La pesca del camarón soldado, conocido en la costa de Tinajo como gamba de La Santa, por las capturas que de ese crustáceo se realizan frente a esas aguas del noroeste de Lanzarote, sigue siendo uno de los recursos pesqueros más valorados en ese abrupto litoral junto a meros, cabrillas, viejas, morenas o sargos, otras de las especies que surten las despensas de los restaurantes y de algunos de los vecinos de ese núcleo costero, de apenas 900 habitantes.

Wenceslao Olivero Martín, presidente de la Asociación de Pescadores Piedra de La Santa, descubrió, hace ya veinte años, el camarón soldado en esas aguas, una especie que destaca "por su sabor a marisco, su consistencia aún después de haber sido congelado y su sabor más dulce que otro tipo de gambas".

"En aquella época éramos sólo cuatro barcos aquí y me puse a investigar los fondos, sin ningún tipo de ayuda institucional, para ver qué otras especies había. Descubrí dónde habitaba la gamba cuando nadie se dedicaba a esto y no ha dejado de tener aceptación. Se sigue vendiendo a 40 euros el kilo a pesar de la crisis", afirmó.

Los hermanos y sobrinos de Wenceslao se echan a la mar cada día en alguno de los barcos de la saga familiar: Siempre Catalina, Atlantis Seis, o en el Daniel y Catalina, los nombres de sus progenitores, ya jubilados.

Omar Romero, sus tíos Meme, Carlos y Daniel Olivero y su primo Juan Jesús Luzardo han seguido la senda marina abierta por Wenceslao sin dejar de echarle el anzuelo a otros productos durante todo el año.

A sus 25 años Omar no se ve en otro sitio que no sea la mar. "Es lo que he vivido desde pequeñito", dijo convencido. Añadió que "en un día bueno se pueden llegar a sacar hasta diez kilos de gambas, cuya producción anual ronda los 1.500". Los bichos miden unos diez centímetros de largo y habitan a unos 250 metros de profundidad a casi tres millas de la orilla. El pollo es la carnada para atraerlos.