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El triunfo profesional de una lanzaroteña Una nueva experiencia

Virginia Barber ante Hannibal Lecter

La doctora en Psicología Forense es la nueva directora de salud mental de Rikers Island

Virginia Barber ante Hannibal Lecter

Sólo el nombre de esta prisión de alta seguridad da escalofríos, Rikers Island. Rodeada de alambradas, de guardias con rifles de alta precisión y con unos 10.000 reclusos, la mayor parte con graves problemas mentales como Mark David Chapman, que sin causa aparente, en un brote psicótico difícil de entender, mató a John Lennon cuando el componente de los Beatles salía de su casa. Este es uno de los internos a los que tendrá que tratar la lanzaroteña Virginia Barber, doctora en Psicología Forense y una reconocida especialista en el campo de tratamientos con enfermos mentales en reclusión.

Esta semana, esta joven lanzaroteña de 39 años ha tomado las riendas de este centro penitenciario. Bajo su mando está un equipo formado por más de 100 psiquiatras, 200 psicólogos, trabajadores sociales, terapeutas, enfermeras. Todos ellos tendrán que enfrentarse a difíciles tareas. Detrás de esos muros les aguardan los casos más complicados a los que hayan tenido que diagnosticar.

Casi como en la famosa película El Silencio de los Corderos, en los que la agente del FBI Clarice Starling, papel interpretado por Jodie Foster, debe tratar de ganarse la confianza del inquietante Hannibal Lecter, la situación de Barber cada vez que debe examinar a alguno de los reclusos puede resultar similar. No hay que olvidar que en estas cárceles hay asesinos, violadores y enfermos mentales con graves patologías, que además al sufrir largos periodos de incomunicación pueden incrementar sus síntomas y sobre todo casi anular las posibilidades de recuperación.

En uno de los artículos en los que escribe sobre su trabajo y que titula Aislamiento y Castigo, Virginia Barber recuerda haber tenido que tratar los casos de varios enfermos mentales que han estado sometidos a encarcelamiento incomunicado. "El peor caso que recuerdo es el de un paciente que traté en la unidad forense del hospital Bellevue de Nueva York cuando yo era estudiante de doctorado. Este hombre tenía unos 45 años y sufría de esquizofrenia. Al poco de ingresar en prisión por un delito de posesión de droga sufrió un episodio psicótico y agredió a varios reclusos. Como consecuencia fue recluido en una celda de aislamiento, donde pasó 10 años. Durante los seis meses que le traté, dos veces a la semana en sesiones de terapia, en ningún momento este paciente fue capaz de entrar en contacto con la realidad".

Tal y como ha declarado recientemente en el periódico El País su reto, ahora que ocupará un cargo de tanta importancia, será el de tratar de disminuir los niveles de violencia y velar por la salud mental en este centro, objeto de una constante presión mediática, especialmente desde la muerte de un reo en 2014.

Los orígenes

Virginia Barber reconoce en esa entrevista que tal vez su interés por el mundo de la Psicología y su relación con el Derecho nació en Lanzarote. Cuando aún era una simple estudiante y de camino a la escuela veía a muchos heroinómanos en un ir y venir constante, de la cárcel a la calle. En realidad entonces no entendía bien por qué ocurría aquella situación.

A finales de los años ochenta y comienzos de los noventa, en Arrecife se vivió una auténtica tragedia. La heroína se convirtió en una moda cruel que acabó con muchos jóvenes. Las familias no sabían cómo actuar ante esta avalancha de chicos que terminaban enganchados, defenestrados, rotos. El Cabildo apostó por crear el centro de Atención a las Drogodependencias (CAD), cuyas instalaciones estaban en la calle García Escámez (hoy Doctor Juan Negrín). Los casos más complicados eran remitidos al centro de internamiento de Zonzamas.

Precisamente fue en el CAD de Arrecife donde Virginia Barber empezó a hacer prácticas. Sin duda, allí tendría la ocasión de ver de cerca las historias duras y complejas que rodean a muchas de estas personas.

En su afán por indagar, por llegar a descubrir las razones que llevan a alguien a matar, a violar, a consumir, a cometer actos de extrema violencia contra otros, contra ellos mismos, la doctora Barber ha recorrido un largo camino de aprendizaje.

Desde Lanzarote se marchó a Madrid a estudiar Psicología en la Universidad de Comillas y después ingresó en el John Jay College de Nueva York.

Su currículum resulta vertiginoso, hay cabida para la formación y sobre todo para la experiencia. Además dar clases en el departamento de Psiquiatría de la Universidad de Nueva York, donde imparte una asignatura sobre Psicología de la violencia.

Durante dos años, fue asesora en la modificación de los servicios de salud mental en las 12 cárceles de menores de Puerto Rico y participó en cursos de formación a la policía de Nueva York para mejorar la intervención con enfermos mentales en situación de arresto. Del 2009 al 2011, fue la directora clínica de los juzgados de salud mental de las cortes Criminal y Suprema de Queens, Nueva York. Y del 2011 al 2013 fue psicóloga forense en el departamento de psiquiatría forense de Bellevue Hospital Center. Sus líneas de investigación incluyen programas de alternativas al encarcelamiento y la valoración y manejo del riesgo de violencia en personas con trastornos psiquiátricos.

Ha publicado numerosos artículos científicos y ha presentado conferencias en congresos nacionales e internacionales. De hecho, el año pasado participó en unas jornadas que se celebraron en el Colegio de Psicólogos de Santa Cruz de Tenerife y también impartió una ponencia en la Universidad de La Laguna.

Para la doctora Virginia Barber es esencial la formación y la experiencia de los psicólogos a la hora de tener que valorar la peligrosidad de un preso. Considera la psicóloga forense que las valoraciones de los expertos son fundamentales para ayudar a los jueces a determinar y decidirse ante determinados casos complejos.

A partir de esta semana, ya desde su nuevo cargo en la prisión de Rikers Island de Nueva York, el trabajo incesante de Virginia Barber deberá subir varios peldaños. En el interior de ese centro penitenciario le espera una variedad de casos y circunstancias terribles. Hombres con graves trastornos mentales a los que esta psicóloga forense de la isla de Lanzarote tratará de buscar algún tipo de salida, que los libere de un estado traumático, y que en cierta o gran medida facilite su reinserción en la sociedad.

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