Ya iba siendo hora de recuperar patrono y tradición". Así piensa Pedro Rodríguez, el vecino del barrio de Vegueta que promovió hace dos años la idea de restaurar la imagen de Santo Domingo de Guzmán. Pese a tener una escultura fija en la iglesia, los asiduos a ella consideraban necesario poder lucir fuera su talla, engendrada en 1823 por el escultor Fernando Estévez.

Desde 1967, el patrono de este barrio capitalino perpetuaba su deteriorado aspecto lejos de la fervorosa mirada de sus vecinos. Hoy, a falta de dos meses para que éste retome su protagonismo por las calles de Vegueta en las fiestas del Rosario -5 de octubre-, la imagen de Santo Domingo permanece incólume en la parroquia que lleva su nombre para que las generaciones más añejas rememoren su figura.

Sin embargo, esta tarde -a las 20.00 horas-, tras una misa en su parroquia, la efigie saldrá a las puertas del templo y podrá tomar contacto con los asistentes. El obispo de la Diócesis, monseñor Francisco Cases, acudirá a la ceremonia en honor del patrono. "Es un delito que en sus propias fiestas no tenga la oportunidad de exhibirse", exclamaba Pedro Rodríguez.

La restauración de manto y escultura, financiada por el Cabildo de Gran Canaria, ha supuesto un desembolso que "rondará los 25.000 euros, aproximadamente", calculó el presidente de la asociación de vecinos Vegueta-Santo Domingo, Alejandro Peñafiel. "Estaba en muy mal estado, con importantes alteraciones producidas por el envejecimiento natural y las manipulaciones que siempre sufre una imagen procesional", afirmó la restauradora Inés Cambril.

Corrección de piezas, policromía, aplicación de estuco o limpieza del oro del manto a base de saliva humana -comprada en farmacia- han sido, algunos de los métodos empleados para que las vidrieras del antiguo convento dominico vuelvan a dar luz a Santo Domingo.

A falta de reemplazar el hábito provisional de la escultura y de pulir algunos rasgos de las vestimentas, párroco y vecinos contemplan cada día, desde el pasado lunes, esta renovada imagen, cuya misión será arraigar una costumbre perdida.

En su día, este santo rompió con la forma tradicional de tratar la herejía mediante la oración y, ante todo, la paciencia.

Hoy, son los vecinos de Santo Domingo los que se arman de esta virtud, a la espera de que una restauración muestre a las nuevas generaciones lo que hasta esta tarde no han podido ver.