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Montañas del Fuego Joyas geológicas y turísticas

El poder del calor de Timanfaya

El paisaje y las anomalías geotérmicas del Islote de Hilario se convirtieron en el primer gran atractivo de Lanzarote

Las anomalías geotérmicas (temperaturas inusuales en la superficie que provienen del subsuelo) del Islote de Hilario, en el Parque Nacional de Timanfaya, sorprenden cada día a miles de turistas. Las columnas de vapor que salen disparadas hacia la atmósfera en forma de géiseres artificiales tras introducir agua en unos tubos de unos 12 metros de profundidad, la quema de aulagas con el calor que emana de una grieta del terreno y el horno natural del restaurante El Diablo son pruebas palpables de las 'llamas' que están bajo el volcán.

Una revelación de ese fuego son los aproximadamente 435 grados de temperatura que se alcanzan a tan solo tres metros de profundidad o el registro de hasta 610 grados que se miden a trece metros.

Visitar Lanzarote y no acudir a Timanfaya es como si no se hubiera visitado la Isla. Este dicho lo justifica el gran atractivo derivado de la transformación de una cuarta parte de Lanzarote (unos 174 kilómetros cuadrados) a raíz de las erupciones volcánicas acaecidas entre 1730 y 1736.

La tierra quemada, con sus texturas y colores y singulares paisajes, descubrió uno de los mayores encantos de Lanzarote al turismo. Dentro de esa atracción las Montañas del Fuego o Macizo de Timanfaya, por donde discurre la Ruta de los Volcanes del centro turístico más visitado de la Isla, se convirtió en visita obligada debido a su gran estado de conservación y belleza.

Los habitantes de Lanzarote se trasladaban hasta el Islote de Hilario para asar pescado, carne y papas aprovechando la fuente de calor que emanaba del volcán. También los militares, según recoge la Guía de Visita del Parque Nacional de Timanfaya, acudían hasta esa zona para acampar, debido a que aprovechaban las emanaciones térmicas para calentarse y cocinar.

El inicio de las Montañas del Fuego como centro turístico se remonta en torno a 1950. De ese año es el primer acceso a la zona, que fue inaugurado por el general Francisco Franco. Discurría junto al margen derecho de la actual carretera que une el Taro con el Islote de Hilario. Ese trazado ya no se aprecia porque se cubrió con picón y piedras para evitar que quedara a la vista de los visitantes.

La necesidad de atender a los turistas en Timanfaya llevó a construir en el Islote de Hilario casetas de piedras y hojas de palmera hacia finales de los años cincuenta. Además de cobrar una tarifa de acceso, se vendía agua y recuerdos a los visitantes.

Las crecientes visitas a Timanfaya obligaron al Cabildo, tras la demanda del sector turístico y de los propios clientes, a mejorar los servicios en el Islote de Hilario. Así, las casetas se sustituyeron por un edificio con cafetería, Refugio de Tinecheyde, y en 1965 se habilitó el primer mirador en el Islote de Hilario.

Cinco años antes comenzaron los paseos en dromedarios, atractivo que continúa hoy. La Ruta de Los Volcanes, en Las Montañas del Fuego, de 12 kilómetros de longitud, se construyó en 1968 y fue diseñada por el artista César Manrique y el director artístico del Cabildo, Jesús Soto.

Las visitas a Timanfaya eran cada vez más numerosas y en los años setenta se proyectaron el Restaurante El Diablo, del arquitecto Eduardo Cáceres, el aparcamiento y se instalaron los tubos de las demostraciones geotérmicas, idea de Soto, al igual que el horno natural del restaurante.

Como curiosidad, para evitar el recalentamiento del edificio, explica la guía de Timanfaya, Soto "ideó una forma de construcción consistente en alternar capas de cemento, terreno arcilloso y roca para permitir el flujo de calor por los cimientos del edificio [el restaurante], conduciendo las emanaciones caloríficas hacia el exterior a través de un pozo". Dicha cabidad es la cocina natural del restaurante.

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