Irene González, madre de Gerardo Miguel Romero González, apuñalado el pasado jueves en La Graciosa, y Rafaela Hernández, progenitora de Sebastián Bermúdez Hernández (Chani), supuesto homicida, recordaban ayer entre sollozos y sonrisas sus tiempos de chinijas correteando por las calles de jable de La Graciosa. Su amistad dura ya más de seis décadas y la reciente desgracia en Caleta del Sebo ha venido a reforzar ese vínculo, que las dos mujeres afianzan desde la distancia. Irene desde el barrio de La Destila de Arrecife y Rafaela (Nena) desde su vivienda en Caleta del Sebo, contigua a la del fallecido.

"Siempre nos hemos llevado bien desde niñas y esta tragedia nos ha unido todavía más en esta pena y dolor tan grandes. Cuando supe que Gerardo murió me quedé loquita. Creo que ni se dio cuenta de lo que hizo", afirmaba ayer Nena, de 75 años, y viuda desde temprana edad como Irene. No tenían más allá de cuarenta años cuando sus maridos se marcharon para siempre, dejando a Nena con cuatro pequeños y a Irene con cinco.

Desde que Nena se enteró de la agresión fue enseguida a casa de su amiga, viven muy cerca una de la otra en Caleta del Sebo, a pedirle perdón por lo que había hecho su hijo Chani. "¿Perdón de qué? ¿Qué le iba yo a perdonar si ella no debe culpa de nada, con lo buena persona que es?", aseguró Irene.

Las dos se deshacen en elogios mutuos al hablar de su "íntima amistad desde bien chicas" y de la sana rivalidad que ponían en práctica cuando se apresuraban a ver quién llegaba antes a los domicilios de los clientes a vender pan en Caleta del Sebo y Pedro Barba, los dos núcleos de población de La Graciosa.

"Ella me llevaba la delantera pero íbamos juntas a recoger leña y matojos para los hornos", añadió su compañera Nena.

El marido de Irene, Fernando Romero, era primo hermano de Nena y los dos "eran como uña y carne". Después de jubilarse, Nena, que tuvo a sus cuatro descendientes en La Isleta, barrio de Las Palmas de Gran Canaria, decidió regresar a La Graciosa.