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Conejeros por Nepal

Los alumnos del instituto de Yaiza ofrecerán charlas por otros centros para relatar sus gratas vivencias en este viaje solidario

Los chicos viajaron con dos profesores y dos cooperantes. INSTITUTO YAIZA

Lo que vieron les impactó tanto que todos han regresado más responsables, más comedidos y hasta más sabios. Dicen que allí, con aquellas niñas que no tenían nada, que han sufrido maltrato físico y que en muchos casos han sido obligadas a trabajar como esclavas picando piedra, se dieron cuenta que sus problemas, sus necesidades urgentes, casi desesperadas, por tener la última versión del móvil más sublime o la tableta, que ya tiene media clase, se desvanecían ante este golpe de realidad.

El viaje a Nepal no ha sido una casualidad. En el instituto de Yaiza llevan años colaborando con distintas ONG y proyectos solidarios. Y este año habían decidido culminar los trabajos con una visita a la residencia que en Nepal lleva la organización Educa-Nepal, que promueve el grancanario José Díaz.

Todavía envueltos en la nebulosa de este viaje fascinante y sobre todo sobrecogedor, Ariadna, Camilo, Kai, Robin, Lottie y Zuleima, adolescentes con edades entre los 15 y los 17 años parecen haber crecido de golpe, como si esta visita a Nepal, la cercanía con otros chicos como ellos, y más pequeños, les hubiera abierto definitivamente los ojos.

Durante esos nueve intensos días también tuvieron ocasión de trasladarse a la jungla, "choca lo verde que es todo", comenta Ariadna Vivo, y se subieron en unos enormes elefantes. En dos canoas recorrieron el tramo de un río, y aquí llega una de las anécdotas que seguramente contarán a sus nietos, apareció un cocodrilo que estuvo a punto de saltar dentro de una de las embarcaciones. Robin Godino lo relata con todo lujo de detalles, se acuerda de la cara de susto del guía y de Ariadna, que le tocó ir en esa canoa. Todos se ríen, alborozados, pasado el susto, la anécdota se mantendrá para siempre en la memoria de este grupo de conejeros.

Y a pesar del verde esmeralda y de las construcciones que tanto le llamaron la atención, los chicos, casi a coro, reconocen que para ellos lo mejor fueron los días que pasaron con las niñas de la residencia.

Al principio les recomendaron que tuvieran paciencia y mucha delicadeza, no hay que olvidar que se trata de niñas que han tenido que enfrentarse a la peor vida. Pero pronto, tanto las mayores, también adolescentes, como las más pequeñas, se acercaron sin complejos. Mostrando todo el cariño que alguien puede dar, sin esperar nada a cambio.

Precisamente fue la calidez de Sima y Vinita, las más chinijas, las que terminó por robarles el corazón. Kai de Bruin reconoce que allí, al estar con ellas, y ver cómo sin tener nada "son felices, te das cuenta que aquí nos quejamos por todo". Y además todas tienen que colaborar en los trabajos de la casa, se levantan a las cinco de la mañana para ir al campo, ordeñar si fuera preciso y tener todo listo para poder ir a clase.

La complicidad entre las chicas fue total y así hicieron juegos, cantaron. Ellas, las lanzaroteñas, canciones habituales de las listas de éxito y las nepalíes temas típicos de las películas de Bollywood.

En principio el que parecía tener más difícil relacionarse con las niñas de la residencia podía ser Camilo Rodríguez, no hay que olvidar que algunas de estas chicas han sido maltratadas también sexualmente. Pero no, al comprobar la delicadeza de este alumno de Yaiza no hubo mayor problema, incluso una de las chicas le regaló una pulsera para que se la llevara como recuerdo.

Camilo reconoce que a él, de origen colombiano, no le llamó la atención tanto el paisaje, pero si la relación que percibió en las familias, "con muy poco, esa gente parecía muy feliz, la verdad es que eso me impactó. Y también como todos se preocupaban los unos por los otros".

"Todos somos iguales"

Robin también quiso apuntar que a pesar de las grandes diferencias que existen entre Nepal y Lanzarote, allí las ciudades parece que estén en guerra, y hay mucha gente mayor que pide en las calles para comer, pero después "te das cuenta que en el fondo todos somos iguales, las niñas nos llevaban a su habitación y nos enseñaban como bailaban. De pronto me vi a mí en mi casa, cuando era más chica, como bailaba sola delante del espejo".

Para los profesores del centro, Juan Ramón Álvarez y Candelaria Hernández, la experiencia no ha podido ser más gratificante y también para ellos enriquecedora. "Sabíamos que nos esperaba una gran aventura, y que para los alumnos iba a ser muy importante", pero en ocasiones la realidad supera a las expectativas y este viaje a Nepal lo ha confirmado. El grupo también contaba con la presencia de otra profesora, Katiuska Betancor, colaboradora de la ONG Educa-Nepal y que además fue quien los convenció para que llevaran a cabo este viaje solidario.

Juan Ramón Álvarez considera que esta grata aventura no puede quedarse solo en la experiencia personal de estos chicos y tienen previsto que los alumnos ofrezcan charlas contando su visión de una realidad tan lejana pero que a ellos les ha servido para aprender cosas esenciales de la vida.

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