Lanzarote vivió varias fiebres, una de ellas la del cemento, que atrajo a buscadores de empleo de Canarias, la Península y un amplio número de países del extranjero. Cuando el bloque del veinte salió por la ventana, muchos de los que llegaron al Dorado insular saltaron junto a él. La fiera salvaje de la crisis ha hincado sus dientes en el caballo desbocado que había sido hasta hace no mucho el censo demográfico de Lanzarote y ha frenado en seco su carrera. Tanto que el último dato del Instituto Nacional de Estadística refleja a 1 de enero de 2011 el primer descenso de residentes desde 1996.

El descenso ha sido, eso sí, más simbólico que perceptible (se pasa de 141.938 personas a 141.427), pero marca el final de una era que comenzó a dar sus estertores a partir de 2008, cuando se puso fin a saltos demográficos que iban de cinco mil en cinco mil personas de media. Desde el Centro de Datos del Cabildo de Lanzarote, termómetro de la temperatura de la Isla en cada momento, no se deja lugar a dudas en su análisis: el regreso de muchos trabajadores a sus lugares de origen una vez que los yacimientos de empleo se agotaron, como las pepitas de oro en los ríos de Norteamérica.

La sombra de la bestia del paro ha ido oscureciendo los lugares por donde antes brillaban las disparadas cifras demográficas. Hasta hace apenas un lustro se hablaba con normalidad de crecimientos de hasta siete mil personas en 12 meses, como sucedió en 2005, al pasarse de 116.782 habitantes a 123.039, e incluso en 2008, cuando de 132.366 se aumentó hasta las 139.506. Todo ha sucedido demasiado rápido. Volviendo la vista hacia el pasado aproximadamente la distancia de una década se comprueba cómo se hablaba con normalidad de "paro técnico" y los analistas, incluso entre los propios sindicatos, decían que en Lanzarote no trabajaba el que no quería. Hasta que el monstruo creció y calló todas las bocas. En 1998 había 2.600 desempleados. Hoy son más de 16.000. Se acabó el debate.

La congelación del censo es producto de varias circunstancias que se van sumando y que son reflejo a su vez del enfriamiento de la economía insular, que está teniendo efectos devastadores en sectores concretos como el comercio, una vez que aniquiló gran parte de la actividad ligada a la construcción. El tráfico de mercancías, uno de los grandes corazones del sistema económico de la Isla, se ha reducido también ligeramente en el Puerto de Arrecife. Antiguamente, casi una tercera parte de la entrada de mercancías guardaba algún tipo de relación con la construcción.

Los números mandan siempre, dibujan la realidad. Antes perfilaban una isla acelerada, frenética, aparentemente imparable. Hoy en día, el único que no se detiene es el paro y lo único que crece de manera sostenida es también la cola ante la oficina de desempleo.