosa buena de la vida? No lo sé. La cosa buena es aprender. Al cabo de un rato me pregunta: ¿sabes papá, la cosa mala de la vida? No sé, dilo tú. La cosa mala de la vida es no aprender. Aquello rompió mis creencias y me enamoré de los estudios. Hoy tengo un master en Bussiness and Coatching y un postgrado en Violencia Machista.

De vuelta a la fundación, ¿cómo se puede ayudar?

Trabajamos para lograr más padrinos, porque la fundación es de cada uno de los que participan. Este es el mundo que hemos creado y las oenegés son las que vienen para arreglar a través de sus acciones. Para lograr un mundo mejor.

Me consta que en Canarias están en ello.

Canarias es el séptimo lugar de España en apadrinamientos. Y en Gran Canaria se trabaja muchísimo, con veinte voluntarios cargados de energía, y una representante muy valiosa, Ana Cárdenes y también Juan Viera, que organiza maratones. Ya ha celebrado tres, con la fórmula de 'un kilómetro, un padrino'. El próxímo es en enero del año que viene en Anantapur, y queremos muchos corredores. Así que ya sabe, el que quiera participar se puede informar a través de la web de la fundación, para que haya un buen número de canarios corriendo por los desfavorecidos.

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