El primer estudio geotécnico que encargó el Ayuntamiento para comprobar el estado de los terrenos del barranco de La Ballena se hizo en 2003, varios meses después de la inauguración de los campos de fútbol y cuando comenzaron a aparecer los primeros problemas de grietas y hundimientos, debido a la falta de estabilidad del terreno.

El complejo deportivo se llevó a cabo, pese a que el Plan Especial de ordenación del Barranco de La Ballena, aprobado en 2001, establece claramente que la naturaleza de los terrenos del antiguo vertedero constituyen "un gran impedimento a su posible desarrollo funcional" por lo que recomienda que se destine dicho suelo a "acondicionamiento paisajístico, recualificación medioambiental y revegetación". Los redactores del Plan ya advertían de la necesidad de una "intervención de relleno y de estabilización e inmovilización de taludes que posibiliten el desarrollo adecuado y sin riesgos" de la actividad deportiva prevista.

Pero el complejo deportivo, uno de los proyectos estrella del ex alcalde José Manuel Soria, se construyó y fue inaugurado a finales de 2002 -al año siguiente él encabezaría la lista del PP al Cabildo de Gran Canaria y su primera teniente de alcalde hasta entonces, Pepa Luzardo, la del Ayuntamiento-.

Siete años después dos de los siete campos de fútbol están cerrados debido a su pésimo estado, cuatro vestuarios han sido derruidos y construidos de nuevo y el conjunto del complejo presenta grietas, levantamientos e hundimientos, debido a que las construcciones se hicieron en un terreno de vertido, no apto para cimentar.

En estos años el complejo se ha tragado 12 millones de euros entre su construcción y los parcheos posteriores, pero es que el último estudio encargado por la empresa municipal de gestión urbanística Geursa a la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) señala que los problemas de hundimiento no harán más que agravarse con el paso del tiempo, por lo que el Ayuntamiento ha decidido cerrar los campos de manera progresiva y buscar zonas alternativas para los 3.000 jugadores que hacen deporte en estas instalaciones. Dos ya están clausurados por razones de seguridad.

Así las cosas, en 2003 se hizo el primer estudio geotécnico, por encargo de Sagulpa, y en 2004 y 2007 se hicieron otros dos, por encargo esta vez de Geursa. Todos fueron elaborados por la empresa Intercanarias S.L. y todos llegaban a la misma conclusión: la presencia de vertidos incontrolados provoca una gran inestabilidad del terreno sobre el que se asientan los campos de fútbol, una conclusión a la que han llegado también Ortega y Rodríguez Guerra. Y es que el desplazamiento anárquico y caprichoso de los escombros, electrodomésticos, materia orgánica y demás basuras que están depositadas en el barranco -un proceso que se agudiza con las escorrentías y filtraciones de agua- provocan continuos hundimientos, agrietamientos y oscilaciones del terreno y lo que está construido sobre él. Hay campos que parecen una ola, por las ondulaciones que tienen, una circunstancia que "lo único que provocan son lesiones", según han llegado a afirmar los propios técnicos deportivos.

Las grietas de las calzadas y los campos y el levantamiento del pavimento propician las filtraciones de agua, lo que ocasiona a su vez mayores movimientos y hundimientos, que generarán nuevos daños, "por mucho que se impermeabilice el terreno".

En sus conclusiones ambos arquitectos determinan que, si no se toman medidas, el terreno sobre el que se asienta el complejo deportivo tardará al menos 300 años en consolidarse. Se podría conseguir antes si el Ayuntamiento invirtiera alrededor de 300 millones en un proceso de inyección en el terreno, de 240.000 metros cuadrados, de cemento. Para hacerlo, no obstante, habría que arrasar primero lo que ya está construido. Un desembolso al que el grupo de gobierno (PSOE-Compromiso) ya ha dicho no estar dispuesto. Y es que el coste de tal operación equivale casi a los presupuestos generales del Ayuntamiento de este año (309 millones).