Los huevos fósiles hallados en Lanzarote siguen generando descubrimientos sorprendentes que confirman que pertenecen a un ave terrestre, no voladora, de unos 4 millones de años de antigüedad, pero mantienen intacto todo su misterio: ¿Cómo cruzó el océano un ave que no nada ni vuela?

Como el resto de Canarias, Lanzarote es una isla volcánica que emergió del océano hace millones de años, lo que significa que todas sus formas de vida, sean flora o fauna, han llegado a ella de fuera en varios momentos de un pasado más o menos remoto, a diferencia de otras islas como Madagascar, que un día fueron parte del continente.

Todavía hoy le separan de la costa de África al menos 120 kilómetros de mar con profundidades de hasta 1.300 metros, una cota más que suficiente para suponer que en ningún momento, por intensa que fuera la glaciación, las aguas bajaron tanto en ese punto del Atlántico como para que hubiera un paso seco entre la isla y África.

Dos equipos científicos diferentes, uno formado por centros nacionales y otro por institutos de investigación de Francia, Suráfrica y España, publican ahora en las revistas Journal of African Earth Sciencies y The Sciencie of Nature sus nuevos descubrimientos sobre el yacimiento donde se encuentran esos fósiles del Plioceno, en el macizo de Famara .

El primero de ellos hace una revisión a fondo de los estratos fósiles que se han encontrado en el norte de Lanzarote y de su cronología, para concluir que esos depósitos se generaron en un período comprendido hace entre 4,30 millones de años (la edad de la colada volcánica sobre la que se asientan) y 3,78 millones de años (la edad de la colada que los cubrió).

En esa franja de 700.000 años de historia de la isla, los científicos han encontrado siete huevos de ratites (un antepasado de la avestruz), varios huevos de tortugas terrestres y numerosos caracoles también terrestres, unas especies que hicieron suya una planicie de al menos 16 kilómetros cuadrados cubierta por arenas arrastradas por el viento, pero también por sedimentos fluviales.

El segundo artículo desarrolla una técnica capaz de deducir el hábitat de un ave a partir de la cáscara de sus huevos, por el rastro que deja en forma de isótopos de oxígeno el tipo de agua que ingieren directa o indirectamente (dulce o salada). Y concluye que los huevos de Famara no son de un ave marina, sino terrestre. Estos dos trabajos de los equipos científicos permiten acotar más la datación de ese yacimiento, al que hasta ahora se atribuía casi dos millones de años más de antigüedad (entre 6 y 5,3 millones de años), explica a el geólogo Alejandro Lomoschitz, investigador del Instituto de Oceanografía y Cambio Global de Las Palmas de Gran Canaria, autor principal del primer artículo y partícipe en el segundo.

Y, sobre todo, aportan algunas claves distintas sobre el clima que debía haber en ese momento en la isla: "Aunque la mayoría de los depósitos sean eólicos, llama la atención la gran cantidad de caracoles, lo que indica que tenía que hacer humedad", añade.

De dónde llegaron

En cuanto al gran misterio que rodea al origen de las avestruces, el primer artículo defiende que la geología de Canarias permite descartar las dos hipótesis planteadas en los años setenta por los descubridores del yacimiento: que Lanzarote hubiera formado parte del continente africano o que existiera una cadena de pequeños islotes, hoy desaparecidos, entre su costa y la de Marruecos que facilitara el cruce a la fauna "en pequeños saltos entre islas".

Lomoschitz asegura que él es geólogo y no se atreve a formular una hipótesis, aunque avanza que quizás la incógnita se resuelva pronto. De hecho, los autores que le acompañan en esos artículos creen haber aportado claves geológicas, cronológicas y paleogeográficas para abordar esa cuestión y anuncian que, "en breve", publicarán un nuevo trabajo.

Hay que apuntar que los yacimientos donde se localizaron los huevos se sitúan en zonas del norte del Risco de Famara, en las conocidas como Valle Chico, Valle Grande y Gusa, y en sedimentos del Mioceno Superior, por lo que la antigüedad de los restos se situó inicialmente en torno a una cifra de entre 5 y 6 millones de años.

En las excavaciones se encontraron varios cientos de fragmentos de huevos de ratites, ofidios y galápagos.