El futuro de Lanzarote se presenta oscuro. Concretamente del color del cochino negro, el auténtico marrano autóctono canario (a lo mejor tenía usted otro conocido en mente, pero éste es de momento el único animal certificado). La Granja Agrícola y Experimental del Cabildo de Lanzarote se ha sumado a la corriente regional para potenciar su cría en las Islas. Para ello, dos ejemplares, un macho y una hembra que corren como centellas cuando se les apura, se encuentran ya en las instalaciones procedentes de la vecina Fuerteventura. Próximamente llegarán otros tres, en este caso desde Gran Canaria.

"El objetivo es criar cochinos", apunta sumariamente el veterinario de la Granja, Aldo Gutiérrez, que viene a ser como el tutor en Lanzarote de estos gorrinos tizones. El sistema ya está establecido y sólo hace falta que empiece a funcionar. A los ganaderos se les hará entrega de ejemplares hembra y, a cambio, cuando tengan lechones le harán entrega de uno de ellos al Cabildo para que lo engorde y continúe la cadena y con ello la expansión cochina por Lanzarote. "Los verracos los mantendremos en La Granja porque son los más caros de mantener y los dejamos como sementales", puntualiza.

Gutiérrez señala que la Asociación de Criadores del Cerdo Negro de Canarias tiene registrados en Lanzarote apenas unos veintipico animales, aunque su número real quizá ronde los doscientos. En cualquier caso, el reto es multiplicar tanto el número de ejemplares controlados como, sobre todo, la calidad del sector, para lo cual se exigirá la aplicación de determinados parámetros en la cría, fundamentalmente de aquellos relacionados con el espacio disponible y la alimentación.

"Ya no nos vale eso de ir a los corrales y encontrarnos los restos de bollería industrial", avisa la consejera de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Corporación insular, Nereida Pérez. Se trata de conservar al máximo las propiedades de la carne del cochino negro, que se caracteriza, recuerda, por la presencia de grasa intramuscular, lo cual le asemeja al cerdo ibérico. "Lo que se aconseja es que su cría vaya asociada a una explotación agrícola para darles de comer restos de coles, lechugas y otras variedades, porque todo esto les viene muy bien", comenta. Así que nada de palmeras de chocolate, por mucho que se relaman.

Su origen guarda estrecha relación con la prehistoria y la historia de Canarias. Desde la asociación se apunta que "entre las sucesivas oleadas de poblamiento humano fueron llegando ejemplares de poblaciones porcinas de diferentes orígenes, esencialmente del norte de África y del Mediterráneo Oriental. Esto, junto a la intervención en época histórica de otras razas de la Península Ibérica y de las islas Británicas, fueron conformando un grupo multirracial diferenciado de los demás y perfectamente adaptado a un medio muy singular".