"Se vivía de maravilla". Con estas palabras define Ramona Méndez su estancia en el faro de Pechiguera en Playa Blanca (Yaiza) junto a su marido Vidal Verde Rodríguez, el que fuera el último torrero de Lanzarote. Fallecido hace tres años, Vidal Verde llegaba por vez primera al faro de Pechiguera en mayo de 1969 después de haberse sacado las oposiciones de técnico mécanico de señales marítimas. "Aunque realizó algunas prácticas en otros faros de España como el de Finisterre, Pechiguera fue su primer destino", señala Ramona desde su isla natal en Tenerife. Una época en la que Playa Blanca era apenas un pequeño pueblo de marineros y la vida en este enclave del sur de Lanzarote nada tenía que ver con la de la actual zona turística de grandes hoteles y complejos turísticos.

Aunque en 1969 el faro ya funcionaba de forma automática con la instalación un año antes de la denominada válvula solar de gas acetileno lo cierto es que los fareros seguían residiendo en las viviendas de estos edificios. "Al atardecer siempre teníamos que estar en el faro porque es cuando comenzaba el proceso del encendido automático de la señal marítima", recuerda.

Pero la historia del faro de Pechiguera comenzó mucho antes, concretamente en el año 1866 cuando su luz fija y blanca era suministrada por una lámpara de aceite de oliva. Su construcción surgió a partir de una Real Orden del Gobierno Nacional como parte integrante del Plan de Alumbramiento de las Islas Canarias de 1856.

La señalización marítima estaba motivada en la necesidad de guiar a las modernas naves a los puertos de Santa Cruz de Tenerife y a La Luz de las Palmas de Gran Canaria. El proyecto de Pechiguera, diseñado por el ingeniero Juan de León y Castillo ayudado por Clavijo, ingenierode Lanzarote, sale a subasta para su construcción el 12 de abril de 1861, aunque no fue hasta el 1 de julio de 1866, cuando entró en funcionamiento.

El lanzaroteño Agustín Pallarés fue otro de los torreros de Pechiguera, aunque su paso por este edificio no le trae buenos recuerdos. "La primera vez que fui a Pechiguera lo hice con mi padre en 1944, que también era torrero, tras haber estado antes en el faro de Alegranza", recuerda. "Fueron cuatro años muy duros que acabaron con el fallecimiento de mi padre por una enfermedad", señala. Pallares destaca las duras condiciones de vida en esa época sobre todo después de haber estado en Alegranza donde "teníamos animales, una huerta y una sobreabundancia de peces". Pallarés volvió de nuevo a Pechiguera, ya como torrero, en 1954, aunque su estancia apenas se prolongó un año al elegir una plaza para Alegranza.

Este faro, junto con el de Tostón a cinco kilómetros del Cotillo en Fuerteventura y el de Martiño en el islote de Lobos, señalizan el paso marítimo del estrecho de la Bocaina que separa las islas de Fuerteventura y Lanzarote.

El edificio inaugurado en 1866, responde a un inmueble de planta cuadrada de 14 metros de lado. El espacio interior se organiza a partir de un patio central con aljibe con una capacidad de 100 metros cúbicos que recogía el agua de la lluvia de las azoteas y del espacio circundante al faro. La torre es de sillería basáltica con cuerpo cilíndrico. El resto de la construcción sobresale por presentar un ritmo equilibrado en los vanos, formados por puertas y ventanas de arcos de medio punto y con cornisa de remate del edificio. La torre, 9,5 metros, está adosada al edificio-vivienda del personal que lo atendía por la fachada que mira al mar.

En 1989, 123 años después de que se inaugurara el viejo faro, entraba en funcionamiento una nueva instalación luminosa en una torre de 55 metros en sustitución de la primitiva. Esta nueva luz está alimentada con energía eléctrica obtenida mediante paneles solares, con un alcance óptico mucho mayor que el anterior.

Un edificio abandonado

Sin embargo, el edificio está en la actualidad totalmente abandonado. Atrás han quedado las intenciones de convertirlo en un museo arqueológico submarino como anunció a bombo y platillo el Ayuntamiento de Yaiza desde 1998. En 2001 la Autoridad Portuaria cedía la gestión del edificio histórico al Cabildo durante 15 años con la intención que lo rehabilitara y lo convirtiera en un centro cultural o científico.

Una concesión administrativa que ha vuelto a la Autoridad Portuaria tras la incapacidad del Cabildo de dar vida al viejo faro. Puertos tiene previsto invertir este año 75.000 euros en la rehabilitación de un inmueble que se cae a pedazos por su abandono.

Un ovni en Pechiguera

"El 30 de octubre a las siete horas y 20 minutos de la tarde, observé hacia el S.O. del faro, a una elevación que yo calculo, sería unos 2.000 metros en dirección N.S. un objeto de una intensidad luminosa y magnitud algo mayor que las de Venus con el que pude compararle en el acto". Así comenzaba la carta que el torrero de Pechiguera, Rafael Hidalgo le remitía en 1952 al periodista lanzaroteño Guillermo Topham sobre el fenómeno extraño que había contemplado desde la torre de su faro.

"No podía confundirse con una estrella fugaz o aerolito por su poca velocidad y por marchar en sentido horizontal y no curvilíneo, esta última razon tampoco cabe de suponer que se tratara de una bengala. Dejó tras de si una estela luminosa que se perdió instantáneamente. Desde luego era algo que se salía de lo corriente porque estoy habituado a mirar para el cielo", explicaba Hidalgo al periodista.

Pechiguera al igual que el faro del islote de Lobos y Alegranza tiene también un pasado literario al ser los lugares en los que la escritora, poetisa y dramaturga Josefina Plá pasó sus primeros cinco años de vida dado que su padre Leopoldo Plá fue torrero de esos tres faros, entre los años 1903 y 1908. Josefina nacía el 9 de noviembre de 1903 en el faro de Lobos y bautizada en la iglesia de Femés el 27 de diciembre de ese mismo año. Meses después, el 15 de abril de 1904 su padre era trasladado al Faro de Pechiguera donde vivieron hasta marzo de 1907 para retornar después a otro destino en la Península. Ahora el destartalado faro espera por un futuro mejor.