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Santa Lucía de Tirajana

"Los señores de la guerra están en los consejos de administración"

"Los niños soldado son muchos más, tienen ocho años, no doce, y cuentan con armas más ligeras y fáciles", afirma el cooperante y asesor de ONG, Chema Caballero

Chema Caballero, cooperante y asesor de ONG, ayer, en la avenida de Canarias, en Vecindario. SANTI BLANCO

¿Qué pretendió usted transmitir en el II Foro Internacional de Derechos Humanos, en el que participó junto al periodista freelance José Naranjo, y a alumnos del Instituto de Educación Secundaria (IES) Jorge Zerpa?

Transmitir una visión diferente de África. Se habla de guerra, enfermedad y calamidades, pero hay mucho más que eso, aunque lo otro existe. Está también la fuerza de la juventud que lucha por la democracia, derechos humanos, activismo político y la cultura.

Hay pateras y niños soldado

Existen. Es una realidad y hay que contarlo, como las causas que lo provocan. Pero también hay buenas noticias ya que en la África Occidental hay países, como Senegal, Liberia, Gambia o Sierra Leona, en los que han existido elecciones democráticas y relevos de gobiernos pacíficos.

Lleva 25 años como cooperante especializado en la reinserción de niños soldado, ¿cansado de denunciar?

No. Trabajo en proyectos de reinserción, denuncio y explico lo que sucede en numerosos sitios, como en este segundo foro del Encuentro de Solidaridad con los Pueblos de África y Latinoamérica (Espal), y a los jóvenes en los institutos. Hay que seguir dando caña denunciando. No me cansaré. Me llena mucho lo que hago, aunque a veces es muy difícil o no ves los cambios. Vale la pena trabajar y darles la esperanza. Más de una vez estuvo mi vida en peligro.

¿Hay evolución o cambios en relación a los menores soldado?

En estos últimos hay más que antes, y son niños y niñas más jóvenes. Y es porque hay más guerras que hace seis años. Están los grandes y los pequeños conflictos. Hablamos, entre otros, de los que suceden en el Norte de Mali, Sudán del Sur, República Centroafricana, Somalia, Norte de Burkina Faso y República Democrática del Congo. Ahora estos niños tienen siete u ocho años, y no doce como ocurría en 1998. Las armas son más ligeras, a la medida y fáciles de manejar. Hay unos 300.000 en el mundo y el 75 por ciento en África.

¿Por qué suceden estas guerras o conflictos armados?

Las razones principales son: la lucha por las materias primas y el terrorismo. Por la segunda, se crean los niños bomba, que son esos que son manipulados y a los que se les da instrucciones para que vayan a un mercado lleno de explosivos que son activados a distancia por un adulto mediante su teléfono móvil. El otro gran motivo es que la guerra es un gran negocio y a muchos no les interesa que no terminen. Los señores de la guerra no están en África, sino en los consejos de administración de empresas y de ministros, y no tienen voluntad de ponerles fin.

Algún ejemplo de guerra que lleve varias décadas

La que ocurre en la República Democrática del Congo por el coltan [mineral metálico, negro y opaco compuesto por columbita y tantalita]. Lleva treinta años. El coltan se utiliza en móviles y en ordenadores. Entonces allí se financian a las guerrillas y éstas trabajan y luchan en minas donde pagan muy poco a los niños esclavos. Son minas verticales y estrechas que necesitan menores para trabajar allí. Por todo ello, salen más baratos los móviles y ordenadores.

¿Sigue consiguiendo la reinserción de los niños soldado?

Cierto que creé un programa de derechos humanos, rehabilitación y reinserción de estos menores que ha sido un modelo para otros países. Sin embargo, ahora el problema es que no financian estos programas. Un niño que ha vivido esto necesita seis meses en el centro para quitarle esa experiencia tan negativa. Ahora están tres o cuatro semanas porque no llega la financiación en los centros.

¿Cómo reaccionan los jóvenes a los que narra esa realidad?

Muy bien. Se preguntan las causas y qué pueden hacer ellos desde aquí, Europa. Podemos cambiar la forma de vida de los menores soldado, presionar a nuestros gobiernos. También podemos rechazar esos materiales, así como los productos finales, manchados de sangre. Confío en los jóvenes. Por eso, ponemos la semilla y en el futuro ellos encontrarán las soluciones.

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