El cierre provisional de la lonja de primera venta de capturas pesqueras en Caleta de Sebo, en La Graciosa, hasta que la cofradía corrija los problemas que llevaron al precinto por parte de Salud Pública, impide que los marineros vendan el pescado "de forma legal" en la octava isla, por lo que tras la faena diaria los barcos tienen que desplazarse hasta el muelle de Órzola, en Lanzarote, para que un transportista lleve la carga en un vehículo refrigerado hasta el puesto de primera venta más cercano, que es el de la cofradía de San Ginés, ubicada en Puerto Naos (Arrecife).

Salud Pública precintó hace casi cinco meses las instalaciones del puesto de primera venta de capturas pesqueras en Caleta de Sebo, en La Graciosa, debido a deficiencias relacionadas "con la limpieza del edificio y el funcionamiento de la maquinaria como las cámaras frigoríficas, la máquina de hacer hielo o los motores compresores", aseguró ayer Gregorio Páez, patrón mayor de la cofradía de pescadores de La Graciosa desde el pasado sábado, de la que dependen "unas veinte embarcaciones".

En Arrecife, una vez que el pescado ha sido pesado, identificados su procedencia, su especie o su vendedor, entre otros requisitos a los que obliga el decreto de primera venta, es donde se pueden realizar "el etiquetado del producto, que garantiza la calidad y la legalidad de las extracciones, y la comercialización", explicó Páez.

El patrón mayor estimó que "cada día enviamos a Lanzarote entre 600 y 800 kilos de especies como viejas, bocinegros, sargos, meros, abades o bicudas, además de otros ejemplares". El retraso en la venta provoca que las unidades no lleguen hasta el consumidor (particulares, negocios de alimentación o restaurantes) "hasta dos o tres días después desde que fueron cogidas, por lo que pierden frescura y calidad". Los perjudicados en primera instancia, además de los pescadores, son los locales de comidas de La Graciosa, cuyo principal reclamo es el pescado fresco, que ya no pueden disponer del género con la inmediatez de antes.

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