Detrás de un gesto tan simple y aparentemente sin trascendencia como descolgar un teléfono y marcar un número puede esconderse un drama, una lucha interna, una decisión final tras meses, años, quizás décadas de angustia y sufrimiento. Un total de 873 mujeres de Lanzarote lo hicieron durante el pasado año para llamar al teléfono de emergencias del Gobierno de Canarias, el 112, y denunciar una situación de malos tratos o hacer alguna consulta al respecto. Si se amplía el foco, estos fogonazos solitarios de desesperación se convierten en una gran tormenta eléctrica de más de 6.500 telefonazos en una década, alrededor de 100.000 en el conjunto del archipiélago.

El objetivo es que llamen muchas más, porque tristemente se parte de la base de que son muchos los casos de maltrato que siguen sin aflorar, tanto por indecisión de la afectada como por los silencios que muchas veces guarda la sociedad a su alrededor, que también se tapa los oídos. Es como si nos hubiéramos creído esa parábola oriental del mono que se tapa la boca, los ojos y los oídos como si no decir, ver y escuchar el mal equivaliera a su no existencia. Pero los malos tratos no son ninguna leyenda.

La Consejería de Bienestar Social del Gobierno de Canarias y el Cabildo de Lanzarote suscribieron ayer un convenio por valor de 759.000 euros para mantener engrasada una red que tiene dos grandes sectores en Lanzarote. Por un lado, el Centro Insular de Atención a la Mujer, dependiente del Instituto Canario de Igualdad, empleo a siete personas, mientras que el dispositivo de emergencia (DEMA) y la casa de acogida engloba a un equipo de doce profesionales.

A lo largo de 2010, además, se atendió personalmente a un total de 77 mujeres, mientras que 21 fueron trasladadas temporalmente a la casa de acogida, al igual que doce menores. "No tenemos ningún delito por ser mujeres", sentenció ayer la consejera regional de Bienestar Social, la lanzaroteña Inés Rojas, que recordó que no ha habido tijera para los servicios a las mujeres víctimas de maltrato.