Construidas en las laderas por los propios vecinos, centenares de casas de colores conforman San José. Por estas cuestas de tierra decenas de ciudadanos cargaban sobre sus hombros los materiales de obra para levantar sus hogares. Ahora, más de medio siglo después, son personas ancianas que caminan con difi-cultad por un barrio laberíntico lleno de escaleras y callejuelas.

Muchos de estos ciudadanos se encuentran aislados en la parte alta de San José, donde aún hoy en día la gente continúa construyendo por sí misma sus viviendas. Algunos optan por caminar por las veredas hasta San Juan, en donde cogen una guagua, antes que bajar por las calles empinadas. Cambiar la estructura del barrio es imposible, pero sí facilitar la comunicación entre la parte alta con la baja, donde se encuentra la iglesia, centro del barrio.

Ésta es una de las reivindicaciones históricas de la vecindad. Piden la construcción de una carretera que comunique San José y Zárate y la instalación de barandillas en las escaleras que tantos años y protestas les costó a los habitantes conseguir. El alcalde Jerónimo Saavedra dijo durante su visita a esta parte de la capital que todavía había "ciudadanos de tercera y cuarta categoría" y anunció una serie de medidas para mejorar su calidad de vida. Pero un año después las cosas siguen igual, según denuncia la Asociación de Vecinos Barrio de San José.

Las consecuencias de haber construido un barrio en las laderas no sólo se reducen a la comunicación. El hecho de estar edificado en una montaña hace que sufra también los desprendimientos de tierra cada vez que llueve, por lo que la asociación pide que coloquen un muro de contención en la parte alta. "Con el huracán Delta se inundó medio barrio y se llegaron a enterrar varios coches", recuerda Gabriel Martín, vicepresidente de dicha asociación, mientras señala una de las piedras de grandes dimensiones que cayeron al paseo.

Un paseo que, según denuncian, los operarios del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria no han vuelto a tocar desde que se hizo y en donde se multiplican las baldosas rotas y se acumula la basura entre los matorrales. "Ahora, gracias al Feile (plan Zapatero), van a reforestar algunos terrenos junto al paseo, pero en el resto sólo hay desperdicios", indica Martín.

SIN ESPACIO. Levantado a finales de los años 50 donde sólo había tuneras y ganado, el barrio estuvo varias décadas sin aceras, ni asfalto, ni alcantarillado. En aquel entonces todo lo que hoy es la Vega de San José (conocido antiguamente como el Polígono de San Cristóbal) eran fincas de plataneras a las que los niños saltaban para "matar el hambre".

"Nos quitaron este espacio", denuncia José Monroy, uno de los vecinos más veteranos. "La parte de la Vega de San José donde se construyeron todos estos bloques de edificios era para nuestro barrio", asegura. Al edificarse en esta zona baja, el barrio se quedó sin posibilidad de expansión, quedándose encajado entre las laderas y el paseo desde el Hospital de San Martín al Hospital Insular.

"Las torres las hicieron para tapar San José porque consideraban que estas casas eran una vergüenza y lo que consiguieron fue apartarnos de la ciudad y taparnos las vistas al mar. Antiguamente todos los vecinos nos asomábamos a las terrazas para ver la vela latina, pero ahora es imposible", apunta Monroy, quien recuerda que en el barrio también había mucha afición por el boxeo y la lucha canaria. "De aquí han salido grandes boxeadores y luchadores", añade.

"En esta parcela se podían haber hecho muchas cosas necesarias para el barrio", considera Antonio García, presidente de la Asociación de Vecinos Barrio de San José. "Se debería de haber aprovechado para hacer un parque o un campo de lucha canaria. Además, de esta manera nos cortaron la salida al mar".

Años después los vecinos todavía se preguntan por qué en los años 60 el Ayuntamiento capitalino decidió tirar todas las casas del lateral izquierdo del Paseo de San José, que era antiguamente la única vía de salida de la capital grancanaria hacia el sur, hasta que se construyó la Avenida Marítima. "Tiraron los edificios para nada porque no se amplió ni la carretera ni el barrio", explica García.

El único edificio que se salvó de la expropiación fue la Casa Amarilla, que actualmente se utiliza como local social en el que se reúnen las personas de la tercera edad o se realizan diferentes actividades, como bailes folclóricos. Pero los propios vecinos han pedido al Consistorio que derriben esta casa pata utilizar el solar como parque, ya que el único espacio que tienen para hacer grandes encuentros es la pequeña plaza de la iglesia.

BARRIO OBRERO. La crisis económica ha golpeado especialmente a este barrio obrero donde la mayoría se dedica al sector de la construcción, uno de los más afectados. "Las casas las construíamos entre todos. Los vecinos nos ayudábamos unos a otros. Aquí quien no era carpintero, era albañil. Profesiones que se han ido heredando familiarmente", dice Pedro, otro vecino.

Ejemplo de esta herencia laboral es José Luis, que trabaja en la relojería que montó su padre hace 60 años, uno de los comercios más antiguos del barrio. Desde su mostrador soporta los contratiempos de la crisis. "Vamos tirando. Ahora nos toca la crisis, pero hemos sufrido el corte del tráfico de la subida de la catedral y el cambio de parada de la número 13 que hace que no pase tanta gente por aquí".

Al lado de esta relojería está la peluquería de caballeros que regenta Juan hace 44 años. Reconoce que el corte de la calle también afectó a su negocio, pero mantiene a sus clientes de siempre. "En San José han cambiado muchas cosas, pero al mismo tiempo todo sigue igual".