Las diez familias que aún siguen viviendo en el Mirador del Valle, del que fueron desalojadas hasta Marzagán otras 147 familias para construir en su lugar un centro comercial, acusan a los gobiernos regional y local de Las Palmas de Gran Canaria de mentirles con respecto a su realojamiento y amenazan con iniciar una huelga de hambre.

Según Carmen Sánchez, una de las vecinas que no se ha mudado, la concejala de Vivienda de la capital, Chani Ruiz, les informó el lunes de que el compromiso del Ayuntamiento y del Gobierno de Canarias para ceder suelo al promotor del centro comercial (Horneras) para sus nuevas casas en la entrada del Mirador, era imposible de ejecutar.

"Chani Ruiz nos dijo la semana pasada que ella iba a mediar y que no habría problema, y ayer [lunes] nos dice que no se pueden hacer donde estaba previsto porque el suelo está junto a un precipicio", aseguró Sánchez, "y nosotros no nos lo creemos porque vivimos allí y sabemos que no hay peligro, sino que lo que quieren es echarnos de aquí".

La vecina afectada rechazó el ofrecimiento de Ruiz, que planteó a las diez familias mudarse a Marzagán con el resto de desalojados, y acusó al Gobierno canario y al Ayuntamiento de acosarles para forzar su marcha. "Ya no vienen a limpiar, no vienen los carteros y lo último es que técnicos de Urbanismo están fotografiando nuestras casas", afirmó la vecina.

QUE CUMPLAN. Sánchez, que dice hablar en nombre de las diez familias afectadas, exigió que se cumpla el acuerdo que firmaron con Horneras hace dos años por el que la promotora se comprometía a construirles casas en las inmediaciones del Mirador, y reclamó al Gobierno regional las escrituras de sus viviendas, documentos que ya poseen las 147 familias que sí aceptaron el traslado a Marzagán.

"Tenemos una sentencia firme que nos da la razón y vamos a exigir su cumplimiento", señaló Carmen Sánchez, "y para que el Gobierno cumpla estamos dispuestos a empezar el próximo lunes una huelga de hambre en la puerta de la Consejería de Vivienda de Las Palmas".

Carmen Sánchez y otro medio centenar de vecinos siguen viviendo en un barrio casi fantasma en el que la mayoría de las viviendas están tapiadas y rodeadas a diario por las obras del nuevo centro comercial que se ejecuta pese a su presencia allí.