Ya se marcha. Apenas han dado las diez de la mañana y el calor, reflejado y multiplicado en el manto de rofe, invita a recogerse. Antonio deposita una caja de uvas en la parte trasera de la furgoneta, varada sobre una de las terregosas arterias de La Geria, el corazón del vino lanzaroteño. La fruta todavía está algo verde. Faltan unos días para el inicio de la vendimia, pero estos racimos son de mesa, para la familia. La luz atraviesa las pequeñas e imperfectas esferas verdes. Y prácticamente ahí termina la claridad, porque desde entonces sólo surgen las zonas oscuras del sector de la vid en Lanzarote. El dueño de la finca lo tiene claro: "La gente no tiene ilusión. Esto se pierde..."

La huella del abandono y el desánimo resulta abrumadora. En muchas zonas, las aulagas y los tabobos ocupan ya más espacio que parras que hace varios inviernos que nadie poda. "Hay mucha gente que dejó de atenderlas. El personal está por lo positivo", masculla Antonio. En su caso, hace dos años que la bodega a la que entrega la uva no le paga y asume que éste será el tercero. "Yo sigo porque me da pena de verlo abandonado", explica. El viticultor sabe lo que hay detrás de una botella de vino: "Esto es una viña trabajosa. Tiene dos metros de altura de picón. El viento se lo echa dentro hoyo y hay que estar días enteros con la pala para descubrir la parra". Estos esfuerzos son los que han dado lugar a un paisaje único donde el volcán y el hombre se dieron un abrazo de fuego tras las erupciones históricas que tuvieron lugar entre 1730 y 1736. Las vides, en efecto, crecen entre la ceniza volcánica, una extraña escenificación del mito del Ave Fénix. Siempre ha sido así. Y siempre ha olido a quemado en el sector, pero cada temporada que pasa el tufo aumenta.

Se respira incertidumbre. Las bodegas comenzarán a recoger uva a partir de la próxima semana. El presidente del Consejo Regulador de la Denominación de Origen, Ignacio Valdera, indica que, salvo imprevisto meteorológico, este año se recogerán cerca de 3,5 millones de kilos. Sin embargo, precisa que la mala situación del mercado provocará que los bodegueros no compren más allá de dos millones, por lo que se generará un excedente de un millón de kilos. La actual consejera de Agricultura del Cabildo, Lourdes Bernal, garantiza que la corporación comprará la totalidad de esta uva a los viticultores para al menos minimizar las pérdidas y evitar trazar un círculo más en la espiral del abandono. Todavía no se ha fijado el precio que se pagará por kilo, aunque Bernal adelanta que "habrá ayudas directas" para los que se queden. Se tratará, en cualquier caso, de un parche que no soluciona los problemas estructurales de esta industria.

Valdera, al menos desde el punto de vista del Consejo Regulador, parece tener bien localizadas las arenas movedizas. "Ahora procede una intervención del Cabildo poniendo dinero sobre la mesa, pero necesitamos un plan estratégico para el sector y que dejen de trabarnos, que es lo que han hecho hasta ahora", se lamenta. Pone como ejemplo la dificultad para adaptar y ampliar las bodegas.

Las uvas, hasta las malvasías, llegan preñadas de cierta rabia.