La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Protección de la fauna canaria Caza furtiva

Pardelas: tradición y delito

La caza de pollos se mantiene en los islotes de Lanzarote de forma clandestina entre septiembre y octubre pese a las multas y penas

El barco de vigilancia del Cabildo en el muelle de Alegranza. ADRIEL PERDOMO

La caza de pardelas en Lanzarote siempre ha tenido un componente tradicional que incluso dio lugar a la profesión de pardelero y a su venta por las calles de los pueblos lanzaroteños. Sin embargo, las nuevas leyes de protección de la naturaleza castigan esta caza con penas de prisión que pueden ir desde los cuatro meses a los dos años de prisión. La denuncia presentada la semana pasada por el Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil (Seprona) contra 20 personas cuando participaban en un asadero de pardelas en el islote de Alegranza en el Archipiélago Chinijo ha vuelto a sacar a luz que el pardeleo sigue presente en las costas de las islas a pesar de que se exponen a multas y penas de cárcel.

"Hasta que no llegue otra generación de lanzaroteños creo que la caza furtiva de pardelas seguirá dándose en la isla". El técnico de Proyectos de la oficina regional de la organización de la conservación de la naturaleza, WWF, Alexis Rivera, que estos días se encuentra en la isla de La Graciosa dentro de una campaña de concienciación sobre la conservación del Archipiélago Chinijo, asegura que por desgracia la caza furtiva sigue estando presente no sólo en Alegranza sino en muchas otras zonas de las islas.

"Hemos estado haciendo un censo de nidos de pardelas en distintos puntos de La Graciosa y ya hemos visto señales de que se han estado cazando pardelas", destacaba ayer Rivera que tiene previsto realizar otra campaña en Alegranza el próximo mes de octubre.

El cronista del municipio de Haría, Gregorio Barreto recuerda que la venta de pardelas era algo ordinario hasta 1950, "y aún se recuerda de gente que salía con un burro y hasta con camello, por las calles de Haría, procedentes de Órzola, vendiendo pardelas, y se iban hasta a Arrecife, y eran ejemplares de caza muy apetecidos, aunque tenían una capa de grasa bastante gruesa, pero la gente ya sabía cómo aprovecharlas en la mejor medida", señala Barreto.

Quien conoce muy bien las antiguas cacerías de pardelas es el historiador y antiguo torrero del faro de Alegranza, Agustín Pallarés. "Los pardeleros, gente ya ducha en el oficio, actuaban bajo el control del medianero o encargado de la isla como representante del propietario de la misma. Llegaban a Alegranza a mediados de septiembre, generalmente el mismo día quince, y empleaban los primeros cinco días en hacer los preparativos necesarios previos a las faenas de captura, como, por ejemplo, la recogida de la leña para hervir el agua en que se habrían de 'escaldar' los pichones con objeto de desprenderles el plumón, y la sal de los charcos con que se conservaban", destaca.

Era tal la profesionalidad de estas 'batidas' de pardelas que la isla de Alegranza se dividía " en una serie de parcelas que llamaban 'cortes', o sea, porciones de terreno, de forma más o menos alargada, a modo de franjas paralelas entre sí, que recorrían a una por día siguiendo un orden de contigüidad", señala Pallarés.

El antiguo farero señala que la preparación a que se sometía el pollo de la pardela para su expedición y consumo se llevaban a cabo a la orilla del mar, al pie del El Veril, lugar de residencia del medianero de la isla, donde se disponía de amplios charcos de fondo liso en que lavar las aves.

No fue hasta 1988 cuando se prohibió expresamente la caza de pardelas en Canarias tras la publicación de la orden de 14 de septiembre de 1988 por la que se actualizaban los valores de las especies cinegéticas y protegidas en el territorio de la Comunidad Autónoma de Canarias.

Fue precisamente en El Veril, una de las zonas autorizadas por Medioambiente para fondear en Alegranza con los preceptivos permisos, donde fue pillado el grupo de personas que participaba en una comida de pardelas. Un asadero en el que no faltó ni un toldo para protegerse del sol, sillas y cocinas para escaldar a las aves antes de su consumo.

La jefa de Servicio de Medio Ambiente del Cabildo de Lanzarote, Elena Mateo asegura que en estos momentos se cuenta con un barco para la vigilancia del Archipiélago Chinijo, aunque se espera la llegada en las próximas semanas de una nueva embarcación cedida por la Viceconsejería de Medio Ambiente de Canarias.

No obstante, Mateo reconoce las dificultades que existen para controlar la pesca y caza furtiva. "La situación de Alegranza hace que los furtivos puedan saber prácticamente en cualquier momento cuándo sale nuestra embarcación por lo que es muy difícil cogerles in fraganti", señala.

Uno de los casos más mediáticos de presunta caza furtiva lo protagonizó en octubre de 1993 el que años después fuera consejero de Medio Ambiente del Cabildo lanzaroteño, Higinio Hernández. A pesar de que unos voluntarios de la asociación ecologista El Guincho lo fotografiaran desplumando varias aves en la oscuridad de la noche de Alegranza lo cierto es que tal como reconocía el propìo Higinio esta semana la denuncia se archivó por falta de pruebas. "Yo no estaba cazando pardelas" se defiende.

Los propios agentes del Seprona carecen de una embarcación para vigilar uno de los espacios marinos protegidos más grandes de Europa. La patrullera del Servicio Marítimo Provincial de la Guardia Civil, con base en Corralejo, es la que se encarga de vigilar las costas de Lanzarote y Fuerteventura, prestando apoyo al Seprona en algunas operaciones como la que tuvo lugar la semana pasada en Alegranza después de que recibieran 'un chivatazo" de que un grupo de personas que fondeaban en El Verial habían desembarcado en el islote para cazar varios especímenes de pardela denicienta.

Compartir el artículo

stats