"A otros les gusta manipular coches, a mí siempre me han gustado los barcos", relata Margarita Páez desde una de las mesas de la cafetería del hotel Aguere. Su nombre, o más bien su apelativo, es su seña de identidad. Margarona es grande de corazón y tiene además una gran memoria para recordar con dulzura cómo su isla, La Graciosa, se ha transformado en las últimas décadas.

El Orfeón la Paz homenajeó el pasado miércoles a la que ha sido alcaldesa pedánea del principal islote del Archipiélago Chinijo durante más de 30 años. Se lleva a La Graciosa la distinción Mujer Canaria 2012 y el protagonismo en una gala que suma 24 años vinculada a los festejos en honor de las sementeras laguneras: San Benito.

Es la segunda vez que pisa La Laguna, la primera lo hizo para visitar el Hospital tras una intervención de espalda. No conoce apenas este municipio de calles empedradas, palacios y conventos pero apunta un agradecimiento sincero a todos sus vecinos. Es el primer homenaje que recibe, a sus 66 años, en reconocimiento a una trayectoria vital que da para escribir un libro. Margarona ha hecho de todo y para todos, desde amortajar y enterrar cadáveres hasta asistir a las parturientas.

Se queja de una rodilla, tuvo que ser operada y la prótesis que le implantaron hace saltar las alarmas de los controles de seguridad de los aeropuertos. "Me llamaron desde el Ayuntamiento de Teguise para decirme que me querían localizar desde La Laguna y la verdad es que fue toda una sorpresa porque no sabía que existía este premio", reconoce.

El día que nació, su madre venía de las montañas de La Graciosa caminando y con una lata de agua en la cabeza. La trajo al mundo con la ayuda de una vecina. Así eran las cosas en este hermoso islote de aguas cristalinas. Hija de pescadores y enamorada de la mar, siempre tuvo el instinto de "ayudar a los demás, porque así funcionaban los pueblos: si a alguien le hacía falta una latita de gofio se le prestaba y punto".

Con el tiempo montó un supermercado que la ha hecho famosa en toda Canarias. "Tenía una emisora con la que hablaba con los barcos de la zona, hasta que no llegaban todos sanos y salvos al puerto yo no me iba a acostar porque me gustaba tener informadas a todas las familias", rememora.

Sin médico, sin teléfono y sin luz. Así se crio Margarona, feliz y descalza por los pasajes de arena blanca de La Graciosa. "Mi juventud fue maravillosa, mi madre me mandaba a la escuela y yo prefería ir a coger pescado, me escapaba y luego volvía con mis hermanas para que no se enterara", confiesa divertida.

Su talante y el cariño que se granjeó entre sus vecinos la llevaron a que Adolfo Suárez la nombrara en 1976 delegada de la Isla. Posteriormente, tras las primeras elecciones de la democracia española, fue designada alcaldesa pedánea.

"Una vez tuve una conversación con Olarte, le dije que cómo iba yo a asumir esa responsabilidad sin tener estudios ni nada", relata. "Él me contestó: 'Margarona, tú tienes corazón, no te hace falta nada más", apostilla.

El homenaje a la famosa alcaldesa graciosera trajo ayer hasta el teatro Leal a cientos de amigos, desde estudiantes de La Graciosa en la Universidad de La Laguna hasta decenas de conocidos de todas las Islas.

Margarona pintó el cementerio de la Isla con sus propias manos y ayudó al sepulturero a amortajar y a enterrar a los muertos. En una ocasión, el barco que desplazaba hasta Órzola a una parturienta se vio obligado a dar la vuelta porque la mujer sufría fuertes dolores. "No había médico, entonces venía solo dos veces en semana, cuando llegué me encontré a la monjita que hacía las veces de enfermera muy preocupada porque había dado a luz pero no había expulsado la placenta". Margarona, que siempre ha sido muy decidida, se sentó sobre la barriga de la enferma. "Lo echó todo, después cogí un colchón y una escalera e improvisamos una camilla para trasladarla", asegura.

A Margarona se le recuerdan varias anécdotas como esa. Crio a sus hijos como ahora lo hace con sus nietos y convirtió a todos los vecinos en su propia familia.No en vano conoce por nombre y apellido a las 630 personas que viven de forma estable en el islote.

Tal y como explicó anteayer en su discurso como mantenedor del premio el cronista lanzaroteño Francisco Hernández, cuando la exalcaldesa recibió la Cruz al Mérito Civil la compartió con todas las mujeres de su Isla. "Ahora tenemos colegio, centro de salud y un helipuerto por si hay una emergencia, pero antes se pasaban muchos sustos", asegura.

"Ni el mal tiempo pudo con su valentía y coraje", explicó ayer Hernández. "Una extranjera falleció en La Graciosa y el juez no pudo salir de Lanzarote por el mal tiempo; Margarona cogió un barco y se plantó en el puerto de Órzola para entregar el cadáver a las autoridades judiciales".

Los alcaldes de Teguise y La Laguna la acompañaron ayer en el acto. Un sincero "gracias a todos" sirvió para despedirse de un público emocionado. Tras las elecciones del pasado mes de mayo, Margarona se dedica por completo al cuidado de su familia. No quiere ni hablar de vivir en otro sitio que no sea Caleta del Sebo. "Yo me quedo en La Graciosa", sentencia.