¿Qué hace que cojamos cariño a las cosas materiales? ¿Por qué a veces algunos lugares son más que cuatro paredes? Como está de moda decir, “no hay pruebas, pero tampoco dudas” de que algunos espacios físicos quedan grabados en nuestros corazones para siempre, aunque pocos saben encontrar una explicación racional. Una prueba de ello ha sido, dentro del ámbito educativo, la pandemia del Covid-19. La incertidumbre de marzo de 2020 se transformó en los nervios de septiembre de ese mismo año, cuando los estudiantes volvieron a sus aulas. Automáticamente, un refugio para ellos y un lugar de confianza para sus familias. ¿Por qué? Porque un colegio como el Claret es algo más que unos edificios. Y ahí está el misterio. Llevamos dos cursos con una vida escolar estrictamente ligada a los alumnos, el profesorado y el personal de administración y servicios. Por fuera de las puertas quedaba uno de los pilares más importantes de la comunidad educativa: las familias. Nada era lo mismo y eso nos demuestra que, como si de un ser vivo se tratase, un colegio no está completo sin todos sus elementos.

Las familias disfrutando junto a sus hijos de la celebración del Día de Canarias en la sección de Infantil.

Las familias al fin vuelven a sentirse parte activa de la vida escolar de sus hijos

Desde que son pequeños, las familias ejercen su derecho a elegir el centro para sus hijos e hijas en función de lo que deseen para su formación como personas (valores, educación, sociabilización, etc.), por lo que se hacía muy extraño que no formaran parte del día a día. Padres que no podían conocer las aulas de Infantil de sus hijos para ver de primera mano sus dibujos o trabajos; abuelas que no podían ver la actuación de la murga de sus nietas porque el colegio estaba cerrado para proteger la salud de todos; madres que no podían reunirse con el tutor de su hijo a las puertas de la titulación en la ESO y debían tratar asuntos complejos a través de una pantalla. Las familias no se conciben como meros colaboradores de la vida de los escolares, dado que son mucho más. Sí, son los que compran un domingo esa cartulina olvidada o los que buscan unas clases de refuerzo cuando hace falta un pequeño empujón, pero principalmente son ese último beso de consuelo antes de quedarse con “la seño” en el aula de 4 años, son esa sonrisa y ese aplauso tras cantar la canción que todos en casa ya se saben de memoria tras tanto ensayo doméstico y son esas palabras de ánimo o espacio para el diálogo cuando las cosas no van todo lo bien que se desea. Los profesores están felices no solo de poder volver a impartir las clases sin mascarilla, sino de poder volver a sentir la complicidad del resto de adultos que forman parte de la vida de su alumnado. Juntos y con apoyo mutuo la tarea de la educación es más gratificante y eficaz. Un colegio cobra vida cuando tiene unidos y en armonía a todos sus componentes, tanto los que se ven a simple vista como los que no.

EVENTOS

El pasado mes de mayo, en la sección de Infantil del Colegio Claret, las familias pudieron al fin acceder para presenciar la actuación del Día de Canarias. Alegría desbordada en grandes y pequeños mientras se bailaba “la punta y el tacón” y durante el desfile de los “papahuevos”. El Covid había privado a esas familias desde 2020 de muchas cosas: fiestas de Navidad, Carnaval, Canarias u otros eventos litúrgicos. Eso había condicionado la adaptación del alumnado de Infantil a su colegio y por fin quedaba atrás. Poco después tenía lugar el Festival Solidario de Proclade en la sección de Tamaraceite. Cientos de personas se dieron cita no solo para disfrutar de la jornada y apoyar las iniciativas de la ONG claretiana en diversas partes del mundo, sino para recuperar una costumbre que siempre ha estado marcada en rojo en su calendario. Comida, bebida, actuaciones musicales, castillos hinchables, rastrillo benéfico… todo lo que una fiesta necesita y que este año superó todas las expectativas. La afluencia de personas demostró que las familias estaban ansiosas por volver a pisar el colegio de sus hijos y sentirse parte activa de su vida escolar. Y cómo olvidar la orla de los alumnos de 2º de Bachillerato que se despedían del Claret. La promoción anterior había tenido que vivir ese emotivo momento con restricciones, pero los de este curso por fin pudieron llevar a cabo un acto único para los 150 alumnos, plagado de momentos inolvidables, rodeados de todos sus seres queridos y que servía para cerrar una de las etapas más importantes de su vida.

El público disfruta de una de las actuaciones musicales del festival solidario de Proclade. Miguel Henriquez

Un colegio cobra vida cuando todos sus elementos están unidos en armonía

El cierre del año escolar en el Claret lo ponen las Olimpiadas. Las de 2020 tenían como lema la esperanza de que saldríamos más fuertes de aquellos momentos, y las de 2022 demostraron que la fe ha dado sus frutos. Enormes colas desde horas antes de la inauguración para acceder a unas gradas del campo de fútbol de Tamaraceite que poco tardaron en llenarse para ver cómo la llama culminaba el recorrido que había empezado en la Parroquia del Corazón de María. El deporte y sus valores, solo por esta vez, quedaban en un segundo plano eclipsados de nuevo por volver a ver a las familias implicadas como siempre en la vida escolar de sus hijos e hijas. Esa vinculación entre alumnos, centro y familias es lo que permite sentir que el Colegio Claret tiene alma, y que está más vivo que nunca.