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Entre César y Pepín Ramírez

Marrero Portugués rememora su relación con el artista y el que fuera presidente del Cabildo

Juan Marrero Portugués, ayer, en el Arrecife Gran Hotel con su libro. A. F.

En 1952 la Caja Insular de Ahorros abrió en Arrecife su primera oficina en Lanzarote. Juan Marrero Portugués (Las Palmas de Gran Canaria, 1929) gestionó esa sede hasta 1957, cuando regresó a Gran Canaria. Al llegar se encontró con "una isla sumida en la modorra y las penurias del día a día, castigada por la pobreza y fuertemente jerarquizada, desprovista de cohesión social", describe Fernando Gómez Aguilera en el prólogo del libro César Manrique y Pepín Ramírez. Dos líderes canarios en su contexto histórico, editado por la Fundación César Manrique (FCM) y del que Marrero Portugués es autor.

La publicación, presentada anoche en la sede de la FCM en Tahíche, se adentra en la personalidad y en las contribuciones de César y Pepín, en las décadas de los cincuenta y sesenta del siglo pasado, a los cambios que transformaron radicalmente Lanzarote.

Una isla en la que la fábrica de la luz solo proporcionaba electricidad entre el atardecer y la media noche, con severas carencias en el abastecimiento de agua potable y con carreteras intransitables a pesar del escaso tráfico que soportaban, otras de las deficiencias que Marrero Portugués rememora con gran lucidez de su estancia de un lustro en Lanzarote, con la que mantiene desde entonces una estrecha relación.

Marrero Portugués es tajante: "César y Pepín forman el tándem que salvó a Lanzarote de tantas penurias. Sin ellos la isla no se entendería". El exdelegado de La Caja conoció a Pepín a través de un amigo en común, registrador de la Propiedad. Pepín fue quien le presentó a César al año siguiente de instalarse con 23 años en Lanzarote. "En aquel verano de 1953, fui con Pepín al aeropuerto a recibirlo [César vivía entonces en Madrid]. Desde allí César fue directamente a ver a su madre, pero el resto de los pocos días que estuvo en Arrecife no paró de hablar de Pepín y acompañarlo a todas partes", recuerda.

En palabras del que fuera gestor financiero, "el mérito de Pepín fue involucrar a César -disfrutaba entonces de su madurez artística y personal- en los problemas de su tierra natal cuando César era, en aquel momento, un ciudadano del mundo. Consiguió arrancarlo de lo universal para arrastrarlo de nuevo a lo particular, a sus orígenes", prosigue el escritor, "y curiosamente, no para volver al pasado sino para que retomara lo universal y lo aplicara en la obra maravillosa realizada en su isla".

El despegue del turismo

Pepín fue alcalde de Arrecife entre 1955 y 1960, bajo cuyo mandato Marrero Portugués se convirtió en primer teniente de alcalde de 1954 a 1957. En 1960 Pepín llegó a la Presidencia del Cabildo, donde estuvo hasta 1974, periodo en el que impulsó la mejora de las carreteras, la creación del aeropuerto, la instalación de la primera desaladora de agua potable de la mano de los hermanos Díaz Rijo o el desarrollo de las infraestructuras eléctricas. Al mismo tiempo nació la red de Centros de Arte, Cultura y Turismo del Cabildo a través de los encargos que realizó a su amigo César. De esa época surgieron los Jameos del Agua, la Cueva de los Verdes o el Mirador del Río. Fue el arranque del turismo y de un peculiar modelo turístico en Lanzarote.

Marrero Portugués, ya establecido de nuevo en Gran Canaria, también se involucró en el despegue de la economía moderna de Lanzarote desde sus responsabilidades como director general de La Caja y consejero delegado de Promociones Turísticas Canarias (Protucasa). Desde esos cargos, afirma Gómez Aguilera, "promovió inversiones para la construcción del Arrecife Gran Hotel, el hotel Lancelot Playa, la urbanización de La Santa y el frustrado proyecto de César Manrique para el Islote de La Fermina".

En los 24 capítulos de su elocuente relato Marrero Portugués se detiene en describir, además de Arrecife, localidades como Haría y Guatiza, y singulares personajes de la sociedad insular. Es el caso de los denominados Moros Notables, grupo al que pertenecía el comerciante Manuel Arencibia, la persona que fue a recibirlo al Muelle Comercial nada más desembarcar el 8 de diciembre de 1952 en el barco de Transmediterránea que lo trasladó a la Isla.

Guarda un entrañable recuerdo de los Moros Notables hacia los que confiesa "una particular devoción". Era un pequeño grupo de personas mayores pertenecientes a las mejores familias que se reunían a diario al atardecer y al anochecer en el Casino de Arrecife. "La gente se cuidaba mucho de lo que hacía por lo que pudieran decir los Moros Notables. Hasta el delegado del Gobierno de la época les consultaba quien podía ser el alcalde", destacó Marrero Portugués.

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