Detrás de ella está la historia de una madre que antes fue una niña con una sensibilidad especial. Hoy, millones de personas en el mundo están pendientes de Aminatu y de su huelga de hambre en Lanzarote tras ser expulsada por Marruecos. Sus hijos, mientras tanto, aguardan por la madre en El Aaiún. Son dos de los planos donde se mueve este rocambolesco episodio.

Se notaba que era distinta. Incluso de pequeñita, cuando veía que se peleaban dos niños, ella siempre salía en defensa del que creía que era el débil". Erguibi Buchar, trabajador del centro de menores inmigrantes y traductor en los juzgados de Arrecife, es primo carnal de Aminatu Haidar y guarda el recuerdo infantil de una persona enfrentada a la injusticia desde que tuvo uso de razón.

Compartió con ella infancia en la ciudad de El Aaiún, donde nacieron ambos, ella en 1966 y él tres años antes, aunque cuando más tiempo pasaron juntos fue en los veranos, en la casa de la abuela en Tan Tan, donde Marruecos construye hoy en día una central nuclear con tecnología francesa. Allí, con diez años, fue donde aquella chiquilla vio pasar los camiones cargados de marroquíes de la Marcha Verde. Al poco lloró abrazada junto a su amiga española Maite por la separación. Un símbolo de los lazos que se deshacían.

La niña y la joven Aminatu leían poesía, una de sus pasiones, quizás influida por el aroma a infinito y la espiritualidad que se respiran allí donde reinan eternidades de arena, mar y cielo. Pero la vida no se escribe siempre con versos de perfecta rima, como creyó ver con unos ojos que se abrieron a la realidad del pueblo saharaui con precocidad, ya en los tiempos del instituto. "Muchos jóvenes a esas edades no estaban informados, entre cosas porque crecen enseñándoles que el Sahara Occidental pertenece a Marruecos", explica Erguibi.

Pero el régimen marroquí tenía un plan para localizarles y tenderles una red que les atrapara. Según relata su primo, "en 1987 estaba prevista una visita de una comisión de Naciones Unidas. Lo que hizo Marruecos fue engañar a la gente y anunciaron su llegada para un día falso". La organización de la trampa fue maquiavélica, según los detalles que aporta Erguibi. En el aeropuerto de El Aaiún aterrizó en la fecha señalada un avión del que desembarcaron hombres trajeados y con rasgos casi occidentales. En realidad eran ciudadanos marroquíes del norte, "que tienen otros rasgos distintos". La estratagema funcionó. Decenas de manifestantes, entre ellos la veinteañera Aminatu y el que sería el padre de sus hijos (ahora están separados), acudieron con sus proclamas prosaharauis. Sobre ellos cayeron las redes. Pasó cuatro años en la fortaleza de Maguna. Muchos pensaron que había muerto. Volvió a prisión en 2005, esta vez en la Cárcel Negra de El Aaiún. Entre charcos de sangre y vejaciones, según su denuncia, emergió la figura de la líder pacifista. "Es una mujer muy conocida y querida", ratifica Erguibi. Sus dos hijos (una niña de 15 y un niño de 13) aguardan por ella junto a la abuela. Ellos no esperan a la pacifista. Sólo ansían abrazar a su madre.