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'Sí, quiero' entre tiburones y una raya

Jacobo Hernández sorprende a María José Pérez con una pedida de mano en un tanque del acuario de Costa Teguise

La pareja en el interior del acuario en plena petición de matrimonio. El buceador Óscar Heras graba la escena. JAVIER FUENTES

El madrileño Jacobo Hernández Varas quería sorprender a su novia con una pedida de mano "de lo más original" y ayer lo consiguió con creces a una profundidad de tres metros y medio en el acuario ubicado en Costa Teguise (Aquarium Lanzarote), donde tuvo lugar el compromiso a las dos de la tarde. María José Pérez Parra, también de Madrid, aceptó encantada la propuesta de su pareja. Por supuesto, no faltaron las alianzas ni el romántico beso.

Como testigos de la singular escena en el mayor de los tanques del recinto, con medio millón de litros de agua, estuvieron, entre otras especies, la guerrera pastinaca o raya Conan, de casi dos metros de longitud, el tiburón nodriza Besitos, tiburones bambú, los meros Iñaki y Leroy (adquirido en una pescadería de Puerto del Carmen a cuya dueña le dio pena venderlo a un cliente), doradas y hasta una tortuga boba que se recupera en este oceanario antes de regresar al mar en una o dos semanas tras perder su pala derecha por culpa de una red que se enredó en su cuerpo.

El acuario oferta este tipo de iniciativas a través de la escuela de buceo Native Diving Lanzarote, situado en el hotel Be Live Grand Teguise Playa de Costa Teguise. Los instructores de buceo del citado negocio Óscar Heras y Rubén Sáez, así como el jefe de acuaristas de Aquarium Lanzarote, Carlos Abuin, acompañaron a los novios en el feliz acontecimiento durante sus vacaciones en la Isla.

Antes del "Sí, quiero" la pareja recorrió el recinto para que los animales se familiarizaran con su presencia y no se sintieran estresados.

Jacobo, de 35 años, y María José, de 32, se sumergieron con los cascos para la práctica del Sea Trek, el innovador sistema que permite caminar bajo el mar, respirar de forma normal (sin regulador en la boca) por medio del aire suministrado por los latiguillos conectados a dos botellas de oxígeno en una pequeña balsa en la superficie y experimentar la sensación de gravedad cero, como en La Luna.

"Quería hacer una cosa bonita y que se saliera de la normalidad y el resultado ha sido impresionante. Al principio sentí un poco de agobio, pero después todo fue fantástico", aseguró Jacobo, carpintero de aluminio de profesión, de Móstoles. Para la enfermera de Ciempozuelos María José "la experiencia ha sido inolvidable y te relajas viendo los peces a tu alrededor. Todo ha sido un sueño".

Ambos habían hablado de la posibilidad de casarse, pero hasta ahora no habían formalizado el compromiso. "No tenía ni idea de lo que me tenía guardado mi novio. La sorpresa ha sido total", afirmó María José. Antes de prepararse para introducirse con los equipos en el depósito con el agua a 26 grados de temperatura, la futura contrayente preguntó en broma al acuarista Carlos si los tiburones ya habían comido. "No vaya a ser que se queden con hambre y se quieran merendar alguna pierna o algo. A mi novio lo quiero entero en la boda". La fecha que barajan para el enlace es mayo del próximo año.

Jacobo y María José han realizado la primera inmersión de sus vidas como submarinistas en Lanzarote. Fue el pasado martes en Playa Chica, en Puerto del Carmen (Tías).

"Fue muy relajante y era algo que queríamos hacer hace ya tiempo, además de visitar Lanzarote, isla que nos ha enamorado de lo bonita e impresionante que es", destacaron. "Merece la pena visitarla porque guarda muchos secretos", añadió María José poco antes de protagonizar el inolvidable momento.

No es la primera vez que Aquarium Lanzarote acoge una propuesta de matrimonio. "Hace unos meses ya tuvimos la primera experiencia de este tipo", aseveró Carlos. El centro también da la posibilidad de bucear entre tiburones con Native Diving Lanzarote, con un precio que oscila entre los 200 y 300 euros, dependiendo de si los clientes ya poseen o no práctica y título en el deporte del submarinismo. "No hay peligro ninguno", afirmó rotundo Carlos.

El establecimiento, abierto hace una década, se promociona como "el más grande de las Islas Canarias". Cuenta con más de un millón de litros de agua, distribuidos en 33 acuarios en los que se pueden observar cientos de especies marinas como las canarias morenas, sargos, doradas y fulas, entre otras variedades, además de las tropicales de preciosos y llamativos colores y morfologías. Es el caso de peces payaso, anémonas, dragones de fuego, peces globo, o cangrejos ermitaños.

En la colección del Aquarium figuran a su vez los tiburones de punta negra del túnel subacuático y las especies ya citadas del gran cubículo central.

Tres acuarios táctiles para adultos y niños, donde se pueden tocar y conocer mejor alguna fauna, como los erizos y los pepinos de mar, se incluyen en la infraestructura.

El objetivo, según se indica en la información facilitada a los visitantes, es "poder acercar el mundo marino a todas aquellas personas que quieran disfrutar de las maravillas que el mar nos ofrece y gozar de un momento de evasión sumergiéndose en las profundidades del mar".

La educación ambiental y el futuro de los mares y océanos es otro de los pilares del Aquarium. Para tal fin, se creó el denominado acuario basura, una pequeña recreación del estado actual de ciertas zonas de la costa insular con el fin de impulsar una conciencia ambiental que permita que la vida marina continúe sin los peligros de la contaminación. Así, se exponen desde calzados, botellas, una rueda y hasta objetos de madera, que los desaprensivos han tirado a los fondos de la Isla, entre ellos los de Costa Teguise, y que se han retirado en campañas de limpieza.

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