Más de 62.000 personas de la provincia de Las Palmas recibieron ayer a los Reyes Magos con un día de adelanto gracias a la Casa de Galicia. La tarde fue una locura para los voluntarios, que repartieron 44.000 juguetes y cerca de 140 toneladas de comida, además de ropa de bebé. Para las familias, que desde las cuatro de la tarde hacían cola con el objeto de recoger un paquete, la iniciativa supone un respiro a su precaria situación económica. "Es algo muy grande lo que hacen. No hay palabras para explicarlo", señalaba una joven, madre de tres niños y en paro.

"El 2, el 6, el 5. ¡Línea!" Uno de los más de cien voluntarios que han colaborado estos días en la campaña cantaba el número de la papeleta de una familia para animar la entrega de paquetes y aliviar la espera en la segunda planta de la casa regional, donde se recogían los juguetes.

Elena Pérez buscaba el expediente familiar entre la pila de solicitudes que han entrado este año. Ella es canaria pero desde 1993 vive en Galicia con su marido, Manuel, y su pequeña Yaiza. Siempre reserva una semana en Reyes para colaborar con esta iniciativa tal y como hacía "antes" de marcharse. Confiesa que le "impresiona" ver a tanta gente joven en la cola. Al lado de Elena, Antonio Pisabarro, de 75 años, pone el sello de "entregado" al expediente. Nadie se llevará más paquetes de los que le corresponden. Hay un riguroso control y el "ordenador no se equivoca", dicen.

Antonio Pisabarro es el secretario de la Casa de Galicia y se siente "más canario" que gallego. Vino al Archipiélago en 1954 y desde 1975 es socio. "Estamos contentísimos. Tenemos el cuerpo cansado pero el semblante alegre", comenta animado.

Gloria de León recoge su enorme caja. Es madre de cuatro niños. Laila, Sakira, Yasmina, Nayan, de siete, seis, tres y dos años, respectivamente. Hace doces meses se separó y no recibe ayuda del marido. No tiene trabajo y el paro ya se le ha acabado. Esa es la razón de que hoy reciba un caja de juguetes y otra de alimentos no perecederos.

La calle Salvador Cuyás se mantiene cortada al tráfico porque hay gente haciendo cola a la entrada de la casa regional. Los voluntarios de Protección Civil controlan los accesos, reparten paquetes, ayudan, colaboran y hasta aparcan a los niños en el rellano de la puerta hasta que mamá regrese con los paquetes.

Antonio Villaplana reparte cajas de alimentos a pie de calle. Se podría decir que conoce a cada una de las más de 62.000 personas que pasan hoy por la Casa de Galicia. Él, junto a su mujer, Asunción Alonso, y el joven David Martínez Villares han sido los encargados durante tres meses de recoger la documentación que acredita que están en "precariedad". Sabe de lo que habla. Soldador de profesión, lleva en paro varios años.

Se siente "un gallego más" aunque es de La Isleta y ahora está lleno de "satisfacción" por el trabajo y "por los niños".

Por sus manos han pasado canarios, inmigrantes y mucha gente joven. Principalmente, "madres" que, como María Soledad Santiago, no tienen trabajo ni apoyo del marido. Ella se lleva los tres lotes que reparte la Casa de Galicia. Y es que Soledad tiene 33 años y tres niños. Rahou, de seis años, Souhal, de cinco, y Soukaina, de 21 meses. Vive en casa de sus padres y entre todos forman un núcleo familiar de "diez personas". "El pasado año el paquete era más grande, un escándalo".

Es el segundo año que recurre a la Casa de Galicia porque confiesa que se mueve por las parroquias y por todas partes que puede para solicitar ayuda. Al año nuevo le ha pedido salud. "Tengo obesidad mórbida y la asistente me ha dicho que tengo que adelgazar". También "un trabajo que valga la pena para sacar a mi familia adelante".