Juan Rafael Hernández habla entre aspavientos, sobre todo de sus curtidas manos. Es como si los vientos movieran como un molino a este hombre enjuto. Pero lo más que se agita es su interior. "A los pescadores nos tienen asfixiados por todos lados", asegura a este diario el patrón mayor de la Cofradía de La Graciosa. Los hombres que viven de la mar se mueven en las aguas de la mayor reserva marina de Europa, pero ellos se sienten casi enjaulados y piden varios cambios en la normativa y que se otorguen permisos a once barcos de Caleta del Sebo que "por ser de nueva construcción o por problemas burocráticos", según Hernández, se han quedado boqueando como peces fuera del agua.

Lo peor bajo el punto de vista de la Cofradía graciosera es que las trabas que según su criterio les pone la Consejería de Pesca del Gobierno de Canarias no se corresponden con la falta de celo que aprecian en el control de las embarcaciones recreativas o en aquellos barcos que hacen uso de palangres y trasmallos. "Hay deportivos que se dedican a vender y nos hacen muchísimo daño, y queremos que se controle eso", proclama Hernández. "También estamos pidiendo que se cale el chinchorro para tierra, porque les hemos demostrado que no toca fondo", agrega.

Las peticiones de los marineros de La Graciosa han logrado que se entreabra una puerta. La Comisión Conjunta de Gestión y Seguimiento de la Reserva Marina puso sobre la mesa los resultados del último informe de seguimiento elaborado por científicos del Instituto Español de Oceanografía (IEO)-Centro Oceanográfico de Canarias, en la colaboración con la Universidad de La Laguna (ULL), y una serie de medidas para la elaboración de una nueva normativa sobre la Reserva, que contaron con la aprobación de todos los presentes y en las que trabajará próximamente una comisión técnica integrada por la Viceconsejería de Pesca, el Cabildo, el IEO y pescadores.