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Festividad del Carmen Procesión marítima en la octava isla

El milagro de la Virgen graciosera

Miles de personas se dieron cita ayer en la procesión marítima por la festividad del Carmen en La Graciosa

Dos de las múltiples embarcaciones que participaron ayer en la procesión marítima de la Virgen del Carmen en La Graciosa. ADRIEL PERDOMO

Las lágrimas de María del Carmen Martín, la ilusión del pequeño Adrián Hernández, los recuerdos de Carmen Toledo y la devoción del pescador Luis Toledo resumen el sentir de los gracioseros cuando la Virgen del Carmen inicia su camino hacia el muelle de Caleta de Sebo. Ayer fue un día grande en La Graciosa, mejor dicho el día grande de la octava isla. "El reencuentro de los gracioseros con los suyos" como define el párroco de la iglesia Virgen del Mar, Agustín Lasso, a la festividad del Carmen.

Cuando la procesión de la patrona de los marineros recorría las calles de arena de Caleta de Sebo las lágrimas de María del Carmen Martín de 64 años explican el fervor que los habitantes de La Graciosa sienten por su patrona. Sentada en una silla de ruedas, María del Carmen pensaba en los suyos, en su marido ya fallecido y en las penurias que los gracioseros han tenido que pasar para sacar adelante a los suyos.

En uno de los muros de la explanada del muelle, a la espera de que la Virgen regresara de su paseo por el litoral de La Graciosa a bordo del Marijea, Carmen Toledo recordaba los años en los que tenía que subir a pie y descalza el imponente risco de Famara para vender el pescado en el pueblo de Haría para su posterior distribución por Lanzarote. "Subíamos descalzos y cuando llegábamos al pueblo nos poníamos los zapatos", señala María del Carmen que no olvida sus llantos cuando de regreso a Caleta de Sebo temía tropezar con las lajas del empedrado camino de los gracioseros.

Y es que La Graciosa apenas se parece ya a esas estampas en blanco y negro del fotógrafo Javier Reyes en las que se un grupo de gracioseros embarca a la Virgen para la procesión marítima. "El día del Carmen consistía en la misa, la procesión y un baile con guitarras y timples", tercia en la conversación Eleuteria Páez que a sus 74 años recuerda con precisión aquellos días de fiesta. "Después del Carmen celebramos el día de San Felipe el 25 de julio, porque es una festividad con mucha tradición".

¿Y la imagen de San Felipe en esta en la iglesia junto con la Virgen del Carmen?. No pero aquí siempre hemos celebrado el día de San Felipe, sentencia Eleuteria que es la mayor entendida de lo que sucede en la pequeña iglesia de Caleta de Sebo. No en vano, lleva casi toda su vida cuidando y mimando a la patrona de los gracioseros. Aunque lleva alrededor de la iglesia desde que era una chinija porque la casa de sus padres está prácticamente al lado fue a raíz de la marcha de las Hermanas de la Caridad de La Graciosa cuando Eleuteria Páez recibió de manos de las religiosas las llaves de la iglesia lo que la convertía oficialmente en la encargada de cuidar a la Virgen.

"Esto se mama". El joven Rayco Guadalupe no es precisamente un devoto de la Virgen del Carmen pero allí estaba a las puertas de la ermita con su timple y su ropa típica esperando la salida de la patrona. Y es que Rayco, que lleva desde hace dos años embarcándose cada mañana en El Sara para faenar en aguas del Archipiélago Chinijo, confiesa el enorme respeto que siente hacia la Virgen que acompaña a todos los marineros. "Todos tenemos una estampa de la Virgen en nuestros barcos y a mí desde pequeño me enseñaron a respetarla", señala mientras espera a unos amigos para seguir con la parranda.

Que la devoción por la Virgen del Carmen se mama desde pequeño lo corroboraba ayer Adrián Hernández, que con apenas nueve años ya tenía claro que la patrona de los gracioseros es un sentimiento que se lleva en la sangre. De un sobre rojo, Adrián sacaba un folio con un dibujo a lápiz de la Virgen. "Lo tiraré al mar durante la procesión junto a estas flores que cogí anoche de la gala de la reina", indicaba Adrián vestido con el traje graciosero azul y el tradicional gorro que estos días inunda cada rincón de esta pequeña isla.

De aquellos dos días de misa y parranda de timples, las fiestas de La Graciosa se han convertido en un auténtico reclamo para cientos de jóvenes que se desplazan hacia Caleta de Sebo principalmente para divertirse ajenos al fervor religioso. Carmen, María, Lucía y Andrés son algunos de los jóvenes que ayer cargaban con bolsas de supermercado para pasar un gran fin de semana. "Tenemos alquilado el apartamento desde hace varios meses porque si no es imposible encontrar uno", aseguraban apenas bajar del barco que une los puertos de Órzola en Haría y Caleta de Sebo. La concejal delegada del Ayuntamiento de Teguise para La Graciosa, Alicia Páez confiesa que estas fiestas son las más importantes del año. "Aquí ya no queda ni una cama libre desde hace muchos meses porque son las fechas para que todos los gracioseros vuelvan a sus orígenes", indica.

"Esta fiesta está en nuestro corazón", destaca Luis Toledo momentos antes de subirse a la embarcación La Sama para participar en la procesión marítima. "Para nosotros es lo más grande y creo que será difícil que se pierda esta tradición", señalaba minutos antes de las seis de la tarde cuando la Virgen iniciaba su recorrido por el litoral graciosero.

Una multitud de embarcaciones no se separaban ni un momento del Marijea, el artesanal patroneado por Indalecio Páez, que este año ha tenido el privilegio de pasear a la Virgen. Quien tampoco faltó ala cita más importante del año fue el patrón mayor de la Cofradía de La Graciosa, Gregorio Pérez , que ayer intentaba poner un poco de orden entre los más de 30 'marineros' que se subieron a bordo del Ecuador Segundo para seguir la procesión. "Desde los 14 años estoy en la mar", señala Gregorio para dejar claro que la Virgen del Carmen forma parte de su vida.

La tradición pesquera de La Graciosa está fuera de toda duda y pocos son los habitantes de esta pequeña isla que no tienen relación directa con la mar. En la actualidad están censados un total de 31 embarcaciones en esta cofradía.

"Ahora no es como antes que los barcos hacían pegas durante la procesión marítima para ver quien llegaba antes a Montaña Amarilla", recuerda Eleuteria que después de 74 años embarcándose para acompañar a su Virgen decía esta vez quedarse en el muelle. "A veces daba hasta miedo por la velocidad a la que iban", rememora.

"La verdad es que no sé por qué no me embarqué pero el otro día me levanté y le dije a mi vecina que este año no iba a la procesión marítima". Y esa es la única razón por la que Eleuteria después de 74 años prefirió quedarse sentada en uno de los muros de la explanada del muelle junto a un grupo de amigas a la espera de que comenzaran las actuaciones musicales.

Las agrupaciones folclóricas Virgen de Guadalupe, Guanapay y La Peña fueron las encargadas de saludar a la Virgen nada más pisar tierra. Antes fueron los componentes de la agrupación Virgen de Guanapay las que animaron el pequeño trayecto que separa a la iglesia del muelle. Paco Clavijo, uno de los componentes de esta agrupación de Teguise recuerda la primera vez que vino a La Graciosa a comienzos de la década de los 70 del siglo pasado. "Aquí apenas había cuatro casas", afirma. Sin embargo, La Graciosa es ahora uno de los destinos turísticos preferidos para miles de personas.

La reina juvenil de las fiestas gracioseras es uno de los cientos de canarios que cada verano regresa a la octava isla. Candela Mastroniani, de ocho años, no olvidará el día en el que le pusieron una corona de plástico para convertirla en una pequeña reina. Su padre que procede de Gran Canaria lleva ya unos cuantos años regresando a esta isla para pasar las vacaciones de verano. Ahora ya forma parte de la familia graciosera,

Quien también cambió su corona para celebrar su festividad fue la Virgen del Carmen. "Desde hace unos cuatro años cuando llega este día le cambiamos su corona por ésta que es mejor que es un regalo de una vecina de la isla", indica Eleuteria. La corona y el gorro graciosero que se le coloca al chinijo de Jesús para que acompañe a su madre por las aguas que bordean a su pequeño paraíso.

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